Powered By Blogger

domingo, 20 de noviembre de 2011

"El Hombre Hueco" 0056

"Hace mucho que no entro por aquí, no me tomo una copa con vosotros y os cuento el desastre letal que es mi vida. Hace mucho que no uso vuestro hombro para llorar mis penas a la luz de una vela, rodeados por la bruma del temor, el olor del resentimiento y la amargura de la melancolía. Hace mucho que no lloro por las esquinas de este mundo fantástico, formado por unos y ceros. Y no es porque no haya tenido ganas de hacerlo en estos meses, no. No es porque no me haya podido la impotencia al ver que soy incapaz de reconducir mi propia vida hacia terrenos inhóspitos, nuevos y desconocidos,  tales como el éxito social, el reconocimiento sincero o, simplemente, el día a día tranquilo y sin sobresaltos. No, nada de eso ha sucedido, pero, por pura pose, por mantener mi fachada incólume, he decidido voluntariamente sustraerme de contaros mis penas y miserias que, al fin y al cabo, tampoco son tan diferentes de las de cualquier otro ser penoso y miserable de los tantos que habitan este mundo, o cualquier otro.

No consigo tomar las riendas de mi vida, y, más allá de eso, permito que sean otras personas, extrañas, ajenas y desconocedoras absolutas de mi persona y mis circunstancias, las que guíen mi destino. No puedo tomar decisiones sin consultar a presuntos oráculos que creen que saben de todo y no conocen de mi realidad nada. No soy siquiera capaz de mirar a los ojos a nadie y decir "Todo, lo bueno y lo malo que en mi vida ha habido, se debe, sola y exclusivamente, a mi propia voluntad, ya sea para bien o para mal", porque sé que es mentira. Siempre me he dejado arrastrar por la corriente. Siempre he permitido que otros me conduzcan a la perdición, sin oponer resistencia. Siempre he formado parte de una masa informe que ha guiado mi destino hacia derroteros inesperados pero no del todo extraños para mí, ni inapropiados.

A día de hoy, y si miro a mi alrededor, veo todo lo que no he conseguido, y me tiemblan las rodillas al pensar en la ingente cantidad de cosas que me quedan aún por no conseguir. No soy nadie de provecho, no he conseguido triunfar sobre nadie, no he encontrado nadie que comparta mi vida, ni nadie que quisiera compartirla pero yo se lo negara, en un ejercicio de egoísmo supremo. No he desentrañado el significado de mi existencia, ni tiene pinta de que logre desentrañarlo en breve. A cambio, vivo una existencia anodina, fría y gris, abocada a la desilusión constante y a apagar las pocas luces que se encienden en mi camino a base de dolor, lágrimas y desencanto. No consigo mostrar quién soy, ni parece que nadie quiera asomarse a verlo, y quizás con razón.

Soy el que se sienta en el fondo del local, pretendiendo ser interesante, pero que está allí, solo, sin nadie que le acompañe, simple y llanamente porque no encuentra ni encontrará quien quiera sentarse a su lado. Porque no tiene quien le escuche. Porque no encuentra quien le soporte. Y todo esto porque ya han visto, por fin, lo hueco y vacío de su discurso. Algo aparentemente banal se convierte en esencial, y muestra la vacuidad de su propuesta vital. No soy nadie, y yo lo sé. Pero lo más triste es que tú lo sabes también, y no sólo porque te lo haya dicho ahora. Ya lo sabías de antes.... Pero te engañabas..."

lunes, 25 de julio de 2011

En Busca Del Tiempo Perdido 0055

Aún recuerdo el misterio, la sensación de incertidumbre, la curiosidad. Debía tener yo cinco o seis años, poco más. No estaba solo, íbamos en pandilla, como en casi todas las cosas que se hacían en los pueblos por aquella época. Yo era de los pequeños, y no sé si los más mayores tendrían diez, o doce años. Todos vivíamos en el mismo portal, íbamos la mismo colegio, jugábamos juntos a las mismas cosas. Éramos una pandilla como las de "Cuenta Conmigo", o "Los Goonies", o cualquiera de esas pelis ochenteras que ahora quedan ya lejanas pero que, en aquel momento, eran reflejo de mi infantil vida cotidiana.

Aún recuerdo la oscuridad tras la cortina de la puerta de entrada. Y aún recuerdo el olor de las palomitas recién hechas, pese a ser un cine pequeño, y de pueblo, uno de esos cines que sólo funcionaban entre semana, porque llegado el fin de semana se retiraban las butacas y se convertía en una sala de fiestas. Aquel día, el hijo del dueño que era uno de los nuestros, nos coló a toda la pandilla, a los diez o doce, porque ponían "una de aventuras", como se decía entonces. Nos sentamos, sin saber lo que nos esperaba, ni lo que íbamos a ver, ni nada. De pronto, de un agujero de la pared, surgió un haz luz. Una selva se materializó ante nosotros, y un tipo, con sombrero de ala y un látigo, buscaba tesoros en cuevas ocultas, escapaba de trampas inimaginables, y se partía la cara con unos tipos muy malencarados que, pasados los años, descubrí que eran Nazis, y todo lo que aquello significaba. Estuvimos allí, sentados, sin movernos, absortos, durante casi dos horas. Pirámides, serpientes, magia, héroes y villanos desfilaron frente a nosotros, haciendo que cada instante de aquella experiencia quedara grabada a fuego en mi memoria. Decidí que, si ser arqueólogo (o lo que fuera que aquello fuese) consistía en aquello, yo de mayor quería serlo. Decidí que, si alguna vez me perseguía algún malvado, le plantaría cara como hacía aquel tipo de nombre extraño. Decidí que, si alguna chica me gustaba, iría a por ella con chulería, gracia y decisión, como mi nuevo héroe.

La película acabó, y tan sólo una vez más volví a aquel cine, a ver una película muy mala de "El Llanero Solitario". Al poco tiempo, la sala de fiestas ardió, y, al reformarla, decidieron que ya no merecía la pena volver a montar en ella un cine. Al fin y al cabo, habían abierto un videoclub en el local de al lado, nadie lo echaría de menos. Con las llamas que acabaron con el cine "REX" (nombre ficticio, porque el real ya no lo recuerdo), ardieron los sueños, las risas y las lágrimas de todo un pueblo, de toda una generación. Pero en mí ya estaba inoculado el veneno del cine, de sus historias, de sus estrellas y sus maravillas. Nunca fui arqueólogo, después de todo. Nunca planté cara a un malvado de opereta, y las pocas veces que lo intenté me hicieron doblar el lomo. Nunca conquisté a la chica de la película, y ni siquiera sé si lo haré algún día. Pero, cuando siento nostalgia, cuando estoy triste, o simplemente, cuando quiero olvidarlo todo y pasar un buen rato, me acerco a un cine, compro una mágica entrada, y dejo que por mis ojos entren, y me posean, las vidas que me hubiera gustado haber vivido, los papeles que me hubiera gustado haber escrito, las estrellas de Hollywood que me hubiera gustado haber estrechado entre mis brazos, y los amores que me hubiera gustado haber vivido. Y durante esos instantes, durante esas más o menos dos horas, vuelvo de nuevo a ser aquel niño que veía a Indiana Jones escapar de todos los peligros que se le pusieran por delante...

domingo, 10 de julio de 2011

"Oso De Peluche" 0054

No hace mucho tiempo, me dijo una amiga que le caía bien, que era un tipo estupendo, que sería el novio perfecto, pero que no "le ponía". Me dijo que podría ser el tipo de hombre que todas las chicas desean, amable, atento, buen conversador, pero que no "le inspiraba" nada más allá de eso. Ya hace algo más, una amiga me dijo que era como un perfecto oso de peluche, de esos que te pegarías horas achuchando. Pero yo no soy un oso de peluche, ni quiero serlo. La gente confunde ser afable con ser gilipollas, y yo ya me aburro de esto. No me hace falta que me doren la píldora, ni que me besen al verme, ni quiero que nadie me abrace a lo idiota. No llevo corazones de tela bordados en mi piel, ni en mi ropa, ni llevo lazos de cuadros, ni tengo una cuerdecita en la espalda de la que tirar para que te diga "Quiéreme", "Abrázame", o lo que sea.

Ayer no te hablé. A drede. Si no quieres saber nada de mí cuando no estoy, no pretendas que te entretenga cuando apareces. Soy un oso de peluche porque me comporto como una persona, y eso, hoy día, no se lleva. Soy simpático y empático, y esa es mi perdición. Me ilusiono con las cosas, con la gente, con las situaciones, trazo historias en mi imaginación, y luego, punto por punto, mis ensoñaciones se desmoronan hasta no quedar nada a lo que agarrarse. Y luego me vienen con esas. "Eres un oso de peluche". Gigante. De casi metro noventa. Serviría como mascota de algún parque de atracciones, de esas con las que la gente se saca fotos con gesto sonriente sin saber si quien está adentro ríe o llora. Y ya ni me ofendo con esas cosas, que es lo peor. Ya me da igual. No me importa nada ya a estas alturas, nada va a cambiar ya, y pensar que sí lo vaya a hacer es de tontos. Oso de peluche, suave y cálido. Quizás no sea una mala comparación. Para lo que haga falta, ahí estoy yo. Raudo y veloz. Aunque luego nadie esté cuando me haga falta a mí. Te miro, sonrío y pienso que me amas, pero no me doy cuenta de que los osos de peluche no tienen cerebro ni corazón. Si acaso, plumas, o espuma o serrín, o cartón. O nada. "No te sientas mal, me caes bien, pero no me inspiras nada". Los osos de peluche estamos para que nos abraces cuando te sientas solo, para achucharnos mientras piensas en otros, para dejarnos sentados sobre la cama mientras disfrutas con la compañía de otras personas. Los osos de peluche no pensamos, ni sentimos, ni amamos. Sólo lloramos en silencio, en un rincón, sin lágrimas, para no pudrirnos, para no molestar a nadie, para no ser el centro de atención. Los osos de peluche no contamos para nada, pero cuando nos abrazas, al menos, damos calor.

Yo no quiero ser ya un oso de peluche. Ya no quiero serlo más. No quiero caer bien una vez que me conoces, no quiero ser tu mejor amigo, ni esa persona a la que le confías las penas que te atormentan cuando te da el bajón. No quiero ser esa persona, porque no lo soy. Lo que de verdad quiero ser es en quien piensas mientras le cuentas tu vida a los otros.Quiero ser ese. Ahora.

lunes, 27 de junio de 2011

"Miradas, Sonrisas, Ensoñaciones" 0053

Y sí, aquí estoy de nuevo. Parece que fue ayer, cuando creí que todo esto había acabado, que todo lo nuestro se había terminado. Que entre tú y yo no habría nada, ni jamás lo había habido. Creyendo que nada de lo que habíamos hablado era real, que todo habían sido elucubraciones absurdas, como suelen ser.

