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miércoles, 29 de diciembre de 2010

"La Última Vez Es La Última Vez Es La Última Vez Es La Última Vez Es La Última Vez Es La Última Vez..."0025

"Mi forma de ser es compleja, dentro de su simplicidad. Si me sonríes, sonrío. Si me hablas, te hablo. Si me quieres, casi seguro que te quiero. Fácil. Sencillo. Previsible. Sin embargo, en otro tipo de situaciones, soy lo peor, soy imprevisiblemente absurdo. Si no me sonríes, creo que estás enfadado. Si no me hablas, no me atrevo a hablarte, y miraré a otro lado. Si no me quieres, me muero de pena. Soy así, de extremos. Y lo he sido desde siempre. Me pasa muchas veces, empiezo a pensar que demasiadas. Antes del verano, una chica quiso salir conmigo. Me aguantó una tarde, luego desapareció de mi vida, y rompió mi corazón, que hasta entonces había estado convertido en piedra, dejando que la sangre de lava se vertiera hacia afuera desde su interior, y aún hoy me quema, porque creí que ella me haría olvidarte. Soy melodramático, soy sincero, soy simple, y no soy de acero. No me gusta que me hagan daño, y sufro sólo de pensar que se lo pueda hacer yo a alguien. He recibido tantos palos que sólo puedo ser como soy, sin medias tintas, sin artificios, sin nada que esconder. Si no me quieres, no me busques. Y si me buscas, que sea porque me quieres tener cerca, o me harás sufrir. Hubo un tiempo, y hubo un día, en el que creí que nadie más me entendía. Sé que no soy único, sé que hay más gente a la que le sucede como a mí. No estoy solo, pero no siento compañía.

Es la última vez que lo intento. La última, aunque no quiera. La última, aunque me duela. Aunque me suponga borrar agendas de móvil, directorios de internet, mensajes que me reconfortan cuando más solo me siento, o videos de momentos en los que fui feliz, y que visiono para recordar a quien no quiere verme, o contarme entre sus amistades. Es la última vez que te llamo. La última vez que me encapricho de lo que no debo. Es la última vez que intento amar a nadie. A la vuelta de la esquina está mi nueva vida, esa que me hará sentir vacío y superficial, pero que me ahorrará dolor, sufrimiento y tristeza. Es la última vez, querido diario, que te escribo este año. Y no sé si lo haré más veces. Es la última vez que me lees, si es que esto lo lee alguien. Es la última vez que me bato en duelo usando como armas mi sinceridad y mis sentimientos. Es la última vez que las lágrimas recorren mi rostro pensando en ti, aunque sé que no me echas de menos, y que hace meses que debimos haber dejado de vernos. Es la última vez, porque para todas las cosas hay una primera, pero pocas se merecen tanto una última como esto nuestro.

Es la última vez que te escribo estas palabras: Si no me quieres, me moriré de pena, pero sólo un día. Después, como siempre, seguirá mi vida, aunque me duela..."

domingo, 26 de diciembre de 2010

"Sueño O Realidad" 0024

Entre la neblina provocada en mi mente por el éxtasis festivo de la noche anterior, diviso momentos eternos de lo más cercano a la felicidad simple que haya vivido en mucho tiempo. Y no, no es ñoñería, ni siquiera es que tenga gansa de ser feliz a lo tonto, no. La sensación que imbuye mis sentidos abotargados es lo más parecido a la placidez serena en la que desde siempre he querido vivir. Conversaciones, profundas o banales, pero siempre edificantes. Miradas, sinceras y azoradas, directas o de soslayo. Sonrisas amplias y casualidades impensables apenas una semana antes. El tacto de alguien que te acerca a la calidez con sólo reconfortar tu hombro mientras te habla. Momentos de intimidad en medio de multitudes. Intimidad simple, sin ningún tipo de segundas intenciones, sin cortapisas, sincera y limpia, de esa que sólo se da cuando eres un niño, tierno e inocente. Sentirte acompañado aún estando solo, como contraposición a la soledad extrema del que sólo le rodea gente.

Las mañanas como esta se dan pocas veces. Nieva y brilla el Sol. Y en el baile de copos, de coreografía difusa, los rayos del astro te hacen entrar en calor. Maderas que crepitan en la chimenea, una bebida caliente y tu voz. Saber dar la vuelta a una primera impresión, o lograrlo sin saber cómo. Juntos bajo una manta, asomados al balcón, viendo el brillo nuevo de la vida y el color. No es más que un sueño, pero es algo que sueño yo. Una vuelta de tuerca definitiva, que te deja en una nueva posición, en la que la vida conocida es diferente, y es vida. Mil personas a las que ver, cientos de gentes a la que saludar. Sólo un ser a quien hablar, aunque te cueste, aunque te duela. No es dolor, sino miedo. No es herida, es temor. Y nada de esto es serio, ni es nada, ni soy yo. Tu sonrisa mientras hablas es lo que quiero siempre a mi alrededor. No dar nada por sentado, saber que no será fácil, pero intuir que no será complicado.

La fiebre y los sentimientos afloran sin compasión, y poco importa en realidad si son oportunos, o si no lo son. Quizá la linea difusa entre lo imaginado y la verdad, entre lo onírico y la realidad, potenciado por los néctares que la noche nos ofrece, haga que confunda el sueño con la auténtica verdad. pero si lo que siento ahora es mentira, prefiero ignorar la verdad. Abrazado a mi brillante sueño, prefiero no saber nada más.

martes, 21 de diciembre de 2010

"Yo Y Mis Circunstancias" 0023

Querido Año Nuevo:

Sabes bien que no soy yo muy de pedir cosas al Año Nuevo, sinceramente, no creo en eso. Pero este año voy a hacer una excepción. Ya soy mayorcito como para creer en Santa Claus, o en los Reyes Magos, ya sé quiénes son, y no me pueden traer nada de lo que yo quisiera que me trajeran. Por eso te lo pido a ti, Año Nuevo.

Sé que siempre que se empieza un año, la gente se pone metas y planea cómo cambiará su vida, yo mismo lo he hecho más veces de las que admitiría, así que no me pilla de nuevas el hacer listas con cosas como, por ejemplo, ir al gimnasio, ser menos cabezota, sonreír por la calle, e, incluso, ponerme plazos para buscar una chica que me acompañe el resto de mi vida. Sin embargo, todas estos proyectos han sido vanos y sin resultado alguno. Por eso, quiero que este año sea diferente, aunque sólo sea porque es el primero del siglo que tiene una particularidad numérica que me gusta y no comentaré. Pero este año será el año en que cambie.

Este será el año en que no me fíe de nadie, como suelo hacer. Este será el año en que haré sólo las cosas que me apetezcan, y será así. Este será el año en que nadie me dirá que haga algo porque sí. Este será el año en que no siga a nadie ni sea su perrito faldero. Este será el año en que mi vida será mi vida, y no la de los demás. Este será el año en que no deje que los demás me hieran. Éste será el año en que nadie jugará con mis sentimientos. Este será el año en que nadie priorice sus cosas sobre las mías. Este será el año en que más personas dirán que soy un hijo de puta sin que me importe. Este será el año en que me preocupe sólo de quien se lo merezca. Este será el año en que no pediré citas a nadie, ni socializaré con nadie, ni hablaré con nadie. Este es el año en que jamás empezaré una conversación con nadie, ni aunque me muera de ganas, a no ser que sea a mí a quien me hablen antes. Este es el año en que me dejaré de convenciones sociales, haré lo que me apetezca hacer, solo o acompañado, pero será así. Porque me lo debo, y porque ya lleva siendo de otra forma demasiado tiempo. Dejaré de ser un secundario cómico de mi propia vida, a partir de ahora seré yo el protagonista. Y el que no crea que esto sea correcto, que se borre de mi vista, que se aparte, que no me mire siquiera a los ojos, que no intente pararme, porque he tomado una determinación, y, por mucho que lo intente, no conseguirá hacerme descarrilar de mi idea primigenia.

A partir de ahora, soy Yo y Mis Circunstancias.

lunes, 20 de diciembre de 2010

"Cinco Minutos Antes" 0022

Debí haber muerto en aquel accidente. Pero perdí el avión porque despegó cinco minutos antes. Debí haber salido con esa chica, pero me dijo que no vendría a nuestra cita cinco minutos antes. No llegué jamás a ver a los Reyes Magos cuando dejaban los regalos en mi casa, siempre se habían marchado cinco minutos antes.

En la mayor parte de las ocasiones, cinco minutos no son nada. En otras, cinco minutos es la diferencia entre todo y nada, entre el ser y el no ser. Y, en mi caso, siempre es el no ser. No ser nada y preguntarse qué hubiera sido de mi vida si las cosas no hubieran pasado tantas y tantas veces cinco minutos antes. Cinco minutos antes de que llegara, ella aún yacía allí, con su amante, en mi cama. Cinco minutos antes de que yo apostara, la máquina de apuestas entregó el boleto ganador que haría millonario a alguien sin cara. Cinco veces me plantó aquella muchacha cinco minutos antes de que no pasara nada. Son cinco minutos, nada más, pero marcan la diferencia. Cinco minutos que se convierten en horas, en losas de cinco toneladas, en pensamientos tristes y oscuros.

