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jueves, 13 de enero de 2011

"El Sumidero De Los Recuerdos Perfectamente Inútiles" 0033

A veces la vida te da segundas, terceras y hasta cuartas oportunidades. Para mejorar, para conocer a alguien mejor, para que lo que te salía mal te salga bien, y así. Pero claro, no todo han de ser buenas oportunidades, eso sería como pretender que las rebajas de un gran almacén estén siempre repletas de gangas que merezcan la pena.

Las más de las veces, la vida te da otra oportunidad para conocer a ese idiota que un día conseguirte esquivar en una fiesta mientras hablabas con algún amigo que te salvó de sus redes momentáneamente. Te da otra oportunidad para escuchar esa bobada que no oíste en condiciones y que hace que te salten los nervios. Te da otra, incluso, para recibir la bofetada del desdén de alguien que, en realidad, ni te va ni te viene, pero que está ahí, haciendo gala de un desprecio destinado a ti que no crees siquiera que tenga potestad para usar en su provecho. A veces te pasan cosas absurdas, que no sabes por qué, ni a cuento de qué, pero te afectan. Es uno de esos momentos perfectamente prescindibles, como cuando alguien te ve y te dice que has engordado, que estás muy viejo o muy calvo, y que, por mera educación, no respondes con un sincero "Que te den" o "Vete a tomar por el culo". Porque eres una persona educada. Y la gente educada sabe encajar con estilo ciertas tonterías de la gente inculta y sin educación que presume de su estulticia con dedicada abnegación. Y ya, ya sé que son cosas que hacen mella. Lo sé. A veces, nuestro ánimo es como el suelo terroso y lleno de barro de un pueblo del Oeste Americano. Ese barro se hace de nuestras propias historias, sí, de nuestras mierdas. Y si empezamos a saturar ese barro con las mierdas de los demás, al final se monta un cenagal de fango asqueroso, y acabamos reventando por algún lado. En esas situaciones, se puede reaccionar de dos maneras. La primera, la perfectamente normal, es la de dirigir una explosión de violencia, bien sea física, verbal o, ¿por qué no?, escrita hacia nuestro objetivo, con la clara idea de abrasarlo en el fuego de nuestra ira. El otro es, simplemente, dejar que su existencia desaparezca de nuestras mentes y nuestras existencias, dejando que se deslice y cuele por el sumidero de los recuerdos perfectamente inútiles. Es más civilizado y, a la larga, más provechoso. Además de una conducta pasivo-agresiva bastante elocuente, pero eso es otro tema.

Utiliza tu fuerza mental para que se deslicen por el sumidero aquellas personas que te adularon falsamente, o porque creían que eras de un estrato social diferente y superior al de ellos, y te despreciaron luego por no serlo. Lanza al sumidero a aquella persona que te hirió cunado le declaraste tu amor. No te duelan prendas en dejar que se viertan por el sumidero aquellas personas que te generaron angustia, tristeza, apatía o temor, pues ese es su sitio, y ahí es donde deben estar. Pululando por las cañerías de nuestro desapego y de nuestra indiferencia. Dedica tu tiempo y tu vida a los que lo merezcan, y a los que hagan por merecerlo. Al resto, a quien te estorbe, a quien te dañe, déjalo desaparecer en el sumidero de los recuerdos perfectamente prescindibles...

2 comentarios:

  1. Dicen que no hay mayor desprecio que la indiferencia... yo debo aprender, porque se me calienta rápido la sangre, y no me puedo callar brrr que rabia me doy a veces

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  2. A veces es mejor aprender a esperar sentado. A corto plazo las satisfacciones son menores, pero, con suerte, a veces se lleva uno grandes sorpresas a la larga...

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