Pero no. Aquí estamos de nuevo. Otra vez nos encontramos por la calle y es como si el mundo se detuviera. Te miro, y me miras. Lo hacemos con descaro, sin disimulo ninguno, como queriendo hacer que el resto del Universo lo sepa ya todo antes de que suceda. Me miras, y te miro. Esbozamos una sonrisa, de esas que llevamos meses cruzándonos. Yo, a veces, cuando te veo en algún sitio inhabitual, ya hasta amago con pararme a hablar contigo, como si nos conociéramos de toda la vida.

Los segundos se convierten en minutos, y los minutos en horas. Veo tus ojos azules clavados en los míos, como invitándome a que por fin me decida y te hable. Pero eso no lo haré jamás, porque la ensoñación es demasiado potente, demasiado primordial, demasiado perfecta. No quiero conocerte, porque me he enamorado de tu esencia, y creo que no podrías jamás estar a la altura. Como me pasa a mí.

sábado, 21 de mayo de 2011

"Te Veo Y Me Dueles, Mi Vida" 0052

Aún recuerdo lo que fue lo nuestro. Yo era un cachorro en tus manos, pequeño, blandito, pendiente de la siguiente payasada que te hiciera sonreír, de la siguiente ocasión en que me prestaras algo de tu atención... Tú nunca me tomaste en serio. Siempre fui para ti una diversión, un "Scattergories" con el que pasar el rato, una nimiedad, una bagatela. Es lo malo de ser follamigos. Eso es lo peor. Cuando uno de los dos lo sabe y el otro no.

Dejé tantas cosas por complacerte, hice tantas otras que me desagradaban profundamente, aparté a un lado a tanta gente, esquivé a tantas otras que hubieran querido que estuviera a su lado, sólo por tenerte. No puedo decir que la cosa fuera sorpresiva, pues nada de lo que planeé contigo salió jamás como pretendí. Así fue durante casi un año. Casi. Casi hoy, o mañana. En realidad, hoy. Hoy hace un año comenzó todo lo bueno que lo malo ha tenido, que además duró poco y fue sólo a tu conveniencia. Hace un año a estas horas, aún no nos habíamos besado, aún contaba con algún amigo con el que ahora ya no cuento, aún creí que eras alguien interesante destinada a jugar un papel importante en mi vida, y aún, visto lo visto, me equivocaba. Este año ha sido un tira y afloja, en el que tú siempre tirabas y yo aflojaba, en el que he recibido plantones, excusas, falsas esperanzas por ti urdidas y mentiras. Demasiadas mentiras. Me has demostrado no tener sentimientos, ni palabra, ni nada tras tu fachada. Has sido capaz de mentirme a la cara y yo me he creído cada una de tus historias, quizá porque me convenía. Quizá porque yo soy de los que me empeño en que las cosas funcionarán si se les deja tiempo, aunque vea que se están rompiendo desde el principio. Quizá porque tú seas el último eslabón de la cadena de fracasos sentimentales que en mi vida han existido. Quizá porque soy un cabezota, o porque no quiero estar solo. Quizá porque me pareciste lo suficientemente interesante como para considerar pasar el resto de mi vida contigo. Me equivoqué nuevamente, eso es algo que se me da bien.


Desde que rompimos lo que entre tú y yo no había, he pasado tiempo sin verte, tiempo que creí que me serviría para olvidarte. Ahora, que de nuevo te tengo a mi lado a veces, las conversaciones banales surgen como entonces, vacías pero fluidas. Hacemos cosas que hacíamos antes de besarnos, cuando apenas nos conocíamos. Volvemos a lo que éramos años atrás, y no te diré que me encante, pero en el fondo, no me desagrada. Será que pienso que es la nueva oportunidad de andar por un camino que se bien dónde no me debería llevar, pero que sin quererlo yo, de nuevo lo hace. Te veo y me dueles, mi vida. Pero más me duele cuando veo que me dejas solo, y apenas me saludas cuando esa otra persona está presente, que es casi siempre. Te borré de mis redes sociales, borré tu teléfono de mi agenda. Para no darme a mí mismo la ocasión de aprovechar las malas oportunidades que mi debilidad a veces me brinda, en forma de llamada a horario intempestivo o mensaje inapropiado y llorón. Tenía tu teléfono guardado en la memoria de un viejo móvil que apenas uso, pero ya no. Lo he borrado, y espero que, hoy, que se cumple un año de aquella primera ocasión, sea capaz de resetear mi cerebro y, por fin, enterrarte siempre en el fondo de mi memoria, aunque no confío en que así sea. Maldigo aquel día, aquella cena, y el momento en que decidí acompañarte a casa. Te maldigo a ti, por darme vanas esperanzas de que lo nuestro tendría algún sentido. Y me maldigo a mí, por inocente...

domingo, 15 de mayo de 2011

"Realidades Alternativas Y Universos Paralelos" 0051

Siempre me ha seducido la idea de la existencia de los Universos Paralelos. Una sucesión infinita de Realidades Alternativas que, partiendo de un origen común, exploran todas y cada una de las posibles opciones que en la existencia puedan haberse dado. Universos Paralelos, en los que yo no existo, o quizás sí, o quizás exista sin ser yo, o siendo otra persona igual, o completamente diferente. Realidades Alternativas en las que igual yo ya te conozco, o te conoceré mañana, o un abismo nos separará para siempre. Imágenes de nuestra vida que serían como samplers de nuestra existencia, dejadas en las manos de Dios sabe quién, para que haga un remix alternativo, que puede ser similar, pero nunca lo mismo que lo que ahora vivimos.

Siempre me ha fascinado la cantidad de puertas que dejamos abiertas en nuestra existencia, el sinnúmero de ocasiones que no franqueamos el dintel de esas puertas, y las opciones que dejamos suspendidas en el tiempo. ¿Y si hubiera aparecido en aquella cita a ciegas? ¿Y si hubiera declinado aquella oferta de trabajo gris? ¿Y si te hubiera respondido que sí, en vez de negarme? Pero vayamos más allá... En las infinitas Realidades Alternativas el camino que hemos seguido o no nos puede llevar a infinitas soluciones: Puedo haber acertado la combinación ganadora del sorteo millonario, puedo ser una estrella del rock, un cineasta famoso, un científico que inventa la vacuna para el SIDA, el primer hombre que pisa Marte, el financiero que hizo quebrar todo el sistema económico mundial, el asesino en masa más grande de la Historia, el hombre que vendió el mundo al mejor postor, o aquel que nos llevó a la destrucción en una hecatombe nuclear. Puedo ser el héroe o el villano. O ambos. Puedo ser Superman, Clark Kent o Lex Luthor. O una mezcla de los tres. Puedo ser Hitler, y puedo ser Ghandi. Puedo ser un hombre, o una mujer. Puedo tenerte cerca, a ti, lector, o puede que no hayas oído de mi existencia jamás. Puedo ser un mendigo en una calle de Helsinki o un broker de éxito en Nueva York. Puedo tenerlo todo y estar sólo, o no tener nada y contar con amistades de verdad. Puede que muriera hace años, o ayer, o mañana. Puede que nadie de entre los que me rodean sea conocido, o tenga su correspondiente en mi realidad actual.

Siempre que pienso en Universos Paralelos, enloquezco. Son tantas las variables, tantas las combinaciones, que todo lo que mi cerebro pueda procesar me lleva de manera ineludible a una única solución: sólo el nacimiento y la muerte son comunes en todas, y ni siquiera eso, dado que en infinitos Universos Paralelos yo no existo. En infinitas Realidades Alternativas soy un triunfador, en un sinfín de Planos de Existencia soy un perdedor. En la mitad exacta estoy sólo, y en la otra mitad alguien duerme a mi lado. De esas, en la mitad soy infeliz, y en la otra mitad feliz. De esas, en la mitad me me aman, y en la mitad me engañan. De esas, en la mitad lo ignoro y en la mitad lo sé. De entre todas mis vidas no vividas, en una encuentro a mi mitad perfecta, y en otra me quedo sólo para siempre. De entre todas, en una gano el Premio Nobel de Literatura, en otras, las más ramplonas, escribo un blog...

jueves, 12 de mayo de 2011

"Terraza De Verano" 0050

Me siento siempre en la misma mesa de esta terraza de verano, soleada, cálida, acogedora. Té, café, un refresco, poco importa. Hoy, casualmente, café con hielo. Hay quien dice que el café con leche no se puede beber con hielo, pero me da igual, a mí me gusta. Solo, en esta terraza, paso las tardes viendo pasar la vida y la gente. Veo a gente que, como yo, ocupa sus puestos de observación casi a diario. Hojean la prensa y ojean al personal que, distraído, pasa por nuestro lado sin hacernos caso. A veces, veo a ese tipo tan raro, que siempre va como con un traje de los años 70, sin pretenderlo. Probablemente sea nuevo, no tiene mal aspecto, pero deja bien claro que el hábito no hace al monje. O a esa chica que trabaja en la tienda de fotos, en la que nunca he entrado por miedo a que me hable, sea simpática e inteligente, y me parezca aún más preciosa de lo que ya me parece, y que ya es mucho. En ocasiones, pasa gente mayor, en cuadrilla, y me hacen preguntarme cómo seré yo a su edad. Entonces, me descubro a mí mismo gruñendo, o mirando a los chavales más jóvenes con superioridad y me veo de mayor como un tipo malhumorado y gris, pero si leéis esto a menudo ya sabréis que me encanta el melodrama, y que probablemente nunca sea así...

Me siento siempre en la misma mesa de esta terraza, curioso, pensativo o hablador. Desde aquí se observan las terrazas de otras cafeterías en las que no me siento nunca, aunque no me preguntes por qué. Y veo que, en cada terraza, se da rienda suelta al mismo ritual. Gente que tiene ya su sitio cogido, sus puestos inamovibles, como si fueran los bancos de una iglesia. En una de las terrazas más cercanas te sientas a veces tú, con amigos, con amigas, o en soledad. Te observo, con la inocencia que creía haber perdido de niño, porque me gustas. Quiero captar cada movimiento, cada gesto de tu boca, de tus ojos, de tus manos. Manos finas, delicadas, como toda tú. Ojos vivaces y despiertos, a veces ocultos tras gafas de sol en el más brillante verano. Boca perfecta, dibujada de manera experta y perfectamente adornada con pintalabios rojo. Boca que no deja de sonreír ni un instante, contagiando a todo aquel que te rodea, incluido yo, que te admiro en la distancia.