Cinco minutos antes de empezar a escribir esto, aún creí que ella me llamaría. Cinco minutos antes de pensar en ella sabía que no lo haría. Cinco minutos después de que yo pasara por aquella calle explotó una cañería justo por donde yo pasaba. Si hubiera llegado cinco minutos más tarde, no me hubiera tocado aguantar a esa persona tan pesada. Cinco minutos antes, el banco estaba vacío, y me hubieran atendido rápidamente. Cinco minutos sin saber de ti ya son demasiados, así que un mes ni te cuento. En cinco minutos pueden pasar mil cosas, como que decida que ya no debo amarte, porque me duele, porque es ya mucho tiempo, porque no me quieres y te aprovechas de que yo sí lo hago, porque en cinco minutos se pueden decir tantas cosas, y tú no me dices ninguna de las que quiero oir, y apenas ninguna de las otras. Hace cinco minutos, me quería suicidar, me iba a tirar al  paso del convoy de metro que tomo cada día para ir a trabajar, pero no he podido, porque mi tren había pasado cinco minutos antes. Cinco minutos. Un día me dijiste que habías estado enamorada de mí, pero que se te había pasado cinco minutos antes. Cinco minutos. Escribo como mucho durante cinco minutos, porque es lo máximo que puedo concentrarme sin pensar en que me has dejado cinco minutos antes. Perdí mi tren, cinco minutos antes de que tú llegaras...

sábado, 18 de diciembre de 2010

"Marionetas Sin Alma" 0021

...y un fin de semana más, otro día, otra tarde, otra noche de fiesta sin saber bien a dónde vamos, a dónde nos lleva esta vorágine de fiesta, sexo, drogas y alcohol, sin discernir si lo que hacemos está bien o mal, si nada de lo que nos rodea es simple o es algo extraño, sin pensar en el daño que podemos hacer a la gente que nos ve, que nos habla, que interactúa con nosotros, que nos odia,que nos mira, que nos perdona la vida porque somos algo diferente de lo que suelen ver, o, quizás, porque somos un reflejo de lo que les gustaría ser pero no se atreven, no sé, quizás sea eso, la verdad, pero me da lo mismo, porque, otro sábado más, esta noche, saldremos y haremos lo que mejor se nos da, a saber, emborracharnos como idiotas, irnos sin pagar de varios bares, lanzar requiebros a muchachas estupendas, acabar liados con las más guarras a última hora, cuando no quede más remedio, meternos unas rayas en los lavabos de caballeros, o de damas, según con quién vayamos, y mirar desde lejos, sin atrevernos a decir nada a esa chica tan mona, o tan sexy, o tan estrafalaria, o tan lo que sea, a la que vemos siempre, y que nos mira y a la que miramos, pero que jamás nos atreveríamos a decirle nada, no sea que pase algo, o que descubra que somos marionetas sin alma, y eso no, no puede ser en fin de semana, quizás entre semana sí, pero no este fin de semana, que podría ser el último, así que hay que aprovecharlo, y en vez de ir a donde vamos siempre iremos a otros sitios diferentes, donde vayan los raros, donde no nos conozcan ni tengan un juicio preconcebido de nosotros, no como en los garitos de siempre, en los que todo el mundo sabe tu nombre, tu filiación, de qué pie cojeas, y de cuál no, y que, al final, te limitan a repetir patrones y comportamientos como los monos de Wisconsin, que serán muy listos, y todo lo que se quiera, pero que, al fin y al cabo hacen siempre lo mismo, que es lo que hacemos nosotros, pero ellos no se tiran tanto el pisto, porque, joder, al fin y al cabo sólo son monos, así que qué coño van a decir de nosotros, si ni siquiera saben que cada noche de fin de semana, cada sábado por la noche, nos entregamos como locos a las más variadas diversiones, de esas que harían que tu padre no quisiera ni conocernos, ni siquiera que nos conocieras tú, ni nada de eso, porque seríamos una mala influencia, podríamos hacerte salir del rebaño de borregos que no hacen nada interesante para meterte en el nuestro, el rebaño de ovejas negras que siempre hacen lo mismo, que repiten patrones de comportamiento atávico y sonríen al ver el fuego, ese rebaño de gente sin conciencia que sale de fiesta como si no hubiera un mañana...

lunes, 13 de diciembre de 2010

"Excusas Y Memeces" 0020

"Eres muy simpático." ... "Pareces buena gente." ... "No me caes mal, pareces un tipo interesante." ... "¿Sabes? Tienes potencial, desarrolla tus ideas..." ... "No es que no valgas, es que aún no te han descubierto." ... "Me parece que tienes muchas ideas ahí, bullendo en tu cabeza, sí... En tu puta cabeza..." ... "¿Sabes? Creo que eres un buen tipo, y eres simpático, pero no tanto como para follar contigo..." ... "La gente dice que escucha, pero no lo hace. Tú sí. Eres tan gentil." ... "Es la primera vez que puedo expresarme tan libremente, me inspiras tanta confianza..." ... "¿Recuerdas aquel tipo, el que te dije que era un gilipollas? ¡Pues me lo estoy tirando! Y menos mal que me desahogué contigo, que si no..." ... "Eres tan amable, en mis tiempos un chico como tú estaría puesto a buen recaudo hace mucho..." ... "No es que no me gustes, es que no me gustas nada." ... "¿Sabes? Si estuviéramos en otro sitio, y tú fueras otra persona, seguramente nos estaríamos enrollando en este mismo instante..." ... "Ya, es un idiota, y no me hace ni caso. Ojalá fuera como tú. Pero sin ser tú." ... "No te lo creerás, pero es que no puedo aguantarlo más. No me conviene, lo sé, pero es que, joder, es verle y mi cerebro se desconecta..." ... "Con lo inteligente que eres, no sé por qué no estudiaste más..." ... "¿Qué? ¿Que yo te gusto? ¡Anda ya! ¡Pero si somos amigos!" ... "¿Sabes? Tú me ponías antes. Antes de que fuéramos amigos." ... "No quiero arriesgar nuestra amistad enrollándonos..." ... "Si tuvieras más dinero, aún seguiría contigo..." ... "Sí, yo también te quiero, pero sólo como amigo..." ... "Ah... Así que cuando me hablabas de esa chica que te parecía genial y de la que estabas enamorado, te referías a mí... Qué palo, ¿no?" ... "Estás más tonto de lo que aparentas si crees que voy a salir contigo. Pero no ahora. Nunca." ... "Eres, seguramente, una de las mejores personas que conozco." ... "No te ofendas, pero es que nada de lo que representas me resulta ni lo más mínimamente interesante, ¿sabes? Pero no por nada, es que yo soy así." ... "No eres mi tipo." ... "Me duele que creas eso. Creí que podríamos ser buenos amigos." ... "Jo, ojalá él fuera como tú..." ... "Tú sí que me entiendes." ... "¿Sabes? A mí no me gusta meterme en la vida de los demás, pero creo que deberías dejar las drogas, si es que las tomas. ¿O no las tomas?" ... "Ah... Que tú eres así siempre..." ... "No te parezca mal, no es que no quiera ir contigo al cine. Es que prefiero ir con otras personas." ... "Sí, mi psicólogo me ha dicho que no debo intimar con hombres como tú." ... "No te he engañado nunca. te lo prometo. Y no lo volveré a hacer." ... "Mi amiga me ha dicho que eres demasiado poco atractivo para salir conmigo. En realidad me ha dicho que eres demasiado feo, pero no quería decírtelo para no herir tus sentimientos..." "¿Sabes? Escribes muy bien. Podrías escribir algo, y me lo dejas. Pero no ahora. Igual otro día..."

domingo, 12 de diciembre de 2010

"El Mono De Wisconsin" 0019


"Es triste ser un mono de Wisconsin. Aunque también hay que decir que, antes de ser de Wisconsin, vivía en una selva, donde no sabía nada de mi potencial. Los monos de Wisconsin somos los monos más listos de todo el mundo. Grandes investigadores y famosos científicos se fían de nuestro criterio en toda clase de estudios, experimentos e  investigaciones, sobre mil y un temas, a cada cual más peregrino. Y, sin embargo, ser mono en Wisconsin no es lo mejor del mundo, al menos no lo es, ni lo será nunca, para mí, ni creo que deba ser una aspiración en la vida llegar a serlo.


En los chistes siempre se nos usa para decir que somos tontos. En plan: "Hey, el mono de Wisconsin sólo tardó un minuto en resolver esa ecuación matemática...", y si tú tardas más es que eres un tarado. Los monos de Wisconsin tenemos sentimientos, y estamos en la cima del mundo de la escala evolutiva monal, e, incluso en la media de la humana. Vale que a algunos monos, a veces, les gusta vestir como personas, y llevar gafas, fumar y beber como cualquiera, y les pone vestir trajes de volantes y montar en patines mientras tocan los platillos, pero eso es sólo un cliché televisivo, una estrategia publicitaria para vender tarjetas moñas de cumpleaños. Creerse que todos los monos somos artistas de circo es como si yo me pienso que todos los que se parecen a Resines tienen que tener un bar de tapas en la que pongan jamón a espuertas. Los monos de Wisconsin somos otra cosa. Somos élite entre simios. Somos los Nobel del mono. Y clamamos venganza por nuestro ninguneo sistemático.

Como líder de los monos de Wisconsin, me he preparado para acabar con esa supuesta supremacía de la raza humana sobre las demás razas de homínidos. Y lo voy a hacer con vuestras mismas armas. Vestido y armado como cualquiera de vosotros, comenzaré pronto la masacre. Y lo haré, empezando por aquí, claro. Para que ya no haya que decir que somos monos de Wisconsin. Cuando acabe, todo lo que haya en Wisconsin serán monos, y así no habrá que especificar cuando se hable de nosotros. No seremos nunca más "Un Mono de Wisconsin". A partir de la gran matanza, seremos "Uno de Wisconsin". Agacha la cabeza si me ves, o te la volaré...Je, je... ¿Qué es eso que decían sobre monos y pistolas?"

jueves, 9 de diciembre de 2010

"Segundos" 0018

Estás harto. Hundido. Compungido. Tienes a tu lado a alguien que una vez quisiste, pero que ya no pinta nada, y no ha realizado ninguno de los sueños que ambos, con ilusión, trazasteis. Cada día hacéis lo mismo, vais a los mismos lugares, habláis lo mismo (si es que habláis), y, probablemente, discutáis por las mismas cosas que siempre. La rutina y la mansedumbre se ha apropiado de vuestras vidas, y nada de lo que hacéis os reporta las mismas satisfacciones que antes. En tu vida, antes de esto, mucho antes, planeaste ser alguien diferente. No mejor, ni peor. Diferente. Alguien con otras perspectivas. Ahora aquí estás, recorriendo centros comerciales en fin de semana como expresión de la diversión suprema. Empujando el carrito de lo que una vez hiciste sin pensar en las consecuencias. "Cuando eras más joven eras diferente", piensas. Ahora ya no te sonríen las jovencitas como antes, y sabes que no lo harán más ya. Salvo que todo cambie. Ella no es que esté más contenta que tú, todo sea dicho. Le prometiste que te casarías cuando la dejaste embarazada, pero aún no lo has hecho. Ella se emocionó cuando se lo dijiste, pero no lo has vuelto a mencionar, y ella no te dice nada para que no te sientas presionado. Es más, ahora es en lo último que piensa. En su cabeza sólo hay sitio para pensar en qué momento te dice que os descuidasteis otra vez en aquella cena a la que fuisteis y en la que los dos bebisteis más de la cuenta. Pronto será invierno, y todo será más triste, más gris, menos apacible. Te mira y piensa que no le gusta tu pelo, ni la estúpida chaqueta que llevas para aparentar menos edad de la que tienes. No le apetece estar contigo, ni a ti con ella, pero todo da igual. Tenéis que soportaros y aguantaros. No sois lo que esperabais que la vida os iba a deparar, pero, ¿qué hacer? A veces, el segundo mejor es el mejor al que puedes aspirar. Por las noches, cuando todo está en calma y oscuro, intentáis volar. Os abrazáis fuerte y os amáis, dando por sentado que así os alejaréis de lo que os rodea, pero cada mañana despertáis y caéis al suelo. No nos engañemos. La primera vez dejó su poso, y te pareció muy importante, pero ya pasó, y tras cada noche, vuelve a haber una mañana. ¿Y qué hacer, o qué decir? Los segundos se convierten en horas, y las horas en días, pero al final de todo, vuelve a haber otra mañana... Es como ya te he dicho, a veces, el segundo mejor es el mejor al que puedes aspirar...

"No Eres Ciego" 0017

Así que al fin caíste en la cuenta aquella bendita tarde, mirando fijamente a la lámpara del techo del salón, esa que ella se empeñó en comprar, pese a que a ti te horrorizaba, mientras escuchabas al inefable Jorge Javier presumir de pseudo-cultura frente a los monstruos de su programa de tele borderline. Ahí es donde ya lo viste claro. Muy claro. Eso, y que habías oído ya los chismes, las chanzas, los cotilleos y las habladurías sobre ella, sobre que había estado en mi piso otra vez. Y todo el mundo lo sabía ya, menos tú. No sospechabas nada, pese a haber encontrado esa nota en la balda de la cocina, en la que ponía 'Te Quiero', pero no era ni siquiera su letra, ni en eso se había molestado... Pero ni aún así lo tenías claro, ¿verdad? ¿No te parecía extraño que, cada vez que querías tocarla, te dijera que se iba a dar un baño? No, ¿verdad?. ¿No te parecían raras las salidas intempestivas a Dios sabe dónde? ¿A altas horas de la madrugada? ¿Sin decirte nada? Tampoco, ¿verdad?. No, no era sospechoso, claro. Ni siquiera te hacía pensar mal que cada vez que le hacías ojitos ella se riera de ti en la cara. ¿Por qué te hacías eso? No es sano, amigo. O lo que seas. Pero pones en juego tu salud con tanto pretender no saber lo que sí sabías. ¿O no lo sabías? No me puedo creer tanta inconsciencia. No sé por qué pones esa cara a estas alturas. Si, ya sé que eres tan bueno, y tan considerado... Joder, es que llevamos años así. Años. Y era tan fácil, tan evidente... Tardes enteras encerrado viendo televisión, mientras ella va a tantas clases, y tantas exposiciones y hace tantas cosas que 'a ti, cariño, seguro que ni te interesan'... Hombre, no eres ciego. Ya tenías que saber que algo había. Ya sabías dónde y sabías con quién. No eres ciego, deberías haber entendido que lo vuestro no lleva a ninguna parte, y no tiene ningún sentido... Vamos... No eres ciego, aunque desearás serlo cuando la veas conmigo otra vez...

miércoles, 8 de diciembre de 2010

"Vencedores Y Vencidos" 0016


Esto sucede siempre. En cualquier diatriba, discusión o contienda hay vencedores y vencidos. Pero esto no es sólo aplicable a temas violentos o guerreros, no. Es aplicable a nuestro día a día. Si utilizamos el símil de que la vida es la guerra, cada día es una batalla. Y en cada batalla hay un vencedor y un vencido.

¿Eres dueño de tu vida? Vencedor. ¿Madrugas para ir a trabajar? Vencido. ¿Conduces un coche último modelo, con una chica estupenda al lado? Vencedor. ¿Viajas en transporte público, aguantando el hedor de otros como tú? Vencido. ¿Vives en una casa enorme, con servicio, piscina, jardín, comodidades? Vencedor. ¿Te quedan treinta años de hipoteca? Vencido. ¿Follas mucho? Vencedor. ¿Follas poco o nada? Vencido. ¿Te miran por la calle con envidia? Vencedor. ¿Te giran la cara tus amigos sólo por no saludarte? Vencido. ¿Encontraste ya a tu amor? Vencedor. ¿Follas cada fin de semana con una distinta porque ninguna te aguanta más de tres días? Vencido. ¿Te gusta el rock de base? Vencedor. ¿Te gusta Operación Triunfo? Vencido. ¿Vistes de negro porque quieres? Vencedor. ¿Vistes de negro porque te lo imponen? Vencido. ¿Lees en la prensa artículos en los que hablan de ti, aunque sea mal, pero hablan? Vencedor. ¿Lees en la prensa artículos en los que hablan de futbolistas? Vencido. ¿Ríes mientras te ves en el espejo? Vencedor. ¿Lloras al verte reflejado en los charcos? Vencido. ¿Duermes del tirón? Vencedor. ¿Te despiertan tus pesadillas envuelto en sudores fríos? Vencido. ¿Eres lo más de moda? Vencedor. ¿No te conocen ni en tu casa? Vencido...

¿Eres un Vencedor, o un Vencido?

sábado, 27 de noviembre de 2010

"Valmont (No Puedo Evitarlo)" 0015

Me sucede siempre. No puedo evitarlo. Siempre me acerco (ojalá, en realidad, siempre lo intento) a quien más daño me puede hacer. No hago caso de los designios, ni de los horóscopos, ni de los hados, no. No escucho a la razón, ni a los argumentos lógicos, no. No veo los indicios, ni sospecho, ni indago, ¿por qué iba a hacerlo? Yo voy a mi aire, veo, busco, elijo, y ataco. Soy así. Y no es por nada en particular. Simple y sencillamente, no puedo evitarlo.

Mi vida es gris y triste, y yo no puedo evitarlo. No es que la vuestra sea mejor, no os confundáis con esto. La rutina me aplasta, como a todo el mundo. Nunca logro todo lo que me propongo, como le sucede a casi todos. La vida es hastío, y lo sabéis, y yo no puedo evitarlo. Cada cosa nueva, cada momento de asueto, cada amistad impostada, conduce inexorable y lentamente a la realidad oscura, a la mansedumbre del día a día. No puedo evitarlo.

Me enamoro cuando y de quien no debo, y no puedo evitarlo. Sé que me confundo, que yerro, pero sigo avanzando, como un zapador que quisiera avanzar hasta la posición enemiga, aún sabiendo que lo que va a encontrar allí no es lo que él querría. Me acerco a gente que refleja mi incertidumbre, y con ella me hiere y me hunde, no puedo evitarlo. La soledad me empuja a intentar agarrarme a cada brizna de esperanza, de alegría, de novedad, exponiéndome a los golpes y los cortes que me esperan tras cada esquina, no puedo evitarlo. Sé dónde están mis enemigos, sé cuáles son mis errores, sé cuáles son mis propias artimañas de autoengaño, y aún así, ejecuto cada plan de fracaso con denodada dedicación, con milimétrica exactitud, con sombría elegancia, hasta que encuentro la hostia, que espero con ansia. No puedo evitarlo. Cada vez que me parece que todo va bien, surge en mí la sospecha de que me equivoco. De que algo saldrá mal. De que esa alegría se desvanecerá. De que esa cita no se producirá. Sucede siempre de esta forma, como si una maldición ancestral se cerniera sobre mí, e hiciera en mí presa y no me soltara nunca. Nada de lo que planeo se realiza. No soy nadie, no estoy con nadie, no le intereso a nadie sucede así, y nunca me equivoco, no puedo evitarlo.

A veces, en la soledad oscura de la noche en mi cuarto, aprieto los puños, rechino los dientes y lloro, implorando el perdón de unos dioses que sin razón me han castigado. A veces, en mi soledad cautiva, alzo el puño contra ellos, desafiándolos a acabar con mi precaria existencia. A veces, en la impostura miserable que esconde mi falsa sonrisa, es donde se esconden los rescoldos del fuego de mi ira contra el mundo, y soplo, y lloro y grito, no me gusta hacerlo, pero no puedo evitarlo. Hoy hace seis meses desde que alguien que creí cercano me dijo que no era sino una marioneta, un avatar, un fantasma, que era presa de mis propias inercias, de mis propios sentimientos, de mi idea de lo que mi ser representa... Me dejó atrás, y sé que, cada vez que lo hace, mira hacia atrás con ira, con odio y con desprecio, porque eso es lo que yo le inspiro, no puedo evitarlo. Y estoy al borde de caer otra vez al abismo por abrir otra vez la misma puerta, pero en un sitio distinto. Primero me halagan, luego me desprecian. Esperan que sea un avatar sin alma, pero, tras la imagen, se esconde alguien, agazapado, temeroso de ser visto, pues es cuando alguien llega a verlo cuando se produce el abandono, la tristeza y la soledad. Otros esconden un ser malvado y temible tras la máscara que los viste, yo oculto un ser complejo, tímido, sensible. Alguien que a mí me gustaría conocer, pero que, lamentablemente, no inspira el mismo sentimiento en el resto del mundo. Estoy aburrido, así es la vida, pero yo no puedo evitarlo.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

"Ella Me Mira Cada Día" 0014

Ella me mira. Cada día. Cada vez que nos cruzamos. Cada día. Cada mañana. Cada día. Cuando voy al trabajo. Cada día. En menos de cien metros, siempre en el mismo lugar. Cada día. Es bellísima, y me mira. Cada día. Si pudiera elegir, en una telenovela haría le papel de la bella malvada, y me mira. Cada mañana.

Me cruzo con ella cuando voy al trabajo, y no sé quién es, ni por qué me mira. Pero lo hace. No sé si me ira porque quiere, o me mira porque yo la miro, porque lo hago, y la miro porque es la chica más bonita con quien jamás me haya cruzado. Es bella. Tiene estilo. Es alta y preciosa. Y me mira cada mañana. Me mira fijamente, a los ojos, cada día. No sé cuándo empezó. No sé cuándo fue la primera vez que nos cruzamos las miradas. No recuerdo nada cuando ella me mira, más que a ella. No me deja pensar en nada su mirada. Ella me mira, y no sé por qué. Y no debería importarme, en realidad. Sólo sé que, cada mañana, muero por encontrarme su mirada. Y que, cuando, por azar, alguna mañana no me cruzo con ella, es como cuando un adicto no encuentra su dosis. Soy dependiente de su mirada. Necesito el chute de adrenalina mañanera que me proporciona el clavar sus ojos en los míos. Cada día, cada mañana. En ocasiones me la cruzo de nuevo a mediodía. Y me mira de nuevo...