Me siento siempre en la misma mesa de esta terraza, haya nubes, o brille el sol. Por estas tierras norteñas hay que aprovechar la oportunidad de sentir el aire fresco en tu cara cuando tienes ocasión. Me siento aquí con la idea, cada día, de invitarte a que te sientes en mi pequeño rincón del mundo, conmigo. Cada día lo planeo, cada día lo intento, cada día fracaso en esto. Pero aún así, estoy contento. Sé que cuando pase el otoño, cuando quede atrás el invierno, cuando el sol asome y la primavera deje que sintamos su aliento, volverá la terraza de verano, esa en la que siempre me siento, y con suerte oiré tu risa arrastrada por el viento...

miércoles, 11 de mayo de 2011

"4 Con 9" 049


Desde que tú no estás en mi vida, no sobrepaso la nota de 4 con 9. Es un suspenso leve, casi indoloro, de esos que si te preguntaran, dirías que es un aprobado. Desde que dejaste de hablarme, y te borré de mi agenda, de mi directorio, y de mis redes sociales, mis pensamientos no sobrepasan el 4 con 9. No son lentos, ni estúpidos, pero tampoco brillantes. Yo solía ser chispeante y distendido, pero ahora me he vuelto gris y anodino. Desde que decidiste no sonreírme, ni hablarme, ni mirarme, mis ganas de vivir apenas sobrepasan el 4 con 9. No es que quiera suicidarme, ni que vaya a dejar de estar atento en las intersecciones de tráfico, no van por ahí los tiros. Es, simplemente, que me apetece menos vivir plenamente mi vida desde que sé que no quieres formar parte de ella. Desde que no huelo el perfume que llevas, y que sabes que me enloquece, mis ganas de disfrutar de lo que me rodea llegan a duras penas al 4 con 9. No me importa que sea primavera, que sea verano, que haga bueno, que las flores abran sus colores y lancen sus aromas. Bueno, no sé si no me importa, sólo es que no le hago gran caso ahora.


Nada de lo que planeo llega jamás más allá del 4 con 9. Ni cenas, ni aniversarios, ni fiestas. Nada. Nunca aprueban, o si lo hacen lo hacen sin querer, pesadamente, como arrastrándose. Nunca triunfo. Mi trabajo, mi día a día, nunca supera el 4 con 9. Y no es que no lo intente, es simplemente que no da para más...

viernes, 15 de abril de 2011

"Cosas Que Me Dicen" 048

Mi vida a veces es como un carrusel de cosas que escapan a mi control. Últimamente empiezo a dudar si el raro soy yo o si me rodeo de gente perfectamente prescindible. Mi psicólogo está francamente encantado con la fauna que me rodea, y no es para menos. Estamos en un momento en el que no ser un perfecto hijo de puta te convierte en un peligroso "antisistema" que ha de ser machacado sin piedad, no sea que cunda el ejemplo. Tengo amigos (pocos), conocidos (bastantes) y allegados (sin duda demasiados) que, con su comportamiento, no hacen nada más que demostrarme que la normalidad hasta ahora entendida como tal es un bien cada vez más preciado por escaso.

Hace pocos días, una conversación trivial, de esas que uno puede tener con cualquiera, una conocida me dijo que me veía algo bajo de moral, meditabundo, apagado. Le comenté que, en realidad, no me encontraba muy bien, aunque no me había dado cuenta hasta ese instante. "No sé", dije. "Últimamente nada sale como planeo... No consigo que mi vida discurra por los cauces que me gustaría. No me malinterpretes, no es que quiera ser millonario, ni una superestrella del rock o el cine, no. No es eso. Sólo busco una existencia enriquecedora, un trabajo que me haga crecer como persona, encontrar a alguien interesante con quien compartir la vida, tener un puñado de buenos amigos, vamos, nada especial, ¿no? Lo que quiere todo el mundo..."


Aquella joven, a la que apenas conocía de haber cruzado algunas palabras en el trabajo, y de un par de celebraciones sociales, dado que compartíamos alguna amistad común, me miró, sonrió, y sin dejar de mostrarme su abierta sonrisa, me respondió: "No es poca cosa la que pides, amigo. Mi experiencia en la vida, que tampoco es que sea como para escribir una enciclopedia, me ha demostrado que es más sencillo ser multimillonario, o una estrella musical, o de cine, que alcanzar una vida plena. Para ser multimillonario, bastaría con que fueras el único acertante de la Loto. Para ser una superestrella, te haría falta tener talento, suerte y estar en el sitio perfecto en el momento adecuado. Pero, para eso otro que pides, tendrías que acertar la combinación ganadora, tener talento, suerte, oportunidad y trabajártelo. Y ni aún así tendrías seguro el conseguirlo, porque hay factores que escaparían a tu control, demasiadas variables. Si quieres conseguir algo que se parezca siquiera sea mínimamente a la felicidad, has de hacer cosas que te acerquen a ti a conseguirla. No cosas que te acerquen a hacer conseguir la de los demás. Esa historia de que si contribuyes a la felicidad ajena te ves recompensado con la propia por el karma es una fantasía new-age. Sé feliz tú, y que los demás, si así les parece, se contagien de ti, y no tú del resto."


Dejé la conversación, apesadumbrado. Aquella mujer tenía razón. No podía seguir así. Se lo comenté a mi psicólogo, y él me dijo que, dentro de lo razonable, ese consejo escondía una gran sabiduría. Debía ser más egoísta, pero no como aquel que quiere todo para sí, sino como aquel que se considera a sí mismo lo suficientemente importante como para gozar de sus propias atenciones. Decidí que esa era una buena idea, y decidí que, a partir de entonces, dedicaría mis esfuerzos a conocerme a mí mismo, me centraría en mí, y procuraría dejar una rendija para los demás, pero sería una rendija estrecha, por la que sólo pasaría la gente que me aportara algo positivo, y por donde nunca, nunca, jamás, dejaría pasar a la gente sin sentimientos, a los vampiros emocionales ni a la gente que quisiera utilizarme en su propio provecho...


Y en eso estoy, aunque de momento no puedo decir que esté triunfando, la verdad. Pero le pongo empeño.

sábado, 9 de abril de 2011

"El Recorrido" 047

Hoy ha hecho un año de tu partida. Un año de camino recorrido desde que nos dijimos adiós. Un año. Sin rencores, ni simpatías. Sin nada. Te fuiste sin decirme nada agradable. Te fuiste, y un día que nos encontramos me miraste como a un extraño. Soy de los que necesitan explicaciones para todo, de los que racionalizan las emociones, de los que no pueden dar un capítulo por cerrado sin saber quién es el malo o por qué ha sucedido lo que sea que haya pasado. Tú me dejaste, así, sin más. Ni siquiera llegamos a celebrar tu cumpleaños en aquel sitio que dijiste...

No debimos besarnos aquella tarde tan soleada, en la que nos encontramos con todo el mundo, y todos nos miraban como si fuéramos la pareja perfecta. No debimos dejarnos acercar tanto el uno al otro, pues lo nuestro iba a haber sido una relación problemática desde el principio, si bien ten por seguro que me hubiera dejado cortar el cuello por ti desde el primer momento en que te eché la vista encima. Nada de lo que planeamos llegó jamás a realizarse, y hoy por hoy, sólo recuerdo el suave tacto de tu mano en mi mano, el dulce sabor de tu rouge de labios mezclado con el del tabaco rubio, y lo sedoso del tacto te tu cabello, negro como el azabache. El día que decidí no amarte hacía ya mucho que te habías marchado, y las lágrimas que derramé ya se habían evaporado, pero las cicatrices del alma y del corazón aún estaban frescas. Aún hoy, como cuando una lesión ósea crónica da molestias los días que anuncian tormenta, cada vez que se acerca el aniversario de todo lo que pudo ser pero no fue, de las heridas de mi maltrecho músculo cardíaco brotan lágrimas de sangre, llorando la pérdida irreparable de algo que quizá nunca debí haber encontrado. Hoy miro por la ventana, y al calor del sol primaveral, recuerdo tu voz, y las cosas tan profundas que me decías, y las verdades y las mentiras ya no me parecen ni tan verdaderas ni tan falsas.

Siempre que miro a la estantería, y veo el hueco del libro que te regalé, y que me resisto a rellenar con otro por temor a olvidarte, me embarga la melancolía, y la luz, el aire y el tiempo se detienen, me abrazan, y me transportan al mejor de aquellos días, el que nos besamos por primera vez, aquel en el que bajé la guardia, aquel en el que aún podía decirte que hacía años que no me partían el alma y el corazón, como tú hiciste... 

Esta noche, guardaré un recuerdo especial sobre ti, para tratar de olvidarte brindando a medianoche por ser capaz de olvidarte del todo pronto.

lunes, 4 de abril de 2011

"Carta De Despedida De Un Futuro Amor Desconocido" 046

"Aún te recuerdo, allí sentada, bañada por el sol, en la terraza. Aún puedo oler el aroma del champú que usabas, que desprendía aquella inimitable fragancia. Aún hace que mi vello se erice el recuerdo del candor con que te sonrojabas cuando te decía "Guapa". En mi memoria quedará instalado para siempre el escalofrío que recorría todo mi cuerpo cuando nos besábamos, furtivamente, en las primeras citas. La forma en que reías suena en mis añorados recuerdos como música celestial, banda sonora de toda una vida juntos. Tu sedoso cabello se perdía entre mis dedos cuando hacíamos el amor, y el roce de tu piel contra la mía hacía que el resto de mis sentidos desaparecieran para concentrarse tan sólo en ese tacto maravilloso. Tu voz celestial conseguía que abandonara cualquier cosa que estuviera haciendo, sólo para concentrarme en escucharte. Nada de lo que pasara entre nosotros quedaría tan sólo en el recuerdo, nada sería igual a lo que le sucediera al resto. Todo entre nosotros sería perfecto. Esas promesas se las llevó el viento. Fugaces historias al calor del fuego. Cometas radiantes, dolor y anhelo. Aún recuerdo mi vida soñada, mi creación utópica. Aún me pierdo en los laberintos de mi realidad, que es mi derrota. Aún te miro a los ojos, y lloro de emoción. Aún recuerdo mi vida y se me parte el corazón. Hoy es triste y vacía sin ti, sin tu pasión. Escribo renglones vacíos de contenido, pues era tu presencia la que les daba sentido. Aún te recuerdo allí, sonriendo en tu portal, esperando a que llegara a recogerte, como cada tarde. No puedo olvidar los momentos en que nos despedíamos, sin ganas, cuando éramos críos. Llevo grabado a fuego en mi alma cada instante que nos quisimos, y aquí, amor mío, en mi corazón, sabes que siempre tu lugar has tenido. Te echo de menos aún sin haberte conocido, y anhelo el instante en que los hados o el sino decidan por fin cruzar nuestros destinos..."

domingo, 20 de marzo de 2011

"Super Mario Bros" 0045

Es una historia de buenos y malos, de lucha de clases, es un entretenimiento, y es historia. Es "Super Mario Bros.", o cómo dentro de un juego para críos (en su origen), puedes encontrar elementos de tu vida. O no. No soy fontanero, casi  nunca llevo bigote, y lo de la gorra es cuestión de la climatología imperante. Como de todas formas mido más de palmo y medio, las comparaciones son bastante odiosas. Ni tengo una Princesa Peach de la que ocuparme, ni me la ha secuestrado un bicho horrible, llamado Bowser, y mucho menos un gorila gigante que me lance barriles. No voy por la calle comiendo setas alucinógenas, ni me crezco por ello. No pisaría una tortuga aunque me dieran dinero, ni recorrería el mundo rompiendo ladrillos a puñetazos, eso no va conmigo. No es a todo esto lo que me refería. Es más al tema videojuegos.