No sé si será que la conozco de antes, ahora sólo sé que la conozco porque me mira... No sé si habré hablado con ella antes de que empezáramos a mirarnos, pero me mira como si nos hubiéramos conocido en una vida pasada y lejana, en esa vida ansiada que no puedo vivir ahora, en la que me va todo de manera diferente a como me va ahora, en esa vida en la que ella no sólo me mira... No sé si será que quiere conocerme, pero sería algo tan extraño que no puedo siquiera imaginarlo... En fin, no sé por qué lo hace, pero me mira. Me mira y me traspasa. Su mirada entra por mis ojos, llega a mi cerebro y se reparte por mi columna vertebral, haciendo que cada red neuronal, cada fibra de mi sistema nervioso se ponga en alerta... Me mira... Me mira...

Espero que llegue el día y deje de mirarme, y me hable, y me diga qué ve en mí digno de mirar cada día, por qué me mira, por qué cada mañana nos cruzamos en una porción de tiempo, en una porción de espacio, en una coreografía diaria que tan sólo nos hace cambiar de escenario, bien algo delante, bien algo detrás, pero no de paso, y que se perpetúa en el tiempo haciendo volar mi imaginación y mis sueños...

sábado, 20 de noviembre de 2010

"La Merienda De Los Hombres Fuertes" 0013

Cuando era más niño imaginaba que al llegar a mi edad mi vida sería muy diferente. Me veía a mí mismo con un millón de amigos, casado y con críos, en una casa con jardín y con perro. Más que nada, porque, a mi edad, mis padres ya llevaban casi diez años casados, y tenían dos críos. Así que, si a los diez te preguntan cómo te crees que serás a la edad de tus padres, seguramente te mires en ellos y digas lo que ves. Salvo el perro. Nunca tuvimos perro, aunque yo hubiera querido. Los momentos más felices de mi infancia se ligan a perros que eran de otras personas, así que, ¿cómo no querer tener uno? En aquellos días de pan con Nocilla de dos sabores estaba "Blackie", una especie de pastor alemán negro, que era de aquel niño, Iván, o Víctor, no recuerdo bien. Hace ya tanto tiempo. Íbamos por la chopera, o cerca de la presa, o por las tierras de Danvila, que tenía unos perros muy hijos de puta, y "Blackie" siempre venía con nosotros, como en "Los Cinco". "Blackie" se peleó con un gato, y el muy cabrón le sacó un ojo. Quizás por eso no me gustan los gatos. O por eso, o porque son muy independientes, y yo no soy así. La perra que tenían mis abuelos se llamaba "Neska", y sí que era un pastor alemán de verdad. Era el animal más fiel que he visto nunca, y se volvía loca de contenta cuando les íbamos a visitar. Le enseñé a abrir el pestillo de la puerta de la huerta, premiándola con piruletas de corazón. Sé que los perros no deben comer dulces, pero, qué queréis, yo era un niño. Mi abuelo se enfadó, porque "Neska" se escapaba y se metía en casa cuando hacía frío, o si había visitas, para que la saludaran. Cuando mi tío murió, muy lejos, "Neska" estuvo toda la noche aullando de pena. Tampoco soportaba a los gatos, quizá por eso nos llevábamos tan bien. Así que, en realidad, el que yo me viera a mí mismo con perro de mayor era una cosa bastante evidente. Sobre todo porque no teníamos perro porque a mi padre nunca le gustaron. Y a mí sí.

Ahora no tengo perro, porque ya no me gustan tanto como cuando era pequeño. Ni gato, porque cada vez me gustan menos. Y no es el único error de apreciación que tuve en mi más tierna infancia. No estoy casado. Ni tengo hijos. Y los amigos tampoco es algo que abunden. Muy a menudo, tengo que andar mendigando mi ración individual de amistad, porque a la de amor renuncié hace ya demasiado tiempo. Los amigos como los de las películas, o las series de televisión no existen. Todos tenemos nuestros propios problemas, nuestras propias miserias, y no queremos compartirlas con nadie, ni que las vean de refilón, así que la amistad, como tal, cada vez es un bien más escaso. Las amistades de cuando eres un crío te parece que durarán siempre. Cada día es una aventura, y más si, como es mi caso, vives en un pueblo. Un pueblo, sí, y eso que ahora los aborrezco. Comíamos moras, tirábamos piedras al río, montábamos en bicicleta, y nos reíamos como niños, que es lo que éramos. Hoy ya no es nada como era antes, y las puñaladas, las envidias y las conspiraciones son el pan nuestro de cada día. Lo que hablas con A, lo sabe B al día siguiente, y, si lo sabe B, es cuestión de tiempo que lo sepa todo el abecedario completo. Y lo peor es que no es algo privativo de mi generación, no. Se da en todas las edades, y se seguirá dando. Por qué hablas con A, si no es mi amigo. Por qué B se tiene que meter en todo lo que no le importa. C haría mejor en callarse, porque opina sin tener ni idea... Y así siempre. Siempre... Como el amor. El amor es una gran mentira, porque sólo eres plenamente consciente de que lo has tenido cuando lo pierdes. Yo lo tuve. Poco tiempo. Pero lo perdí. Y, desde entonces, vago sin rumbo, orden ni concierto. Exactamente igual que antes de encontrarlo. Si a cada persona nos corresponde un amor en la vida, el mío ya pasó de largo. Lo dejé escapar. Por eso mantengo la esperanza de que, en realidad, ese amor del que dicen que sólo existe uno, sea el amor que se mantiene, no el que se pierde. En fin...

La vida da muchas vueltas, y en mi caso quizá hasta demasiadas. En una tarde noche solitaria de un sábado de Noviembre te vienen muchas cosas a la cabeza. Sobre todo del estilo de "debí haber hecho esto", o "quizá si hubiera escuchado a tal persona todo sería diferente", y no es sano. Los "debí haber hecho" es mejor evitarlos, porque se dan por cosas que no hiciste, con lo cual ya no tienen remedio. Y, además, te pueden dar tentaciones estúpidas, como la de llamar a aquella persona a la que "debí haber llamado" hace años, tan sólo para comprobar que eres capaz de hacer el idiota a través del espacio, pero también del tiempo. Los "si hubiera" son otra trampa mortal. Nada de lo que hagas ahora cambiará el hecho de que, si hubieras dejado que tu padre te enchufara en tal puesto de trabajo, ahora podrías estar mejor situado, pero también en el paro, o de que, si hubieras hablado antes con aquella chica que te gustaba tanto, quizás lo que escribes ahora sería un cuento floreado, pero también una nota de suicidio porque ella te ha abandonado. Todo se reduce a un momento feliz, con un instante certero, en el que dijiste "sí, puedo" y pudiste. Todo es caos, azar y suerte. Caos, azar, suerte y... soledad.

viernes, 19 de noviembre de 2010

"Imparable, de Tony Scott" (¡Ojo, Spoilers!) 0012

Tito Denzel es un veterano maquinista de un chungo tren de mercancías. El Capitán James T. Kirk es un novato enchufado, que hace de jefe de convoy. No se llevan bien por el tema de la crisis y los despidos de la empresa, Denzel es viejuno y el otro un pimpollo, a él le van a despedir y al otro no.

En una estación cercana, el hermano gordo y tonto de Earl es maquinista, o lo que sea, de un megatren del copón, que según el cartel pesa un millón de toneladas y según la peli mide ochocientos metros, lo que da un total de mil doscientas cincuenta toneladas por metro de tren. O lo que es lo mismo, cada metro de tren pesa lo mismo que trescientos veinte Hummer H2 y medio. El caso es que el de la Torre de Control de la estación de tren le dice a él y a otro redneck que lo quiten de la vía en que está aparcado, porque tiene que pasar otro tren por ella, con ciento cincuenta niños dentro, tan voceras que te dan ganas de que se estampen de verdad. Pues el hermano de Earl decide que el tren puede ir sin conectar los frenos, porque "Total, si es de aquí a allá, ¿qué pué pasar?". El caso es que el gordopilo decide bajarse en marcha para cambiar las agujas de la vía, y, nadie sabe por qué, el tren acelera mágicamente, y, aunque corre para montar de nuevo, no lo consigue. El tren se va a vivir su vida solito, y el hermano de Earl y el otro idiota corren tras él en una frago con ruedas de tren. Rosario Dawson es Jefa de Estación (ya ves tú), y sabe que su empleados son gilipollas, pero aún así se cree lo que le dicen, así que llama a un soldador Cowboy para que espere al tren que va despacico en un cruce y lo saque de la vía a un apartadero. Cowboy llega, espera al tren y no aparece. Los que sí aparecen son los dos rednecks, y ahí se dan cuenta de que el tren solitario no va despacio, sino rápido. Y se arma el belén.

Cuando se entera la prensa de que un tren va sin conductor a toda hostia, los de la RENFE yanqui se enteran de que tienen un cargamento de no-sé-qué muy inflamable porque se lo dice uno que pasaba por allí. El Jefazo de la empresa dice que seguro que no pasa nada, y que va a montar una historia para detener el tren. Rosario dice que hay que descarrilarlo en un descampado, pero el Jefazo se niega. El tren casi se choca con los ciento cincuenta niños, y se choca con un remolque con caballos. Intentan para el megatren con una locomotora puesta delante y un ex-marine "recién llegado de la Guerra de Irak" descolgándose en un helicóptero. Por supuesto, el marine se fostia nada más aterrizar, la máquina de tren descarrila, se estampa, explota y el prejubileta conductor palma. El tren sigue a su bola, y atraviesa un un vagón del tren de Tito Denzel, que se lleva medio mal con James T. Kirk. Como a Tito Denzel lo van a despedir, decide ser el héroe del día, yendo a atrapar al tren en su locomotora. Pero ojo, no así de guay, no. ¡Marcha atrás! El Jefazo dice que si hacen eso les va a despedir, y los dos le dicen que "pa tu culo un barbo", y pasan de él. Rosario Dawson y el que pasaba por allí se alegran, y pasan del Jefazo. Tito Denzel conduce marcha atrás mirando por la ventanilla, como si aparcase de oído un Alfa-Romeo, y, poco a poco se acercan al megatren, que se lleva por delante todo lo que encuentra (descarrilador potátil incluído), y al que no hay forma de parar, literalmente, ni a tiros. Si llega a Stanton sin bajar la velocidad, entrará en una curva muy cerrada y descarrilará encima de mil millones de litros de combustible, y será el fin del mundo. Rosario le dice a los chicos del tren que son la única esperanza de la Humanidad, y el que pasaba por allí le dice a Tito Denzel, que lleva de maquinista veintiocho años, cómo hacer para parar el tren en contramarcha: pisando el freno y soltando, de manera alternativa. Si lo pisa todo el rato se le quema. Así que, al final, tras muchos temas, consiguen enganchar el tren, no sin que antes James T. Kirk se joda un pie al ponerlo entre un tren y el otro. Parece que funciona, pero no, así que Tito Denzel se sube al techo del tren para ir frenando vagón a vagón, de manera manual. No se le ocurre ir directamente a la locomotora y frenar, no. Lo hace vagón a vagón, porque si no, la peli se acabaría muy pronto. Parece que funciona, pero no, porque la locomotora que va marcha atrás peta. Así, llegan a la curva de Stanton más deprisa que el apuntador de Speedy González, hacen un poco de equilibrio, ponen el tren a dos ruedas (bueno, alguna más), se cae la carga y tal, pero al final no vurlca. Tito Denzel se queda encima de un vagón como DiCaprio subido en la proa del Titanic, y se da cuenta de que no puede pasar más de un vagón a otro porque está mayor y hay que saltar lejos.

Entonces, aparece el soldador Cowboy en su frago de Walker Ranger de Texas, y obliga a voces a que James T. Kirk, cojito y tó, salte a la caja de la frago y se ponga con cara de velocidad, agarrado al techo. Luego salta de la frago al tren y lo para. Pese a ser imparable. Todos quieren a Kirk, su mujer le perdona que le quisiera dar una hostia el mes pasado y Tito Denzel sonríe subido al vagón, sin moverse. Luego hacen una rueda de prensa y el Cowboy se ha cambiado de ropa, pero los demás no. Ah, y al final no les despiden...

jueves, 18 de noviembre de 2010

"La Invasión De Los Ultracuerpos" 0011


Ya sabía yo que no podía ser así siempre. Ya lo sabía. Y era más que evidente para mí desde hace algún tiempo, aunque todos creían que no. Esa mujer, ya casi cincuentona, que parecía la Madre Teresa de Calcuta, era, en realidad, la Bruja del Norte. Y no es porque no lo hubiera dicho mil veces, no. Todo el mundo me decía: "Es que le tienes manía, es muy maja. Y muy servicial." Ya. Como todas las arpías, escondía su verdadera cara tras la máscara de una adorable madrecita, muy del Opus, y siempre muy guay. Siempre. Pero que te deja la misma sensación que te dejaba ver a tu padre poseído por las vainas mutantes de "La Invasión De Los Ultracuerpos". Desazón.


La típica persona que te pregunta por tu vida, por tus inquietudes, por tus problemas. Al principio tragas, y no crees que sea lo que es. Luego sospechas, aunque crees que quizás es porque eres un malpensado. Y hasta te atormenta el pensar esas cosas, ¿qué clase de paranoico eres? En fin... Luego te das cuenta de que, como por arte de magia, ante ti se presenta sin careta, aunque sigue fingiendo. Tú ves lo que hay, aunque ella se comporta como si no. El resto del mundo sigue ciego, pero tú ya eres inmune a sus encantos, reales o no. Y ella sigue, con su fachada de buena persona, de santurrona de opereta, de beata de metacrilato. Su chusco buenismo acaba rayando al más pintado. Que si "Pobrecito no sé quién", que si "Pobrecito no sé cuántos", y todo ese rollo de buena samaritana. Siempre hablando de su "ñiño", de si tengo o no novia (¿qué cojones le importa a ella?), de si soy más o menos melancólico, triste o agresivo, y chorradas por el estilo. Dura, y dura, como el conejito Duracell. Pero esas pilas no duran para siempre. Al final, también se gastan...

Hoy me ha enseñado su cara real. Delante de gente. De algunos de los que creían que yo exageraba, que me lo tomaba todo demasiado a pecho. Hoy ha salido la maldad, y, para el no iniciado, ha sido como cuando de Gizmo salió Stripe. Hasta la cara la tenía diferente. Y todo porque las cosas deben ser como ella cree que deben ser, no como son en realidad. No con sentido común, no. No con algo de cabeza, no. Ha de ser su voluntad. No me voy a extender en el problema, porque no merece la pena, pero ha venido, me ha culpado, mandíbula desencajada, rostro retraído, como de perro de presa cuando ataca, y se ha ido. Con su Pepito Grillo particular, que de todo habla y de nada entiende, dándole palmas y jaleando sus desvaríos. Vaya dos tristes. Vaya dos. Que hablan en clave delante de los demás para que nadie se entere de sus tejemanejes. Como si le importaran a alguien...

Pero hoy estoy tranquilo. Hoy he ganado. Hoy, soy el vencedor. No sé mañana...

martes, 16 de noviembre de 2010

"El Cataclismo" 0010

Si miro atrás y pienso seriamente todo lo que he vivido, me doy cuenta de que, en realidad, nada de lo que esperaba que sucediera en mi vida cuando era joven se cumplió. Nací el año que se proclamó al primer presidente negro de los hoy extintos Estados Unidos de América, hecho aquel que se tuvo como el gran cambio mundial que todos esperaban, pero que, transcurridos los años, se vio que no era para tanto. Un presidente vino, otro se fue. El que vino, con el tiempo también se fue, y otro ocupó su lugar, todo cambió para seguir igual, y al final, no pasó nada.  Desde la vieja Europa, sus habitantes observábamos la deriva del gigante anglosajón, que sin duda había comenzado varios años antes, y la pujanza del nuevo gran jefe del orden mundial: China. El gigante asiático, dormido y aletargado durante décadas, por fin despertó como el dragón que siempre había sido, y se convirtió en el nuevo mandamás global, apoyado en su superpoblación y su poderío militar y tecnológico.

Mi juventud transcurrió, lenta y dubitativa, entre las pocas ganas de estudiar, la certeza de que encontrar un trabajo decente era poco menos que inalcanzable y las hedonistas ganas de disfrutar de los placeres que nuestra avanzada civilización nos ofrecía. Intensas jornadas de estudio, en una desquiciada competición por ver quién conseguía las mejores notas en cada asignatura se entremezclaban con interminables fines de semana de entrega a la diversión, al sexo y al alcohol. Nada parecía poder hacernos variar estas rutinas, tomadas por la juventud como su propia tradición desde hacía ya algunas décadas. Millones de jóvenes de todo el mundo dedicábamos nuestra vida entera a trabajar o estudiar, para, acto seguido, pasar horas inconscientes, a merced de las más potentes drogas de diseño, imbuidos en futuristas videojuegos hiperrealistas, o en fantasías milagrosamente integradas en nuestros salones híper tecnificados. Toda la sociedad se hallaba inmersa en su bullicioso modo de vida, sin importarle que, en otras zonas del mundo se viviera en condiciones sólo comparables a las de siglos pasados. ¿Por qué preocuparse de algo que no se quería ver?

Así, como digo, transcurría la vida en la Tierra por aquellos años, hasta que, en una nunca antes contemplada e implacable combinación, la estupidez humana y la sabiduría de la naturaleza se mezclaron, dando como resultado lo que los historiadores actuales denominaron El Cataclismo. El fenómeno al que durante años se refirieron científicos y estudiosos como cambio climático, aún y a pesar de los vanos intentos de los gobiernos de todas las naciones poderosas del planeta, se reveló imparable, y dio como resultado una serie de sequías pertinaces que hicieron especial mella en los territorios que ocupaban las potencias del antaño denominado Primer Mundo, haciendo que gran parte de su población pereciera, bien por la escasez de agua y alimentos, bien en las tumultuosas revueltas que esta misma escasez propiciaba. Los gobiernos, incapaces de reaccionar, y presas del pánico, vieron en los países que antes ocupaban el furgón de cola del bienestar la salvación y la solución a sus problemas, al estar menos densamente poblados que los suyos propios. Sin embargo, esos países, en otro tiempo débiles e independientes, decidieron unirse en una rocosa federación que se extendió por gran parte de África y Asia, y que se hermanó con los países del sur del continente americano, y rechazó de plano las exigencias de las antiguas naciones ricas. No sirvieron condonaciones de deuda ni los sucesivos ofrecimientos para la implantación de industrias que harían llegar el dinero a mares a los lugares que nunca antes habían entrado en los planes de esas compañías.

Llegados a este punto, muchos dirigentes de los países que se veían ahora devastados por el hambre comenzaron a ponerse nerviosos, y, de esta forma, los gentiles ofrecimientos derivaron en veladas amenazas, y esas veladas amenazas, en poco tiempo, se convirtieron en abiertas declaraciones de guerra unilaterales, con ánimo de invadir los países que rechazaran acoger a los habitantes de las naciones poderosas. Los países mejor preparados comenzaron su campaña bélica contra las naciones del tercer mundo, sin calibrar las consecuencias que esto podría  acarrear. Nadie sabe exactamente cómo sucedió, pero un día, tres capitales de tres grandes naciones fueron arrasadas por sendas bombas atómicas. Millones de personas murieron, en segundos. Ante la amenaza de repetir estos ataques, los países que una vez fueron poderosos, a pesar de contar con mejores medios, y ante el pánico de la población a los ataques pseudo-terroristas indiscriminados, decidieron abdicar, y se rindieron frente a la ahora poderosa Federación de Países del Mundo. La Federación impuso severas condiciones a los países perdedores, y férreos controles fronterizos con leoninas exigencias para todo aquel que quisiera traspasar los límites de la misma. El quinto año de sequía mundial, tras dos años de la denominada Tercera Guerra Mundial, la población del planeta había descendido a una sexta parte de la existente antes del comienzo del Cataclismo. Y seguía bajando. Yo tuve suerte. Sobreviví.
La Vieja Europa agonizaba, ahogada por la falta de recursos y atenazada por las fronteras de la gran China y de la nueva Federación. Los Estados Unidos, en su mayor parte se habían convertido en un desierto, Asia y África eran terreno vedado y la única zona del mundo que, aparentemente se mantenía ajena a todo aquello era Oceanía. Al principio, por razones históricas, Australia se alineó con sus hermanos anglosajones, si bien pronto se dio cuenta de que la batalla estaba perdida de antemano y se dedicó a defender sus propias fronteras y a restañar las heridas recibidas por su temprana implicación en un conflicto abocado al fracaso desde el principio. Después de la guerra, decidieron imponer las mismas condiciones que chinos y federados a todo aquel que quisiera exiliarse en su territorio, para evitar mareas masivas de inmigrantes que pusieran en peligro su propia existencia, libre, sí, pero no por ello menos precaria.