Cuando era chaval, me pasaba algunos videojuegos con los ojos cerrados, y el "Super Mario  Bros" fue uno de ellos. Me sentaba frente al televisor, enganchado a la pobrecica NES de la época, y horas de diversión. Ladrillos, setas, salto para aquí, salto para allá, y venga, a disfrutar. Yo era Super Mario. No me suponía esfuerzo alguno, como pasa cuando eres niño. Cuando eres niño, casi sin esfuerzo, haces de otro niño al que no conoces tu mejor amigo de por vida en minutos. Cuando eres niño, sin utilizar más que un poco de encanto, tienes novia, y muestras tus sentimientos sin ningún tipo de subterfugio, mostrando una emoción pura. Cuando eres niño, lo que hoy te parece difícil es fácil, e incluso divertido.

Hace unas semanas, en Facebook, encontré un emulador de aquel "Super Mario Bros." en Flash. Me pareció genial, porque hacía mil años que no jugaba, ya casi se me había olvidado lo mucho que me divertía este juego. Así que, con la ilusión de un niño, comencé a jugar. Ahora ya supero la treintena, y di por sentado que, en cuestión de minutos, dominaría la situación. Pero no. Ya no. Me pegué horas, desesperado, y no conseguí superar la mitad del juego. Al final, ante la posibilidad de que mi ordenador sufriera mi ira, lo quité. Yo ya no soy Super Mario. Ya no me salen los trucos, ni me crezco ante las adversidades. Ya no me resulta fácil, ni mucho menos divertido. No soy ya un niño, y se nota en todo. Ni me ilusiono como antes, ni todo me parece sorprendente, ni tengo ganas de descubrir un mundo nuevo a mi alrededor. No soy capaz de hacer amigos en minutos, y los que tengo a veces albergo serias dudas de que sean para siempre. No tengo quien piense en mí y empiezo a ser demasiado egoísta como para pensar yo en alguien. Quiero creer que si Bowser raptara a mi Princesa Peach, recorrería medio mundo para rescatarla, pero, a la hora de la verdad, ya no estoy tan seguro. Antes, cuando era un niño, todo resultaba sencillo y lógico. Ahora, de adulto, lo lógico nunca es sencillo.

jueves, 17 de marzo de 2011

"Adicciones" 044

Hola, me llamo Nombre Apellido Apellido, y soy adicto. Me ha costado mucho admitirlo, pero soy adicto, sí. A muchas, quizás a demasiadas cosas. Soy fumador. Fumo más de dos cajetillas diarias, aún y a pesar de la dichosa Ley anti-tabaco. Fumo tanto, o más, que antes. Fumo porque me gusta. Porque me hace sentir bien. Porque quiero. Y porque puedo. Me da igual morir. ¿O acaso si no fumara viviría para siempre? También bebo. Mucho. A diario. Bourbon, mayormente. Qué decir. Lo mío siempre ha sido un clásico. Bebo para olvidar. Bebo para que todo sea distinto. Bebo para ser mejor, aunque raras veces lo consigo. Bebo hasta caer inconsciente, y así, poco a poco, mis neuronas se resienten, mi inteligencia disminuye y mis recuerdos dolorosos se desvanecen. Así de fácil. ¿Drogas? Todas. O casi todas, aunque ahora mismo,  no se me ocurre una sustancia que no haya recorrido mi cuerpo. Las drogas son evasión, son diversión, son vida. Se empeñan en vendernos la idea contraria. Las drogas no son malas. Sólo hay que saber usarlas. Simplemente, uno tiene que saber en qué se mete antes de hacerlo, ¿no? Cosas malas hay muchas, pero no todas se ilegalizan, o se prohiben, o se consideran perniciosas... Todas estas son adicciones terribles que denotan falta de carácter, de autoestima, de amor propio, lo que quieras. Pero no son las únicas. Soy adicto al porno, a las redes sociales, a los programas del corazón y a los informativos. Soy adicto a mirar a las chics guapas a los ojos cuando pasan por mi lado, escudado en mis gafas oscuras. Soy cleptómano, ludópata, adicto al sexo extremo, a los intercambios de pareja, a todo lo que implique cualquier clase de vicio o perversión. Soy adicto a la autodestrucción, al dolor y a autolesionarme. Soy adicto a la equivocación, al error, a los amores sin futuro, al sexo salvaje y a la soledad. A la tristeza y a la melancolía. Soy adicto a la muerte, y no puedo remediarlo. Soy adicto al rechazo, a ser ignorado, soy adicto a las adicciones, soy adicto a las personas tóxicas, a los vampiros emocionales, a las personas dependientes, soy adicto a mí mismo. Soy adicto al deslumbramiento, a los dolores de cabeza, al ensayo y error, nunca sin error, pero siempre con ensayo. Soy adicto a darle vueltas a las cosas, a no saber el porqué de lo que me sucede, a meter la pata hasta el fondo, y a no saber cómo no hacer difíciles las cosas fáciles. Soy adicto a todo y especialista en nada. Cada cosa susceptible de engancharme lo hace, y pasa a engrosar mi lista de caídas al infierno. Soy adicto, sí. Y orgulloso de serlo. Estoy a punto de probar algo nuevo. Algo que sólo podré probar una vez. Se llama bala en el cerebro, y dicen que es de muerte...

martes, 1 de marzo de 2011

"No Te Debo Nada" 043

No te debo ya nada. Ni el nombre. No has estado nunca donde tenías que estar, no has sido ningún ejemplo a seguir. No me has dado un sólo recuerdo amable de mi infancia, mi adolescencia, mi juventud o mi madurez. Y ahora que yaces ahí, frío, e inerte, ni siento pena ni tristeza. Ni alegría, sinceramente. Me da igual. Sólo me libera. Todas mis crisis, todos mis problemas de adaptación, toda mi falta de sociabilidad y todo lo que ello ha conllevado ha sido gracias a ti. A tu consideración. A tu decoro. A tu alcoholismo. A tu cariño jamás proyectado hacia nadie que no fueras tú mismo. Pudiste ser alguien feliz, alguien pleno, pudiste llevar una existencia placentera y feliz, pero escogiste ser un hijoputa amargado, un imbécil resentido contra el mundo que disfrutaba haciendo a los demás maldecir el momento en que te habían conocido. Eras maestro en convertir momentos agradables que en cualquier otra familia hubieran sido de celebración y algarabía en malos sueños propios de una película de terror, cercenada toda posibilidad de disfrute en tu mente envenenada por el alcohol, la envidia y el resentimiento. Conseguiste no dejar ni una sola festividad del calendario, ni un sólo cumpleaños sin tu marca de enfados, borracheras, agresiones verbales y psicológicas, desde Acción de Gracias hasta Navidades.

No te debo nada, salvo los malos momentos y un par de taras físicas que llegaron a mí a través tuyo. Otros niños iban de pesca, o aprendían a navegar en el lago, o sabían cómo se llamaban los árboles, los pájaros o los peces porque su padre se lo había enseñado. Yo no fui jamás a pescar, otra persona me enseñó a manejar el catamarán en el lago, porque tú no tenías paciencia ni tiempo entre copa y copa, y los pájaros, los árboles y los peces eran cosas que jamás vi con buenos ojos. Nunca tuve un amigo porque me daba vergüenza que te conocieran, ni tuve pareja por miedo a tener una familia, pues creía que la familia era la tortura continua que tú nos enseñaste a mi madre y a mis hermanos. Recibí ayuda psicológica de adolescente, siempre a escondidas, sin que tú te enteraras. Hubiera sido tu gran victoria. Y eso no podía ser. Me marché pronto de tu lado, si no físicamente, sí al menos afectivamente. Para mí siempre fuiste un extraño. Nunca estabas para nada, y las pocas veces que dabas muestras de humanidad eran tan breves y extemporáneas como tus raros periodos de abstinencia. Al final, huí de tu lado, y los únicos remordimientos que tuve fueron los de verme obligado a dejar a mis seres queridos a tu lado. Pero tenía que ser así, o hubiera acabado en cualquier prisión estatal, esperando en el corredor de la muerte, feliz por haber por fin acabado contigo. Me marché, dejé todo atrás, y por ti no me arrepiento. Mi vida desde entonces fue a mejor, aunque el daño que habías hecho en mi mente y en mi alma no curó jamás por completo.

Pasaron así años, grises y abotargados, de ciudad en ciudad, de trabajo en trabajo, de problema en problema. Me enteré sin pretenderlo de que al final te todos te abandonaron, y acabaste, con la mente en blanco y solo, en manos de la beneficencia. Por ti me fui de mi casa, cambié de nombre e incluso de estado. Olvidé tu existencia en la medida de lo posible, hasta que un buen día alguien me encontró, y me dijo que habías muerto. Decidí hacer lo que tú no hubieras hecho. Dejarte marchar en paz, sin pena, rabia ni remordimiento. Organicé un funeral como tú te merecías. Hubo rosas, hubo cánticos y celebración. Me reencontré con la familia de la que por ti me había perdido y desarraigado. Lloré de rabia sobre tu ataúd abierto, y dejé que te enterraran, asegurándome de que tuvieras la tapa del ataúd bien claveteada, por si acaso despertabas. Púdrete en el infierno. En el infierno que nos hiciste vivir tú a todos los que un día te rodeamos...

jueves, 24 de febrero de 2011

"Jaque Mate" 042

Planear cosas es una de mis aficiones. Puedo planear un movimiento de ajedrez calculando las trescientas jugadas siguientes de mi adversario. O no. Quizás me las invente. Pero sé que, si muevo la torre y desprotejo a la reina, seguramente pierda la partida. Es curioso el ajedrez. Quizás el primer juego feminista del mundo. La reina es todopoderosa, mientras el rey es un calzonazos que sólo puede huir casilla a casilla. Curioso planteamiento, ¿no? Pero, si lo piensas, no muy alejado de la realidad...