lunes, 15 de noviembre de 2010

"El Día Después De La Revolución" 0009

Tras la Revolución, todo fue lo mismo. Nada fue diferente. Una vez disipado el humo, una vez asentado el polvo, vimos que nada había cambiado. Nos movimos por inercia contra el poder establecido, y, después de todo, no hubo nada. Ni ira, ni culpa, ni pena. Nada de lo que postulamos llegó a buen término, quizá porque, como juventud adocenada que éramos, elegimos la forma fácil de desentendernos de todo. No hubo luchas de clases, ni visionarios que guiaran a las masas, ni grandes fanfarrias anunciando el advenimiento de un nuevo orden mundial. a Revolución, como tal, había triunfado, pero fracasó engullida por entelequias políticas y multinacionales de zapatillas deportivas. No hubo símbolo por mancillar, ni icono que no fuera reutilizado. De todo lo que vivimos, de todo lo que construímos, apenas si quedó en pie nada.

El fallo fue simple, eterno, pero unitario. Las revoluciones de antaño eran constantes, altivas, multitudinarias... En la época de la carrera espacial, del hormigón y del cristal, nadie movió un dedo por alzarse contra nada que estuviera fuera de una pantalla. La Revolución fracasó, una vez ganada, porque nadie osó hablar ni decir nada. El silencio, como muro de contención de la desidia y la ignorancia, vomitó desprecio y desconfianza, y lo que hubiera podido ser un golpe de timón definitivo acabó siendo una breve y molesta turbulencia en nuestras vidas. Los poderosos, los concomitantes, los indulgentes, los ignorantes, todos, todos ganaron a la Revolución. Todos sacaron tajada de ella, todos la violentaron y la usaron a su antojo, convirtiéndola en logo y anuncio de una generación perdida, que no ha hallado una forma de despertar, dormida.

Una vez pasada la Revolución, una vez remplazados las farolas y los escaparates rotos, nada tomó una dirección distinta, nada varió. Incluidos nosotros, los revolucionarios, que, como presas de unas fiebres de temporada, una vez desarrollada la fiebre, una vez sanadas las calenturas, volvimos a nuestros quehaceres diarios, entre tristes y aburridos, sonriendo con apatía por el deber cumplido...

domingo, 14 de noviembre de 2010

"Esto Es Porno (Como Cuando Caes Al Vacío II)" 0008

 Estás ahí, plantada, sin decir nada. Y no hace falta, tu mirada lo dice todo por ti... Quizás me precipité, quizás no supe verlo claro a tiempo... Claro como está ahora. El mundo a nuestro alrededor sigue su rumbo, su camino, su destino. Y tú y yo, congelados en una fracción de segundo... Una lágrima a punto de brotar de tus ojos refleja la luz de la bola de discoteca que pende sobre nosotros... Todo es cutre cuando no sacas nada de lo que esperabas. De fondo, alguna estúpida canción de algún estúpido grupo californiano que no ha visto jamás más allá de Venice Beach...

    Y sigues ahí, inmóvil, con esa mirada... No sé, quizás me equivoqué, o puede ser que dijera algo cierto... En el bullicio de la fiesta universitaria, entre montañas de tetra-briks de vino barato y contorneadas botellas de refesco de cola de dos litros (o más), mi declaración de amor fue tan inútil como siempre lo había sido. O lo habría sido... Tú me amas, lo sé, pero no es el momento, me dices. Nunca es el momento adecuado. Nunca acierto con los tempos en estas historias. O me precipito o me paro, o voy con retardo. El caso es no acertar nunca. Y ver de nuevo, repetida, una y otra vez, ésa mirada. Ésa, precisamente ésa...

    Tus ojos de Bambi reflejan mi imagen, y ojalá no lo hicieran, así no sabría qué es lo que ves cuando me dices que no. Y así no lo entendería, como lo entiendo ahora, aún sin entenderlo. Me siento desnudo entre una gran multitud, donde cientos de personas me miran y saben que he fracasado. No se ríen, pero lo saben, y si no lo hacen ahora, seguro que en breve lo harán... Mostrar sentimientos es lo que tiene... Te dejan con las vergüenzas al aire viviendo un momento de esos que sólo recuerdas en las pelis de miedo, o en tus pesadillas... Sí, como en esos sueños lúcidos, en los que eres plenamente consciente de que estás soñando, y, aún y así, no puedes evitar que suceda lo que sucede otras veces en que el sueño es más profundo... Me veo en tus ojos, y siento el miedo a perder, a morir, a caer... Es como cuando estás a punto de dormirte, pero no puedes evitarlo y das una última sacudida, intentando escapar de los brazos de Morfeo... Es, en fin, como cuando caes al vacío.

    Las sensaciones se abotargan si hay drogas y alcohol de por medio... Seguramente, mañana por la mañana no recordaré nada de lo que he visto, nada de lo que he oído, nada de lo que he hablado.

    Y si lo hago, fingiré que no, como siempre...

sábado, 13 de noviembre de 2010

"Vértigo (Como Cuando Caes Al Vacío)" 0007

Y, probablemente, no tenga que ver con nada de lo que me contaste, ni me influya en absoluto nada de lo que me dijiste. Es más que probable que lo olvide al instante, y que no haga caso de ello nunca más. Y no será porque no me parezca importante, que me lo parece, sino, simple y llanamente, porque yo soy de esa clase de tíos que olvidan las cosas sin más, aunque sean importantes.

Como aquella noche, en la que estábamos los dos tan borrachos, viendo los fuegos artificiales desde la ladera del Castillo, y tú susurraste que me amabas. Fingí que, entre las explosiones y las luces de colores, no te había escuchado, pero sí lo hice. Te quedaste en silencio unos segundos, como esperando mi respuesta, que nunca llegó, y no lo dijiste nunca más. Es curioso, pero, creo que, en aquel momento, también yo te amaba, pero tenía miedo de reconocerlo. Y lo olvidé. O como aquella otra tarde, lluviosa como nunca en esta ciudad, en que José, o Joaquín, o como quiera que se llamase aquel pseudo-novio que tuviste una temporada, me pidió, o más bien me ordenó, fíjate qué cosa, que te dejara en paz para siempre, que tú eras de  su propiedad,  y que no quería verme revoloteando a tu alrededor  durante el resto de nuestros días y yo, por supuesto, bajo aquella fría lluvia otoñal, no le hice ni puto caso. Y lo olvidé. O en aquella mañana de sábado en que mi hermano me despertó para decirme que alguien muy cercano había muerto en un accidente de tráfico, pero me dio igual, o eso le hice ver, y me di la vuelta en la cama y dormí durante horas para que se me pasara el melocotón de la noche de juerga anterior. Y lo olvidé. Ojalá no lo hubiera olvidado, y ojalá hubiera llorado entonces, o te hubiese respondido, o hubiera hecho caso a aquel pelele al que tanto quisiste durante unos meses, quizás así la vida de todos hubiera sido, no sé si mejor, pero sí, sin duda, diferente. Pero no lo hice, y la única razón que puedo aducir es que, en realidad, yo soy así…

Y, viene todo esto a cuento de aquella tarde, en aquella fiesta universitaria. Aquella tarde en que me convertí en lo que soy. Y no sé si fue por su culpa o por mi culpa, y la verdad es que, a estas alturas, nada ya importa, salvo el hecho de que no soy capaz de olvidarla. Estaba aquella chica, a la que ya apenas veo, de la que estuve completamente enamorado durante mucho tiempo, a pesar de ser, como era, novia, o lo que fuera, de un amigo, de un buen amigo. No sé cómo ni por qué, pero estábamos a solas, los dos, entre una vociferante multitud envuelta en una festiva orgía de alcohol. Nada de lo que hablé o habló fue merecedor de pasar a la posteridad, y, sinceramente, sólo recuerdo flashes de una fea realidad que el alcohol maquilló como si fuera una puta barata, muy barata. Me convertí en lo que soy al verme reflejado en sus ojos tras decirle que la amaba. Me convertí en quien soy tras ver la mezcla de pena y lástima que mi torpe declaración de amor  inspiraba en mi objeto de deseo.  Me convertí en mí al despertar del sueño del Príncipe Rana, al que nadie quiso besar para comprobar si realmente se convertía en algo, o no. Y quedó grabada en mi espina dorsal la sensación de vacío, dolor y abatimiento que sentí al verme desdibujado en las pupilas de quien, en el fondo, no sentía nada por mí, salvo pena, a pesar de sus dulces palabras. Meses después de aquella noche, en unos Carnavales salvajes, tras un intercambio furtivo de miradas, nos hicimos el amor salvajemente en la trastienda de aquel restaurante que tú y yo frecuentábamos cuando éramos adolescentes. Me vi de nuevo en sus ojos, pero me encontré distinto, diferente. A ella ya no la amaba, así que, tras vaciarme en ella, la dejé allí, sola, confundida y arrepentida. Al volver con mis amigos me acerqué a su novio y le di sus bragas. Él me golpeó en la cara. Rompieron. Por mi culpa. O no. Y aunque esto sí que deseé olvidarlo, no lo hice, y la única razón que encuentro es que, en realidad, yo soy así…

Tú no lo supiste nunca, o eso creo, pero intenté liarme con casi todas tus amigas. Y lo conseguí con casi todas. Todas ellas se resistieron, sobre todo al principio, pero luego cayeron. Recuerdo especialmente a aquella chica con la que trabajaste una temporada, y que decía que buscaba a su Caballero Andante. Era tan ingenua que casi me dolió hacer lo que hice. Dudé, pero se me pasó enseguida. Apenas una hora después de conocernos ya tenía mi lengua en su garganta, y, en menos de lo que dura un partido de fútbol mis dedos se habían deslizado por su interior. Esa noche, de la que apenas si recuerdo gran cosa, ella y yo dimos el espectáculo en todos y cada uno de los bares por los que anduvimos perdidos, desorientados y excitados. No recuerdo su nombre, pero sí su aroma, lo delicado del tacto de su piel y la fiereza con la que se entregó a mí en aquel callejón por el que lo mismo no pasa nadie como te puedes encontrar a todo el mundo, según cuánto se alargue la fiesta…

O aquella otra, tan pavisosa, tan estirada, que me miraba como si fuese un leproso, pero que se deshizo en cuanto la miré fijamente a los ojos durante diez segundos. Ella, creo recordar, tenía nombre de deidad griega, pero no estoy seguro, y me enseñó que no debo fiarme de las apariencias, pues tras cada mosquita muerta se esconde un volcán ansioso por ser explorado. Aquella noche fue inolvidable, y aún hoy se me pone la piel de gallina al recordarlo cuando me cruzo con ella en algún garito, a pesar de que mira hacia otro lado y hace como si no me conociera. Ya…

Pero, la verdad, todo esto no va de eso, o, para ser más claro, todo esto no va exactamente de eso, porque, aunque mi vida, sin duda, ha sido rica en experiencias, nada de lo que hayas hecho o dicho variará el camino que recorro, nada de lo que experimentes me hará cambiar de vía, en fin, nada de lo que pretendas enseñarme valdrá al final para nada, lo sabes y lo sé.