Viene todo esto al caso, porque, de entre todos los planes que maquina mi cerebro, al final, sólo uno o dos se llevan a cabo en la realidad. Soy perezoso, y, a la menor señal de fracaso, abandono mis planteamientos, para centrarme en otras cosas. Con esto quiero decir que, si veo la más mínima posibilidad de equivocarme o de que algo no vaya a funcionar como el mecanismo de un reloj suizo, no se lleva a cabo y punto. No es derrotismo, es sentido práctico. Si algo tiene más posibilidades de salir mal que de salir bien, no merece la pena, por muy reconfortante que resultara su ejecución. A veces planeo cosas con maldad, y en esas ocasiones sí que me arriesgo. Esos riesgos se acentúan si pretendo hacer cosas a escondidas, esperando que otros no se enteren, por el mero placer de plantear mis jugadas de ajedrez, pero usando gente en vez de peones, alfiles, caballos o torres. Si planeo una jugada de ese estilo y me sale mal, asumo mi responsabilidad. He de decir, para mi descargo, que las veces que planeo cosas a mala hostia son tan escasas como poco efectivas. Quizás me pasa como a esos chavales que pretenden robar en un supermercado, pero no pueden porque les atenaza el miedo. Por eso, si quiero hacer algo que me importe de verdad,  procuro ir a las claras, o intentando implicar al menor número posible de personas. Creo que es una buena forma de hacer que las cosas funcionen.

Sin embargo, en mi último plan, no conté con que, si no todo depende de ti, la participación de otros implica serios inconvenientes, serias connotaciones que escapan a mi control. Como que, por ejemplo, lo que a mí me parece claro y cristalino, a otro le pueda parecer intrincado, rebuscado y dañino. Cuando no veo venir esas cosas, es, simple y llanamente porque no me he sentado a analizar todos los pros y los contras. Porque no he actuado con la malicia suficiente como para ver venir el problema. Un problema que, a lo mejor, para otros resulta evidente, pero que yo no he podido prever. Una persona que no debía estar en un sitio, diciendo algo que no debía estar diciendo a la persona que no debía, y todo vuela por los aires. Con lo fácil que hubiera resultado todo si hubiera actuado con maldad, en silencio y sin compartir cosas con nadie. Un movimiento rápido, una calculada mentira, y estaría allí, y eso sí que ya no tendría marcha atrás... Pero no. Dicen que la verdad os hará libres, pero eso es una mentira maquiavélica. Saber manejar los tiempos, los silencios y las verdades libera más que cualquier verdad bienintencionada. Toda mi vida ha sido así, y las bofetadas más gordas me las he llevado por ser sincero y dar la cara.

Seguramente, si alguien lee esto, acabará pensando que no se entera de nada, y que no sabe de qué estoy hablando. Es normal. Es la hora de repartir de nuevo las piezas, porque esta partida ya no tiene marcha atrás. Ahora he perdido al rey. Es un jaque mate perfecto...

sábado, 19 de febrero de 2011

"Esta Ya No Es Mi Parada" 0041

Hola, no se si me conoces. Creo que sí, que has sido consciente de mi existencia durante todo este tiempo, pero, hasta ayer, escogiste ignorarla. Soy el chico tímido que se sentaba cerca de ti en clase. Soy ese muchacho taciturno que te veía a veces en esa cafetería mientras estabas con tus amigas. Soy ese tipo lo suficientemente guapo como para resultar agradable, pero no lo suficiente como para que reparases en mi presencia. Soy el que te ha sujetado la puerta mil veces en el cine cuando salías. El que te ha dado los buenos días en el supermercado, ahí, en la sección de frutas y verduras. Soy quien se ocupó de ver que llegaras a casa sana y salva aquella noche que ibas de lado a lado de la acera a las tantas porque tu novio del instante prefirió seguir de fiesta con sus amigotes en vez de acompañarte. Soy quien sonríe cuando me cruzo contigo en la calle, y quien se queda sin voz cada vez que te ve e intenta cruzar una palabra susurrada en el pasillo de novela moderna de la Biblioteca.

Me pregunto muchas veces si sabes que existo, si en tu universo se refleja el mío, si en un momento dado alzarás tu mirada y me descubrirás cerca, más cerca de lo normal, tan cerca como para tocarte, y besarte, y susurrar mi nombre, y quién sabe, quizás decirme que estabas esperando que te dijera algo en cualquiera de las múltiples ocasiones que el destino ha querido ponernos en la misma secuencia espacio temporal, pero que, al ver que no lo hacía, te has decidido a hacerlo tú. Me cuestiono la justicia de una vida en la que gente que claramente debería estar junta se aleja porque uno de los dos no reúne fuerza, valor o confianza suficiente como para mirar a los ojos del otro y decirle: "Es a ti a quien quiero..."

He sabido desde siempre que tú y yo estamos predestinados. Creo que nací sabiéndolo. Por eso durante años me he puesto en tu campo de visión de manera deliberada, para ver si alguna vez conseguía  acertar a colocarme en tu punto de mira, pero siempre ha sido en vano. Hasta tal punto que, por fin, decidí abandonar la inútil empresa de conquistarte. Y me vino bien. Al poco tiempo, conocí a otra persona, otra muchacha que, como yo, había perseguido su estrella sin conseguir atraparla. Otra que, como yo, había decidido dejar de perseguir sueños que luego no están a la altura de las realidades, y que hacen daño. Nos conocimos en una librería, y todo cambió. Empezamos a salir y todo nos va perfecto. Y seguirá yendo así, aún a pesar de que ayer, en el autobús, ahora que tú estás sola y ya no te rondan tantos pretendientes como antes, te sentaste a mi lado y me dijiste que te sonaba mi cara. A pesar de que me dijiste que ibas a ir a esa cafetería en la que en tantas ocasiones te he observado furtivo. A pesar de que dejaste caer que te parecería buena idea que te acompañara. Todo hubiera sido perfecto meses antes, pero, ahora, tan sólo te puedo responder que lo siento, pero esta ya no es mi parada...

martes, 15 de febrero de 2011

"¿Cómo Están Ustedes? (El Payaso De La Tele)" 0040

Crees que me conoces porque soy famoso. Crees que puedes opinar de mí, porque me ves por la tele. Crees que puedes pedirme un autógrafo, una foto, un beso, lo que sea. Crees que te debo la vida sólo porque me reconoces por la calle y repitas la frasecilla latiguillo que digo a diario en el programa al que estoy encadenado. Crees que siempre he de ser gracioso, simpático y atento. No puedo ser de otra forma, me conoces, porque me sigues en televisión, me enlazas en redes sociales, me escribes cartas de amor o admiración a la redacción. Crees que sin ti no soy nadie, y que por eso tienes patente de corso sobre mí. Crees que estoy a tu servicio, que soy tu bufón. Crees que puedes exigirme ser mi propio personaje en cada ocasión, sin respetar que soy persona y, al menos, tan respetable como tú. Crees que soy el payaso de la tele.

Te crees con derecho a opinar sobre mi trabajo, como si fueras un Dios, sólo porque salgo en televisión. Crees que es tu obligación decirme lo puta mierda que es mi programa, lo poco edificante que te resulta, la poca gracia que te hizo tal o cual chiste. Te crees con poder para censurar mis movimientos, mis salidas, mis opiniones. Para ti sólo soy un pierrot, un payaso tonto que sale por la tele, que está en el mundo sólo para entretenerte, par hacerte reír. Un bufón.

No me conoces de nada, pero me tuteas. No me conoces ni sabes quién soy, pero actúas como si así fuera. No me conoces ni sabes quién soy, nunca me viste cuando era como tú, pero crees que tus enseñanzas sobre la vida, tus vivencias, son mejores que las mías. Que sólo soy un niño mimado, un endiosado. Crees que mis problemas son menores que los tuyos sólo porque mi trabajo es tu ocio, y, dado que tú lo disfrutas, es de necios pensar que yo no. Dices que me debo a ti porque eres mi público, pero sólo buscas una ficticia relación de poder, falsa como todo lo que ves que yo hago en la pantalla. Diez segundos, prevenido. Cinco, luz y sonrisa. Empieza la función. ¿Cómo están ustedes?

lunes, 14 de febrero de 2011

"14 De Febrero" 0039

No esperaba nada de este 14 de Febrero, y menos mal, porque nada saqué. Y menos de ti. Si acaso, lo de siempre. Bueno, lo de siempre no. Conseguí olvidarte, y no es cosa baladí. No sé muy bien por qué te empeñabas en aparecer y desaparecer de mi vida, consiguiendo en mi corazón un efecto parecido al que sienten los desenganchados a la heroína. Los que caen una y otra vez.

Te perdías durante meses, y era imposible dar contigo. Siempre tenías cosas que hacer, aventuras por vivir, sueños que conquistar, y en ninguno de esos planes cabía yo. Me volvía loco, pensando en qué sería de ti, en dónde estarías, si seguirías viva o si pensarías en mí. de pronto, un día volvías, y yo, como un cachorrillo, corría a tu encuentro. Me prometías el oro y el moro, me decías que todo sería distinto a partir de aquel instante, que estarías a mi lado, que no me podrías olvidar jamás. Y yo caía en la trampa, y te amaba de nuevo como si nada de lo anterior hubiera pasado. Entonces, cuando ya me tenías de nuevo enganchado, tensabas la cuerda, y me hacías rogar y suplicarte para no lograr nada. Cuanto más nos acercábamos, más me separabas de ti, y, nuevamente, desaparecías. Ahí yo me desesperaba, enloquecía de amor, de rabia, de odio y de celos, y prometía al Cielo que te olvidaría para siempre, que nada de lo sucedido volvería a repetirse, que no me importabas y que nunca volvería a querer saber de ti. Pasaba por el duelo como alma en pena, dándole vueltas, y sufriendo como un colegial. El tiempo transcurría, y poco a poco, te iba olvidando. Hasta que, de pronto, ya no te recordaba apenas. Y ahí, en ese instante, como si un resorte en mi cerebro te avisara de manera subconsciente, volvías. Un mensaje en el contestador. Una llamada a horas intempestivas. Una petición de ayuda desde cualquier punto del mundo. Y allí estaba yo de nuevo, olvidando el dolor, las noches de insomnio, las lágrimas y el desprecio. Y así mil millones de veces, y a cada cual más dolorosa la pérdida que la anterior, y más excitante el recuerdo. Pero no este 14 de Febrero, otra vez no. Te di la última oportunidad, te abrí mi corazón, la caja de mis sentimientos, mis verdades y mis miserias. Te ofrecí la posibilidad de explicarte, de decirme por qué me hacías esto a mí, que te amaba. Me dijiste que, simplemente tú eras así, y que, en realidad, yo te caía bien, pero no te importaba. No lo suficiente al menos.

Este 14 de Febrero tus palabras atravesaron mi corazón certeras como una bala, y decidí que en realidad, quizás tú no valías nada. Me convencí de que, por mucho que recorra un camino que no lleva a ningún sitio, no conseguiré que me conduzca a donde deseo. Y desde este 14 de Febrero soy feliz, aunque esté solo, porque ya no te espero. Desde este 14 de Febrero soy feliz porque te he olvidado.

domingo, 6 de febrero de 2011

"La Copia De La Copia De La Copia De Una Copia" 0038

Estaba recordando una escena de "El Club De La Lucha", en la que Ed Norton describe el padecer insomnio como vivir el día a día como si fuera la copia de la copia de la copia de una copia del día anterior. Creo que era algo así, por eso no lo entrecomillo, que soy especialmente tiquismiquis con eso. El caso es que últimamente no duermo muy bien. Hay quien dice que es porque me siento culpable de algo, hay quien me dice que es porque no todo me va bien, pero nadie sabe realmente el por qué. Ni siquiera yo.

Hace tiempo que mi vida parece la copia de la copia de la copia de una copia de una vida normal, y nada de lo que hago por actualizarla da resultado. Me he apuntado a cursos de cocina, he intentado aprender a tocar la guitarra, estuve a punto de sacarme la licencia de conducir camiones, y nada. Me he dedicado a pensar, he intentado escribir, he tratado de poner mi mente en orden, y nada. Todo es reiteración, nada es novedad, la ausencia de estímulos hace que me permita pensar en no avanzar en nada en mi vida, porque nada de lo que intento sale. Voy todos los días al mismo trabajo, me siento en la misma mesa en la cafetería, desayuno lo mismo todos los días, leo el mismo periódico a diario, vuelvo siempre a la misma hora y por el mismo lugar a mi apartamento, en el que nadie me espera, como todos los días. Descongelo un tupper para comer de los que cociné el fin de semana, me siento en el sofá en el mismo hueco de siempre, como viendo la tele, las mismas noticias se repiten, y todo lo que hago, que es nada, es lo mismo una y otra vez.

Hace meses que pienso que mi existencia es la copia de la copia de la copia de una copia de una existencia normal. Nadie está cuando me hace falta, pero yo sí estoy en cuanto me llaman. Voy al gimnasio, hago cursos de relajación, practico yoga. Mi soledad es absoluta. En realidad, mi soledad es la copia de la copia de la copia de una copia de una soledad perfecta. Ni siquiera en esto soy afortunado, pues estoy solo cuando no lo deseo, pero cuando necesito estarlo todo es jaleo. Los fines de semana son la copia de la copia de la copia de una copia del fin de semana anterior. Voy a los mismos sitios, veo a la misma gente, hablo de los mismos temas, y tomo siempre la misma copa, a imagen y semejanza del protagonista de una casposa serie de televisión. Miro a las mismas chicas que me rechazan siempre, hago las mismas tonterías, vuelvo a la misma hora y me despierto a la mañana siguiente con la misma resaca y el mismo sentimiento de vacío. No soy nadie, y sin embargo, pude haberlo sido. Voy a dormir ya. O a intentarlo. Porque mañana me espera la copia de la copia de la copia de una copia de una vida plena.

lunes, 31 de enero de 2011

"Forever Retro (Lo De Antes Mola Más Que Lo De Ahora)" 0037

"Hola. Soy tu nuevo contacto en Facebook. Seguro que no te lo esperabas, pero me encanta absolutamente todo lo que pones en tu muro. Todo es poco. Tu foto de perfil me obnubila. Has escogido ese actor tan maldito, como yo elijo a ese cantante que ya no está de moda, pero que fue una puta inspiración para mi vida cuando encontré su discografía completa a tres Euros el CD en la sección de Música del Alcampo. Los demás no saben nada. Nosotros sí que sabemos lo que es el arte, y el buen cine. No puedo dormir si no escucho a ese cantautor francés que se drogaba y moría cada día a las orillas del Sena. Es como si fuéramos almas gemelas. Me gustas, ¿sabes? Tú y yo podríamos hablar durante horas de la vida y sus circunstancias, de la muerte y sus concomitancias, de lo que se lleva y su causa y de lo que no debiera haber visto jamás la luz del sol. Tú y yo somos dos, nos separan espacio y tiempo, pero, con suerte, podríamos haber sido uno. Tenemos tantas cosas en común que seguro que en otra vida fuimos ser la misma persona.

Habla de lo que quieras, seguro que domino el tema, y te doy mi opinión con soltura. Coméntame de cualquier grupo o cantante. Fijo que les vi alguna vez en directo, en "Pasapoga" o en "Melainventoporqueyanoexiste", o en sueños, o creí que me crucé con ése artista tan "cool" que tanto te gusta (¿te he dicho alguna vez que mis amigas siempre me dicen que me parezco tanto a él?), o no sé, quizás sólo lo imaginé, o me lo inventé para impresionarte. Hablando de impresiones... Nada como el expresionismo alemán. Donde se ponga una peli de Murnau que se quite cualquier puta mierda de esas que hacen ahora, que sólo revientan las taquillas porque la gente de hoy no tiene alma, y no tienen ni puta idea del buen cine, y se tragan lo que sea, no como tú, o como yo, que tenemos un gusto exquisito, y nadie nos puede negar la sabiduría que da y el carácter que imprime sabernos de pe a pa los diálogos de las pelis de ese director tan malo que al final era bueno, no, lo siguiente...

No sé si te lo he dicho, pero trabajo en la radio, o fui disc-jockey en los ochenta, y me corría unas juergas con Almodóvar y Macnamara que eran pa mear y no echar gota. Nadie te puede ofrecer una visión de aquella época tan amplia como la mía, experimenté con drogas de todo tipo y condición, compañeros de correrías acabaron sus días en noches eternas, y todo lo que te diga yo lo has de creer porque soy guay, soy maduro y tengo una opinión formada sobre todas tus cosas, y me explayo a la hora de exponer mi fascinante punto de vista sobre tus ídolos, tus músicos favoritos y sobre tantas y tantas cosas... Tengo que molarte por cojones, no puedo creer que no lo haga..."

sábado, 29 de enero de 2011

"Rollercoaster..." 0036

En ocasiones, me siento como hipnotizado frente a la pantalla del ordenador, y dejo que mi mente divague. No consigo atarla a nada, no me concentro y mi cerebro pasa de unas cosas a otras como la USS Enterprise salta al hiperespacio. Mi mente es una maquinaria perfecta de funcionamiento discontinuo, y muchas de las entradas de este blog así lo atestiguan. Sólo necesito recordar un mal momento para que una tormenta neuronal se desate en mi hipotálamo, y que la electricidad que fluye por mi interior se canalice para escribir unas líneas desgarradoras sobre cosas que no me importan, que no me interesan o que no siento, pero que debo hacer mías para hilarlas con las que sí me influyen.

Hay días que podría escribir sobre mil temas, y otros en que no me sale nada. Como los días en que me golpeo con todo, son cosas que no tiene explicación. Últimamente, no sé si es que me fijo más, estoy más tendente al optimismo o por qué otra razón, las cosas parecen ir bien. Parecen responder a los estímulos adecuados. Parece que las cosas que vagamente planeo se van cumpliendo, a trompicones, incluso con sobresaltos, pero avanzan. Es como pasar de ir por la calle sin que nadie te mire ni te atienda a encontrarte rodeado de mil personas que te saludan, te sonríen y te muestran su afecto.

Hoy es un día como otro cualquiera, y, pese a que no se puede decir que haya sido algo grandioso, ni que haya sucedido nada como para recordar, el balance final es positivo. Merece la pena que pasen cosas que no te influyan negativamente. Merece la pena mirar a la gente a los ojos, sonreír y que te devuelvan el gesto. La vida es una puta montaña rusa, y lo único que se puede hacer es asegurarse de que los anclajes de seguridad le sujeten bien a uno, por si vienen curvas...

domingo, 23 de enero de 2011

"Realmente, No Valías Nada" 0035

Seguro que tú ni te acuerdas de mí ya. No creo que sepas el daño que me hiciste, ni el tiempo que me costó recuperarme de apenas quince días de compartir tu existencia. Seguro que seguirás tan tranquila, sonriendo, y contando tus patochadas. Sí, esas patochadas con las que conseguiste fascinarme, con las que me jodiste bien la vida, y con las que me dejaste tirado, en una cuneta, porque, según tú, no estaba a tu altura. A tu altura. A tu altura de mierda. Ojalá no te hubiera conocido nunca. Ojalá. Contribuiste a que mi ya de por sí desordenada vida mental acabara siendo un caos de preguntas y lamentos. No me vale que me dijeras aquello de tu novio suicida, ni lo de aquel ex tuyo, drogadicto pero artista brillante. No me vale que todas tus preferencias fueran mejores que las mías. No me vale que tú fueras brillante y yo un mequetrefe, no, ya no me vale. No me vale que desaparecieras, y me dejaras con un poso de culpa por algo que no he sabido nunca, ni ha sido jamás responsabilidad mía. No pienso cargar con tus traumas, ni con tus neuras, ni con tu falsa modernidad absurda. Ya no...