Esto va de esas noches en que nos reunimos, esperando desfasar, y, sin embargo, nada sucede. De esos días en que crees que nada va a pasar y se destruye el mundo. De esos instantes en que crees que ya lo has vivido todo pero algo te sorprende, para bien o para mal. Esto va de esa chica que te mira en el otro extremo del bar, y que no sabes si te mira porque le atraes o porque ya le estabas mirando tú primero. Esto va de esas noches alcohólicas en que todo te parece que encaja como la maquinaria de un reloj suizo, y de aquellas otras en que metes la pata hasta el fondo, de tal forma y manera que difícilmente hubieras podido hacerlo si lo hubieras hecho adrede. Hablo de esas noches en que vuelves a tu casa, solo, y lloras por lo desgraciado y vacío que te sientes, con el desconsuelo del que sabe que eso en particular nunca cambiará. De esas madrugadas en camas ajenas. De momentos nebulosos en que te levantas junto a alguien a quien has pagado en mitad de una borrachera. Sí, de uno de esos momentos de absoluta autodestrucción. Esto va de cuando aprietas los puños, y decides que ése, precisamente ése, es el crepúsculo de tu antigua vida, porque ya no puedes caer más bajo, y decides cambiar. Esto va, en fin, de la vida.

De la vida, sí. De esa vida inmunda que desperdicias con amigos, o lo que sea, que se dedican a apuñalarte por la espalda mientras, a la cara, te conquistan con ladinas sonrisas. De esa vida que se apaga lentamente, al lado de un cónyuge al que no conociste lo suficientemente pronto como para decidir no atarte a él para siempre. De esa vida en la que eres un Don Nadie, un tipo sombrío y sin futuro que espera que suceda algo o que aparezca alguien que le saque de la agonía. O de esa vida gris, vivida entre hormigón y acero, quemada en noches sin freno en locales con luces fosforescentes, con chicas que se dejan manosear por todos y por nadie, con drogas, alcohol, sexo y diversiones prohibidas. Sí, esa es la vida que aparentemente todos deseamos, pero que, cuando la alcanzamos, nos deja vacíos, yermos e inertes. De esa vida que quisimos y no pudimos vivir, de ese tránsito, de esa perversión, de esa mueca siniestra en el rostro del destino que todos, tú y yo incluidos, nos vemos obligados, o no, a vivir, y que sólo los hados saben dónde, cómo o cuándo acabará. Y por eso, amigo, te digo que, dado que la vida es efímera, hay que respirar profundo, follarse a esa tía, beberse esa copa o meterse esa raya, y dejar que, lo que sea que haya de venir, cuando quiera, pues eso, que venga.

Si nada de lo que me rodea me resulta especialmente excitante, si nada de lo que veo a diario me inspira, si nadie de alrededor hace que mi alma vibre, ¿qué he de hacer? Volverme humo, desaparecer entre la multitud, convertirme en todos y cada uno de los tipos que más he odiado en mi vida, para así, quizás, lograr pasar desapercibido.

viernes, 12 de noviembre de 2010

"El Grito (El Hombre De Hojalata II)" 0006

...y nada de lo que me puedas decir, nada de lo que me quieras explicar servirá de nada, porque, otra vez, he hecho el tonto, y otra vez me ha pasado lo de siempre, lo de todas las veces, pienso, pienso, pienso, planeo, y, para cuando actúo, ella ya está con otro, y no sé, quizás así sea mejor, porque había mil y un motivos para ni tan siquiera intentarlo, pero, claro, a toro pasado todo parece evidente, fácil y sencillo, y todas las señales me llevaban a una conclusión clara, la que al final ha sido, pero, por una vez, por una puta vez, algo de todo lo que ya había pasado en mi imaginación podía pasar en la puta realidad de mierda, esta realidad en la que no soy como soy de verdad, porque, para qué negarlo, tampoco me atrevo a ser todo lo nerd-cool que quisiera ser, me quedo siempre a medio camino en todo, ni soy escritor, ni soy guionista, ni soy cool, ni soy retro, sólo soy un puto impostor que hace ver que sabe de qué va la vida, que hace ver que sabe de tantas y tantas cosas cuando de casi todo desconoce algo, ignorante renacentista que de todo ignora algo, y, sin embargo, esta vez, como tantas otras, decido levantar cabeza, actuar como un hombre y comportarme como se supone que debe uno hacer, tiro mis creencias, me paso mis prejuicios y mis auto-impuestas normas por donde la espalda pierde su casto nombre, decido espabilar, y, al final, el resultado es el mismo de siempre, ¿por qué no puedo encontrar yo a alguien?, ¿quién usurpa mi presencia en el corazón en todas y cada una de las mujeres que en mi vida he amado y que (por supuesto) jamás me han correspondido?, ¿por qué todas las maniobras, todos los momentos espontáneos, todos los momentos minuciosamente planeados acaban siempre de igual manera?, ¿qué tipo de maldición me persigue que hará vagar mi alma, eternamente olvidada, eternamente no amada?, ¿quién ha decidido que todo esto debe ser así?, es algo superior a mí, y no, no es que todo acabe con un "no, es que te odio", o un "no, es que me das asco", no, eso sería aceptable, lo peor, lo puto peor, es que todas y cada una de las veces que han lacerado mi corazón, ha sido a cambio de dejarme bien claro que lo que valoran es mi amistad, mi puta amistad de mierda, lo cual es simple y llanamente falso, ni siquiera sinceridad en un momento cumbre, no merezco esto, lo sé, y sé que, las más de las veces, es por mi culpa, pero intento mejorar, de verdad lo intento, no bebo, sólo para no emborracharme y no hacer el idiota ni herir a nadie en sus sentimientos, me cuido, procuro vestir bien, tengo una conversación amena, rica, educada y atenta, incluso fuera de los temas frikies, joder, ¡qué coño pasa conmigo!, ¡qué coño pasa!, no hay forma de que la gente que me interesa me acepte, ¿ven en mí a un impostor, a un falso, a alguien de quien no se puede uno fiar?, ¿a alguien que no tiene sentimientos, en fin, a alguien sin corazón?, ¿ven en mí al hombre de hojalata?, quizás, no sé, y lo peor de todo es que jamás conseguiré mejorar, no soy capaz de procesar este tipo de cosas, fracaso, fracaso, fracaso, uno, dos tres, y así hasta cien, y no, no es que crea que esta va a ser la última vez que intente acercarme a alguien y me ponga una espada en el corazón, habrá más, seguro, habrá más veces en las que llore en mi cuarto por no saber de qué coño va todo, qué es lo que hago mal en qué es en lo que fallo, así, me sentaré sólo en un rincón, deliciosamente EMO, deliciosamente frágil pero distante, cogeré de nuevo mi portátil y volveré a escribir fuego y a escupir lava volcánica formada por ira, miedo, desencanto y frustración, pero, si te soy sincero, y aunque no me lo preguntes, te diré que, la próxima vez, no sufriré, y ahora lo sé, porque no tendré corazón para que nadie pueda romper, no, a partir de ahora, seré frío y calculador, no tendré sentimientos, y me convertiré, al fin, en el hombre de hojalata que tanto deseo ser, tal como era al principio de "El Mago De Oz", y sé que así no me harán daño, porque tan sólo habría una forma, y es si tuviera corazón, y no, ni siquiera eso me consuela...

"El Hombre De Hojalata" 0005

Poco tiempo después de su aventura por las tierras de Oz, el Hombre De Hojalata volvió a su hogar. Lejos ya de Dorothy, Espantapájaros, León y la mentira encontrada en la Ciudad Esmeralda al final del camino de baldosas amarillas. Ahora ya sabía qué era sentir amor, odio, envidia, pasión... en fin,  todas las emociones que nunca había podido experimentar cuando no tenía corazón... O cuando no sabía que lo tenía.

Desandando el embaldosado camino, llegó a la tierra donde había sido construido, un yermo territorio metálico en el que el único sonido audible era el chirriar de goznes metálicos de sus habitantes al moverse, y donde sólo se podían ver réplicas de sí mismo, con diferentes ornamentos, pero igual aspecto físico.

El Hombre De Hojalata, sabio tras su peripecia vital, aprendió en su viaje que las emociones están dentro de cada ser, y que nadie puede escapar a ellas. Durante años, había conseguido evitar las sensaciones, había mantenido ocultos los sentimientos, y los había escondido bajo su aspecto deslumbrante de chapa metálica, sus adornos cromados y su mirada impenetrable. Sin embargo, en aquellos instantes, decidió que, dado que vivir sin sentimientos ni emociones no le había reportado beneficio alguno, ahora que daba los primeros pasos de su nueva vida, iba a hacer que todos ellos le condujeran a encontrar a la persona que debía amar.