No puedo creer que me volviera loco por ti, ni que hiciéramos cábalas sobre nuestro futuro, ni que me pareciera tan guay que nuestros nombres empezaran por la misma letra, y el que, si intercalábamos nuestras iniciales, saliera una palabra. No sé cómo me dejé engañar por tu aspecto y tu pinta de niña buena, tus ademanes, y tu sonrisa, a la larga tan falsa como los gustos impostados que en todo tenías. No eras una persona, eras un estereotipo, un ejemplo perfecto de todo lo que me ha atraído en la vida, embutido en un ser que asemejaba ser una persona, un ser humano, pero que acabó siendo una sombra, un pelele, un fantasma. Cruzaste por mi vida como si yo te importara, pero al final dejaste bien claro que no te importaba nada salvo tú misma, y en ocasiones ni eso. Llegué a creer que eras una mentira, una broma del destino, un reflejo siniestro de lo que llevo toda mi triste y solitaria existencia buscando, cuando en realidad no eras más que un macabro clon de lo que llevo toda mi puta vida encontrando, gente rota que no tiene arreglo, o que, al menos, yo no soy capaz de arreglar, por mucho que lo intento. Me hiciste creer que el bastardo, que el malo, que el extraño era yo, y eso no te lo puedo permitir. Yo seré como sea, pero no tengo nada que ver con toda la basura que te ha salpicado en la vida.

No me das pena ya. Si acaso, asco. Y rabia. Y no me importa ni dónde estás ahora, ni qué habrá sido de tu puta vida. Suena duro, lo sé. Pero más duro fue el empujón autodestructivo con el que me obsequiaste a la primera de cambio. Yo quise ser en quien te apoyaras para empezar un nuevo camino. Yo quería ser quien compartiera contigo todo aquello que nos prometimos, todas esas cosas que siempre quise hacer pero nunca encontré con quién. Hasta que apareciste tú, como una Lady Halcón cualquiera, mostrándome a la dama que esperaba ver cuando en tu cerebro era de día, y el animal indómito y salvaje que arañaba y mordía si en tu cabeza se hacía la noche. Nunca sabrás el daño que me hiciste, ni lo que lloré por tu culpa. Nunca lo sabrás, porque no te dejaré saberlo nunca. Ahora ya te he superado, al fin. Como a un mal catarro o una gripe estacional persistente. Ya te he olvidado. Y no creo que te vuelva a ver en la vida, aunque nunca se sabe. Ahora, si lo hiciera, si volviésemos a vernos, tan sólo te diría una frase, a ti que tan pagada de ti misma estabas: "Realmente, no valías nada..."

lunes, 17 de enero de 2011

"Muñeco Roto" 0034

Hay algo roto en mi interior. El mecanismo que antes hacía que todo funcionara como debiera se ha roto, o se ha estropeado, o se ha quedado sin pilas. No recuerdo si alguna vez funcionó de manera continua, pero sí que sé que ha funcionado alguna vez, esporádicamente. A veces hacía sonreír, a veces emocionaba. Pero sólo a veces, porque, la mayor parte de ellas, no funcionaba. Hace años, conocí gente que estaba sola. Siempre les decía: "Es extraño. No entiendo por qué alguien como tú no tiene a nadie a su alrededor constantemente. Yo lo estaría, si quisieras...". Pero nunca querían. Y a nadie le parecía extraño que yo estuviera solo y sin compañía.

Algo en mí no funciona, mi interior se pone en marcha, pero los engranajes no engranan, los circuitos no funcionan, las poleas se atascan, y, al final, lo que parece que ha de funcionar, calla. En otra vida fui un juguete nuevo y que funcionaba perfectamente, en otra vida. En otra vida, seguro que conseguí encontrar a quien quisiera jugar conmigo, en otra vida. En otra vida, mis funciones y mis trucos atraían y cautivaban, en otra vida... En otra vida, que no recuerdo, todo era distinto y nada se parecía a lo de esta vida. En otra vida.Sin embargo, ahora, en esta existencia mía, lo que antaño fueron risas, hoy se tornan llantos, lo que en días fueron afectos y hoy se mutan en quebrantos. Ni siquiera un buen zurcido conseguirá jamás que mi relleno deje de gotear, y, poco a poco, mi estampa degenera hasta que llegue ese momento en que, solo, me marchite y muera.

Un muñeco roto soy, y no creo que pueda nadie recomponerme. Me faltan piezas, me faltan botones, me faltan armas, me faltan ambiciones... Un muñeco roto, algo sin nombre. Un fraude de ilusión, un espantajo. Doy más miedo que ilusión, y más pena que alegría. Cerraré mis ojos automáticos y esperaré a que acabe el día...

jueves, 13 de enero de 2011

"El Sumidero De Los Recuerdos Perfectamente Inútiles" 0033

A veces la vida te da segundas, terceras y hasta cuartas oportunidades. Para mejorar, para conocer a alguien mejor, para que lo que te salía mal te salga bien, y así. Pero claro, no todo han de ser buenas oportunidades, eso sería como pretender que las rebajas de un gran almacén estén siempre repletas de gangas que merezcan la pena.

Las más de las veces, la vida te da otra oportunidad para conocer a ese idiota que un día conseguirte esquivar en una fiesta mientras hablabas con algún amigo que te salvó de sus redes momentáneamente. Te da otra oportunidad para escuchar esa bobada que no oíste en condiciones y que hace que te salten los nervios. Te da otra, incluso, para recibir la bofetada del desdén de alguien que, en realidad, ni te va ni te viene, pero que está ahí, haciendo gala de un desprecio destinado a ti que no crees siquiera que tenga potestad para usar en su provecho. A veces te pasan cosas absurdas, que no sabes por qué, ni a cuento de qué, pero te afectan. Es uno de esos momentos perfectamente prescindibles, como cuando alguien te ve y te dice que has engordado, que estás muy viejo o muy calvo, y que, por mera educación, no respondes con un sincero "Que te den" o "Vete a tomar por el culo". Porque eres una persona educada. Y la gente educada sabe encajar con estilo ciertas tonterías de la gente inculta y sin educación que presume de su estulticia con dedicada abnegación. Y ya, ya sé que son cosas que hacen mella. Lo sé. A veces, nuestro ánimo es como el suelo terroso y lleno de barro de un pueblo del Oeste Americano. Ese barro se hace de nuestras propias historias, sí, de nuestras mierdas. Y si empezamos a saturar ese barro con las mierdas de los demás, al final se monta un cenagal de fango asqueroso, y acabamos reventando por algún lado. En esas situaciones, se puede reaccionar de dos maneras. La primera, la perfectamente normal, es la de dirigir una explosión de violencia, bien sea física, verbal o, ¿por qué no?, escrita hacia nuestro objetivo, con la clara idea de abrasarlo en el fuego de nuestra ira. El otro es, simplemente, dejar que su existencia desaparezca de nuestras mentes y nuestras existencias, dejando que se deslice y cuele por el sumidero de los recuerdos perfectamente inútiles. Es más civilizado y, a la larga, más provechoso. Además de una conducta pasivo-agresiva bastante elocuente, pero eso es otro tema.

Utiliza tu fuerza mental para que se deslicen por el sumidero aquellas personas que te adularon falsamente, o porque creían que eras de un estrato social diferente y superior al de ellos, y te despreciaron luego por no serlo. Lanza al sumidero a aquella persona que te hirió cunado le declaraste tu amor. No te duelan prendas en dejar que se viertan por el sumidero aquellas personas que te generaron angustia, tristeza, apatía o temor, pues ese es su sitio, y ahí es donde deben estar. Pululando por las cañerías de nuestro desapego y de nuestra indiferencia. Dedica tu tiempo y tu vida a los que lo merezcan, y a los que hagan por merecerlo. Al resto, a quien te estorbe, a quien te dañe, déjalo desaparecer en el sumidero de los recuerdos perfectamente prescindibles...

domingo, 9 de enero de 2011

"Historia De Lo Nuestro" 0032

Lo nuestro empezó a saltos y terminó de golpe, como lo hacen todas las historias de amor que se precien. Nos conocimos de forma casual, en una terraza de verano, y sin saber por qué, empezamos a hablar. Nos caímos bien, nos parecimos interesantes, y nuestros mutuos envoltorios nos parecieron lo suficientemente atractivos como para prorrogar nuestro encuentro en otras cuatro o cinco ocasiones. Hablábamos de música, de cine clásico y de otras cosas en el fondo banales, porque, en realidad, lo que nos apetecía era vernos, era olernos, era besarnos, era mordernos,  era arañarnos. Lo que queríamos era hacernos el amor de manera salvaje, pero, en cambio, hablábamos de arquitectura, de filosofía o de cualquier otra cosa perfectamente snob e intrascendente. Así pasaron varias tardes al sol del norte, que parece que no quema, pero sí lo hace, y calienta. Y mucho.

La última tarde,  en esa terraza junto a aquella fuente de estilo francés, nos atrevimos a besarnos por primera vez, objetivo único de nuestro acercamiento mental. Nos besamos hasta que nos quitamos el sabor. Nos acariciamos hasta borrar nuestras huellas dactilares, y nos prometimos amarnos y protegernos, aún sabiendo ambos que era mentira, producto de una pasión efímera como un fuego fatuo. Nos perdimos en aquel parque, que era como un bosque artificial dentro de una jungla de asfalto, hormigón y cristal. Paseamos de la mano, sólo porque así nos asegurábamos de que el otro no se nos escaparía. No podía dejar de mirarte, y mis ojos azules se reflejaban en tus gafas ahumadas de montura vintage, creando el trampantaojo de que mis ojos eran tus ojos que me miraban. Nos besamos, y, en un claro apartado de las miradas furtivas, nos amamos. No fue premeditado, o tal vez sí. Aquella tarde nos tuvimos el uno al otro de manera salvaje, sin conocimiento, sin ningún otro tipo de conexión activa, más allá de la puramente irracional, física y sexual. Tras aquello, nos acercamos a una antigua cantina que ahora era de lo más in del momento. Bebimos vino, y hablamos de cosas que a nadie le importaban, ni siquiera a nosotros mismos. Me dijiste que te encantaría enseñarme Francia, y planeamos nuestro próximo viaje relámpago a Londres. Me prometiste explicarme los secretos de "Un Perro Andaluz", y yo juré contaminarte con ese cine pseudo-intelectual tan intelectualmente vacío que tanto me gusta. Nos prometimos no abandonarnos, sin importarnos lo que quisiera pensar el resto del mundo, ajeno a nuestras sensaciones, nuestros sentimientos, nuestras pulsiones. Nos lo prometimos, aún sabiendo que nunca lo cumpliríamos... De madrugada, en tu portal, te despedí como un caballero galante. Me cogiste del corbatín y me invitaste a tomar una última copa de vino en tu casa. Acepté, por supuesto. Esa noche, increíble, llevó hasta el límite más extremo nuestras mutuas percepciones, haciendo que cada mínima extensión de nuestro sistema nervioso llegara al nirvana...

Lo nuestro empezó a trompicones y terminó en seco, como lo hacen todas las historias de amor que duelen, marcan y hacen llorar. Nuestra mutua adoración, nuestra pasión recíproca, como si de una estrella errante se tratara, sufrió de explosiones y estallidos en su superficie, arrebatos de ira, celos y desprecio que resquebrajaron nuestros sólidos cimientos. O quizá no tan sólidos, después de todo. ¿Sabes? Me caías mejor antes de nuestra primera discusión seria. Antes de que intentaras anularme como persona. Antes de que quisieras colgarme todos tus complejos a mí. No quisiste que te ayudara, y preferiste huir. El tercer acto de nuestra relación fue un adiós tajante, sin réplicas ni derecho a ellas. Hoy hace siete años desde la última vez que te vi, en aquella calle en la que apenas nos dirigimos la palabra, y seis años y medio desde la última vez que intenté ponerme en contacto contigo, el día de tu trigésimo primer cumpleaños, ése que íbamos a celebrar en aquel bar tan anticuado... Hoy es 7 de Enero de 2017, y no sé qué haría si volviera a verte. No sé si iría en tu busca para besarte de nuevo y abrazarte, o si por contra huiría de ti, tan sólo por no verte. Pero si que es cierto que, otra vez, en la misma terraza en que nos encontramos aquella tarde de primavera, mi corazón late con fuerza cada vez que recuerdo tu ausencia...

viernes, 7 de enero de 2011

"El Fin (Otro Don Nadie)" 0031

Cargaré con la culpa, no pediré explicaciones y dejaré todo atrás. Al fin y al cabo, ahí afuera el mundo sigue, y no creo que esto nuestro les importe. Digeriré los malos momentos, levantaré la cabeza y trataré de superarlo. Después de todo, afuera brilla el Sol, y no lo cambiará mi amargura.Creo que esto es el fin, la última escena. Es el final de nuestro amor. Y ya encontrarás a otro Don Nadie que aguante lo mismo que yo. Creo que este es el final. Sé que este es el final...

Trataré de aprender de los errores, intentaré ser menos maleable, y construiré mi vida de nuevo. No en vano, en el parque los niños juegan, y que mi vida se hunda o resurja no hará que lo hagan peor. Buscaré a alguien que no se parezca a ti, que tenga sentimientos distintos, y empezaré de cero. Al final, el resto del mundo gira, y nada de lo que me haya pasado variará su órbita. ¿Ves? El final. Último acto. Así es el fin de nuestro amor. Ojalá encuentres a otro Don Nadie que aguante lo mismo que yo. Creo que este es el final. No, sé que este es el final...

Volveré a ser quien era antes de conocerte, que quizás no fuera gran cosa, pero todo será como ya era. Y afuera, en el ancho mundo, todo seguirá igual, y el que lo nuestro se rompa a nadie importará. Intentaré olvidarte, y tal vez lo consiga, porque es lo que quiero. Aunque me duela después de toda la marea de planes olvidados y noches que nunca se dieron, y encuentros furtivos que acabaron como acabaron. Ha sido el fin. Último canto de cisne. Ahí se acabo lo que era amor. Ojalá encuentres a otro Don Nadie que te haga que sepas lo que es sufrir como he sufrido yo. Creo que eso fue el final. Sé que eso fue el final...


(Basado libremente en "Another No One", de Suede)

miércoles, 5 de enero de 2011

"Las Musas" 0030

Se despertó por la mañana, casi ya por la tarde, y junto a él ya no yacía nadie. Se desperezó, semi-inconsciente, abrazado aún a sus ensoñaciones y los dispersos recuerdos de la noche anterior, que había sido gloriosa. En su boca se entremezclaban los sabores del Marlboro Light, el Jack Daniel's y el rojo de labios de aquella muchacha tan atractiva a quien conoció hace algún tiempo, y con quien se había reencontrado la tarde anterior. Ella era muy bonita, aunque nunca hacía ostentación de ello. Ojos de agua, preciosas pecas recorrían su cuerpo y un pelo negro y brillante como las tinieblas del espacio exterior. Su conversación era siempre interesante y su timidez resultaba turbadora. Nunca supo por qué le habló por vez primera ni por qué dejaba de hacerlo cuando a ella le venía en gana, aunque no le importó, porque eso es algo que sólo se pueden permitir las mujeres como ella, apariciones etéreas, de esas que te alegran el día con su presencia, o te lo destrozan con su ausencia.

Los antiguos Griegos las llamaban Musas, porque eran las que inspiraban a los artistas. Hoy, un artista, un pretendido artista, ha de tener su Musa. Ha de tener quién le inspire. Ha de tener una sonrisa, una mirada o una voz que le haga recordar el modo en que puede transformar sus ideas en Arte. Pero eso no es fácil. Las Musas son caprichosas, y lo mismo que aparecen desaparecen, huyen, te esquivan o vuelven. Una Musa no es algo que puedas dar por garantizado. Una Musa te puede doler. Puede hacer que desees no haberla conocido nunca, desear que no hubiera despertado en ti el ansia creadora. Una Musa puede ser una bendición, o una pesadilla.

Así pues, mientras se colocaba el cabello, sentado al borde de una cama en la que aún quedaba la silueta de su musa, decidió que debía escribir algo. Algo que no tuviera que ver con él, sino con viajes, con ciudades costeras, con chicas turbadoras y gente que tiene suerte sin saberlo. Decidió que debía escribir la historia de su vida sin que él saliera en ella. Decidió que las Musas no son grata compañía cuando no desean serlo, y que las Musas son libres como el viento, y a veces soplan su inspiración sobre ti, y a veces no. Y que, por si acaso esa Musa decidía no insuflarle su bendición nunca más, a partir de ahora las Musas deberían encontrarle trabajando, escribiendo, creando, porque eso es lo que les gusta a las Musas, casi más que el que te preocupes por ellas, de ellas o por ti sin ellas. Otra noche, quizás ya prefijada, la Musa volverá, te sonreirá y te hará pasar la noche de tu vida. Entretanto, de punta a punta del mundo, los que tienen algo que contar y lo hacen, deciden esperar a su propia Musa, para que baje de su Vía Láctea y les ayude a escribir poemas, novelas, cuentos y canciones de amor...

lunes, 3 de enero de 2011

"Si Hubiera, Si No Hubiera" 0029

...si tan siquiera hubiera mirado atrás un instante, aunque sólo hubiera sido el tiempo justo en que tarda en caer una gota de rocío desde la hoja de un arbusto al suelo, seguramente hubiera podido esquivar aquel coche, y aún estaría vivo. Si la forma de conducir de aquel mequetrefe hubiera sido más llamativa, es probable que la patrulla de la Guardia Civil, que siempre montaba guardia en el mismo sitio, le hubiera parado y detenido, de tal forma que nunca hubiera estampado su flamante automóvil, a más de cien kilómetros por hora, contra la marquesina del autobús. Si no hubieran despedido a aquel imbécil por perder el dinero de la recaudación de la joyería de aquel día en su camino al banco para ingresarla, seguramente no se hubiera emborrachado, dada su falta de costumbre a la hora de consumir alcohol, tras beber copa tras copa de whisky en el bar del amigo de aquel tipo tan gracioso que hablaba en un programa de televisión de prensa rosa que veía todo el mundo, pero del que no recordaba el nombre, ni mucho menos se hubiera caído del taburete del bar, ni se hubiese abierto una brecha en la barbilla al golpearse contra la barra, justo antes de coger el llamativo coche de empresa que debía devolver al día siguiente sin falta en la empresa de renting que trabajaba para la joyería. Si aquel petimetre engreído que trabajaba en la joyería no se hubiera detenido en la floristería, y, más aún, si no se hubiera quedado absorto junto a la mesa de las rosas que quería regalar a su hija, hubiera notado cómo el sobre con la recaudación del día se deslizaba desde el interior de su gabardina, y caía a sus pies, quedando semioculto junto al banco de petunias.Si no hubiera entrado en aquella floristería para mandarle flores a ella por su cumpleaños, jamás me hubiera encontrado, tirado junto a un banco de petunias, el sobre con más de cinco mil euros. Si no me hubiera quedado con aquel dinero no hubiera podido reservar un vuelo a Londres para aquella misma tarde presentarme en Londres y darle a ella la mayor sorpresa de su vida. Si no hubiera hecho tanto sol aquella tarde, no me hubiera resguardado a la sombra de aquella marquesina de autobuses mientras esperaba impaciente la llegada del taxi que me llevaría al aeropuerto, de camino a Londres, para reencontrarme con ella...

"Era Un Perdedor" 0028

Eligió ser un perdedor porque esa era la única salida posible para alguien como él. Nunca había sentido contra su cara el rocío fresco de la mañana, ni había olido las rosas en un jardín botánico, ni había sentido su corazón arder de pasión por nadie, ni siquiera en sueños. Su sonrisa, aparentemente franca, ocultaba un mar de mentiras, una insalubre ristra de momentos para olvidar y una colección de traumas que hubieran hecho las delicias de cualquier clínica psiquiátrica durante años. Sin embargo, de cara a la galería, pasaba por ser un tipo perfectamente normal, uno de esos que las madres quieren para sus hijas, pero que ninguna hija en su sano juicio desea jamás para sí misma. Responsable, serio, razonablemente atractivo y con cierto gusto. Pero siempre rodeado por un aura gris que nadie sabía de dónde procedía exactamente, pero que hacía que todo a su alrededor se secara, se pudriera o muriera.

Eligió ser un perdedor, sí, porque a la gente como él no le queda más remedio. La soledad era su marca de fábrica, una soledad impenetrable como la noche más oscura. Nadie recordaba nunca quién era, qué hacía, o su nombre. Nadie le enviaba flores en una fecha señalada, ni una tarjeta cuando era su cumpleaños. Se  sentaba cada tarde al pie de su cama, al salir del trabajo, y esperaba las horas muertas hasta que la dueña de la pensión en que vivía le avisaba de que la cena estaba hecha, o de que empezaba aquel programa que había visto con ella una vez, pero que en realidad odiaba. En silencio, absorto en sus pensamientos, apenas si conversaba con nadie, porque sabía que, aunque lo hiciera, nadie le escucharía al final. Sus historias y sus vivencias desaparecieron enterradas en el tiempo, al no ser rememoradas, ni jamás contadas.

Era un perdedor, sí. Pero no lo eligió él. Lo era porque no tuvo más opción. En su vida nunca brilló el Sol una tarde feliz en un parque, ni cogió la cálida mano de nadie para pasear por la arena de la playa. Nadie acarició su espalda ni le dijo una palabra de amor al oído. Por eso, el día que apareció su cuerpo, ahorcado, colgado de la lámpara de su despacho con su propio cinturón, a nadie le sorprendió que, en los quince días que llevaba allí puesto, nadie lo echara de menos...