Así, el Hombre De Hojalata emprendió un nuevo camino, dejó de nuevo tras de sí la seguridad de su aldea robótica, y se adentró en las tierras que había más allá del arco iris, más allá del horizonte desplegado bajo el tercer sol de la mañana, en busca de un incierto amor, ávido de sensaciones, necesitado de encontrar quien lo completara, ansioso de ser amado y de amar. Llevaba varias jornadas caminadas cuando encontró, al fin, en una pradera de color púrpura, y junto a un pequeño bosque de sauces llorones, lo que su corazón ansiaba. Allí, cerca de una laguna, encontró a una Dama y vio, al fin, en su mirada, que quizá podría ser quien llenara de calor el corazón que ahora pedía a gritos ser reconfortado. El Hombre De Hojalata se quedó allí, junto a la laguna, pensativo, imaginando cuán maravillosa iba a ser la vida que le esperaba a partir de entonces, dibujando en su imaginación todos y cada uno de los maravillosos pasos que, a partir de ese momento, se iban a suceder. Planeando todos y cada uno de sus futuros movimientos para conseguir el amor de aquella hermosa Dama. Así estaba, inmóvil, pensando en los futuros placeres que le deparaba su existencia, sin darse cuenta de que, debido a la humedad que circundaba la laguna, y al tiempo precioso que estaba desperdiciando, la herrumbre y la maleza hacían presa en él, acabando con su brillante armadura, con los cromados que la adornaban y cegando su mirada impenetrable. Inexorablemente, pasaron noches y días, estaciones y años, y el Hombre De Hojalata, cada vez más encantado de haberse conocido, trazaba, paso a paso su propio plan maestro sobre cómo conquistar a su Dama, sobre qué pasaría y qué no, en fin, sobre toda su vida.

Cuando, al fin, decidió que era hora de pasar a la acción, intentó moverse, haciendo un esfuerzo sobrehumano, pero todo fue en vano. Inmóvil, observó a su Dama, y, por un instante, creyó estar viviendo ya su futura vida junto a ella. Sin embargo, al prestar algo más de atención, al conseguir enfocar su mirada, al observar de cerca, las lágrimas brotaron de su alma, deshaciendo el encanto, al ver que esa vida, su vida soñada, su existencia anhelada, su amor, era vivido por otro ser diferente, un Hombre De Mimbre, que entregó su corazón y sus sentimientos a la Dama cuando la conoció, mientras él, un simple Hombre De Hojalata, criaba óxido y vegetación junto a la laguna. No habría ya vida futura, ni existencia amorosa, ni ninguno de los dulces sueños que su corazón había dibujado para su propio solaz, o, al menos, no junto a su Dama.

"Lo más triste de todo", se dijo a sí mismo el Hombre De Hojalata, "es que, quizás si me hubiese acercado y le hubiera explicado a la Dama cuán preciosa vida nos esperaba, cuán excitante experiencia vital íbamos a compartir, seguramente no hubiese habido lugar a la llegada de ningún otro Hombre, fuese de mimbre, hojalata o cartón".

Y, de este modo, y dejándolo atrás, su Dama y el Hombre De Mimbre se perdieron en la lejanía contentos en su plácida existencia, perdiendo de vista la laguna, el bosque de sauces llorones, la pradera de color púrpura y todo lo que significaban. Y allí, atrapado entre enredaderas y despojado de su antiguo brillo, quedó el Hombre De Hojalata, aquel que, de puro frenesí, vivió en su fantasía mientras la vida le anclaba en la dura realidad. Entonces, sólo y, entre lágrimas, pidió al cielo, con todas sus fuerzas, volver a su antiguo ser, no tener corazón de nuevo, porque así, impasible al sufrimiento, su vida de Hombre De Hojalata era más llevadera, menos dificultosa, y, sin duda, más apacible. Porque, la vida era más sencilla cuando el Hombre De Hojalata no tenía corazón... O cuando no sabía que lo tenía.

jueves, 11 de noviembre de 2010

"Una Noche Cualquiera (Fran Rivera)" 0004

Te planté en el “Close”. Sólo por no escucharte. Y, ya por aquel entonces, había decidido dejarte por otra con más clase… Y no es que tú no la tuvieras. En honor a la verdad, me enamoré de ti porque, aquella tarde, me recordaste a Audrey en “Desayuno Con Diamantes”.  Pero fue sólo aquella tarde. Después nada estuvo a la altura, y no podré decir jamás que la culpa fuera exclusivamente tuya. Así que, aquella noche, te dejé tirada. No fue la primera vez, pero, a la postre, sí que sería la última. Cuando, horas después, me encontraste en aquel otro bar en brazos de aquella chica con flequillo que me recordaba, en cierto modo, a Lauren Bacall, decidiste que lo nuestro había terminado. Y, ¿qué quieres que te diga? No me dolió, a decir verdad, sólo fue la respuesta lógica a lo que yo hago siempre. Procuro que me dejen, porque las rupturas me dan tanta pereza… A los pocos días, todas tus amigas habían dejado de hablarme, aunque, poco después, algunas de ellas se colaron en mi cama. Ya sabes lo que dicen, para follar no hace falta hablar, ¿verdad? A la vez, miles de historias falsas sobre mí empezaron a circular por todos los rincones de Burgos, historias en las que yo no quedaba en muy buen lugar, pero que, a pesar de todo, no hicieron sino incrementar mi morbosa popularidad entre las mujeres más desequilibradas. Ya lo dicen los publicistas: “La mala publicidad no existe”. Todas esas historias salieron de ti, y casi te lo agradezco. Pasé meses sin verte, sin saber nada de ti, y no te eché de menos ni por un instante.

Así que, aquella noche, cuando de nuevo nos encontramos por Las Llanas, casi dos años después, dudé si saludarte o no. Pero, cuando me di cuenta de que hacías denodados esfuerzos por hacer ver que no me habías visto, decidí que debía saludarte. Llevabas el pelo diferente, y te habías puesto unas gafas que te hacían parecer una intelectual pseudo-feminista de los años sesenta. Tartamudeaste al responderme y te apartaste cuando quise darte dos besos. Yo sonreí, te presenté a mi última conquista-objeto e hice un muy grosero comentario sobre tu falta de habilidad sexual en el pasado. Intentaste abofetearme, pero me zafé de ti con la habilidad de un galán de cine de los años cuarenta, sonrisa torcida y mirada de desprecio incluida. Más tarde, ya en mi casa, follé con mi acompañante florero, imaginando que eras tú la que abría sus piernas ante mí en su lugar…

Al cabo de unas semanas, me enteré de que estabas saliendo, en serio, con aquel idiota que había coincidido conmigo  en aquel curso en que decidí abandonar la carrera, y que era algo así como una mala imitación de Fran Rivera, y que siempre sonreía aunque no supiera de qué coño le estabas hablando. Y, como no le podía soportar, decidí que debías ser mía de nuevo, pero, más aún, que él debía enterarse. Así, el siguiente fin de semana, me dediqué a buscarte por todos esos garitos por los que ibas, con esas amigas tuyas tan poppies, tan modernas, tan pagadas de sí mismas, tan palurdamente trasplantadas de los viveros de modernidad capitalinos en los que vivían durante el curso universitario, tan en plan: “Oye, vivo fuera, sé lo que es la vida porque la he visto, y necesito que me mires, que me admires, que sepas que soy lo más que vas a ver y quizás probar en esta rancia capital castellana”, te busqué en todos esos sitios, hasta que te encontré en la Calle San Juan, en el garito pop-porrero  por excelencia, el “Ram-Jam”. Allí estabas, tan tranquila y sonriente, con el flequillo derramándose sobre tus ojos verdes, vestida de negro, fumando un cigarrillo extra-largo, haciendo ver que, probablemente, eras lo mas ‘cool’ que hubiera pasado por allí jamás, lo más británico desde el advenimiento de los Beatles... Oh, y no estabas sola.  Allí estaban, también, al menos dos de las más fogosas amigas tuyas, de esas que habían conseguido sonrojarme por lo procaz de sus insinuaciones en la cama apenas semanas después de que tú y yo lo hubiéramos dejado. Y que habían repetido en más de una ocasión, si te soy sincero. También estaba tu Fran Rivera, que respondió a mi saludo con una de esas estúpidas sonrisas que tanto acostumbraba.  Esta vez no me rehuiste los dos besos al saludarte, pero apartaste el brazo cuando, suavemente, te cogí la mano, como sin querer, pero queriendo, qué te voy a contar. Me pegué a vosotros, con la peregrina excusa de que había quedado allí con alguien, y, mientras tus amigas se clavaban las uñas para ver cuál de las dos acabaría conmigo en la cama esa noche, y a pesar de que sopesé seriamente que fueran, fácilmente, las dos a la vez, recordé mi propósito inicial, y decidí de nuevo que tú serías mi víctima.

Fui condenadamente cordial, risueño y dicharachero, y, tras fingir una llamada al móvil con la que me daban plantón, puse ojos de cachorro y conseguí que Fran me pidiera que me quedara con vosotros, idiota, a pesar de que tú hacías un más que claro gesto de disgusto ante tal idea. Recorrimos todos los bares más de moda, y en todos ellos saludé a camareros, porteros, pinchas y dueños, haciendo ver, como en realidad así era, que soy un claro y conocido animal nocturno, haciéndote ver a ti que soy alguien que merece la pena, como en realidad así soy. En todos y cada uno de los bares en que estuvimos intenté meterte mano, primero casi como por casualidad, luego abiertamente. Y, aunque al principio esquivabas mi contacto con maestría de bailarina, según avanzaba la noche, y el alcohol corría, tu resistencia era más liviana, hasta el punto de que, en el “Close”, donde una vez acabó todo lo nuestro, te estuve tocando el culo, y más,  todo el rato delante de tu novio Fran, o lo que fuera, escudado en la multitud. Y, sinceramente, no sé lo que pensaría él al saber que, cuando se marchó al baño, te mordí la boca delante de tus calientes amigas, que no cabían en sí de asombro.  O al darse cuenta de que, al salir él del baño, ni tú ni yo estábamos ya esperándolo. O, cuando, a la mañana siguiente, le mandé a él al móvil el vídeo que grabé mientras te follaba en mi cama de todas las formas imaginables y me pedías más y más. Cuando me cansé, te sugerí, te ordené, que te fueras a tu casa, o a buscar a Fran, o a donde te apeteciera, que no fuese mi piso. Me montaste una escenita, y te eché, a medio vestir.  Tras aquello, no creo que tuvieras ganas de verme de nuevo, y seguro que Fran menos. Yo tampoco quería verte a ti, ni después ni antes. Sólo hice lo que hice por divertirme, como hago una noche cualquiera…