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lunes, 31 de enero de 2011

"Forever Retro (Lo De Antes Mola Más Que Lo De Ahora)" 0037

"Hola. Soy tu nuevo contacto en Facebook. Seguro que no te lo esperabas, pero me encanta absolutamente todo lo que pones en tu muro. Todo es poco. Tu foto de perfil me obnubila. Has escogido ese actor tan maldito, como yo elijo a ese cantante que ya no está de moda, pero que fue una puta inspiración para mi vida cuando encontré su discografía completa a tres Euros el CD en la sección de Música del Alcampo. Los demás no saben nada. Nosotros sí que sabemos lo que es el arte, y el buen cine. No puedo dormir si no escucho a ese cantautor francés que se drogaba y moría cada día a las orillas del Sena. Es como si fuéramos almas gemelas. Me gustas, ¿sabes? Tú y yo podríamos hablar durante horas de la vida y sus circunstancias, de la muerte y sus concomitancias, de lo que se lleva y su causa y de lo que no debiera haber visto jamás la luz del sol. Tú y yo somos dos, nos separan espacio y tiempo, pero, con suerte, podríamos haber sido uno. Tenemos tantas cosas en común que seguro que en otra vida fuimos ser la misma persona.

Habla de lo que quieras, seguro que domino el tema, y te doy mi opinión con soltura. Coméntame de cualquier grupo o cantante. Fijo que les vi alguna vez en directo, en "Pasapoga" o en "Melainventoporqueyanoexiste", o en sueños, o creí que me crucé con ése artista tan "cool" que tanto te gusta (¿te he dicho alguna vez que mis amigas siempre me dicen que me parezco tanto a él?), o no sé, quizás sólo lo imaginé, o me lo inventé para impresionarte. Hablando de impresiones... Nada como el expresionismo alemán. Donde se ponga una peli de Murnau que se quite cualquier puta mierda de esas que hacen ahora, que sólo revientan las taquillas porque la gente de hoy no tiene alma, y no tienen ni puta idea del buen cine, y se tragan lo que sea, no como tú, o como yo, que tenemos un gusto exquisito, y nadie nos puede negar la sabiduría que da y el carácter que imprime sabernos de pe a pa los diálogos de las pelis de ese director tan malo que al final era bueno, no, lo siguiente...

No sé si te lo he dicho, pero trabajo en la radio, o fui disc-jockey en los ochenta, y me corría unas juergas con Almodóvar y Macnamara que eran pa mear y no echar gota. Nadie te puede ofrecer una visión de aquella época tan amplia como la mía, experimenté con drogas de todo tipo y condición, compañeros de correrías acabaron sus días en noches eternas, y todo lo que te diga yo lo has de creer porque soy guay, soy maduro y tengo una opinión formada sobre todas tus cosas, y me explayo a la hora de exponer mi fascinante punto de vista sobre tus ídolos, tus músicos favoritos y sobre tantas y tantas cosas... Tengo que molarte por cojones, no puedo creer que no lo haga..."

sábado, 29 de enero de 2011

"Rollercoaster..." 0036

En ocasiones, me siento como hipnotizado frente a la pantalla del ordenador, y dejo que mi mente divague. No consigo atarla a nada, no me concentro y mi cerebro pasa de unas cosas a otras como la USS Enterprise salta al hiperespacio. Mi mente es una maquinaria perfecta de funcionamiento discontinuo, y muchas de las entradas de este blog así lo atestiguan. Sólo necesito recordar un mal momento para que una tormenta neuronal se desate en mi hipotálamo, y que la electricidad que fluye por mi interior se canalice para escribir unas líneas desgarradoras sobre cosas que no me importan, que no me interesan o que no siento, pero que debo hacer mías para hilarlas con las que sí me influyen.

Hay días que podría escribir sobre mil temas, y otros en que no me sale nada. Como los días en que me golpeo con todo, son cosas que no tiene explicación. Últimamente, no sé si es que me fijo más, estoy más tendente al optimismo o por qué otra razón, las cosas parecen ir bien. Parecen responder a los estímulos adecuados. Parece que las cosas que vagamente planeo se van cumpliendo, a trompicones, incluso con sobresaltos, pero avanzan. Es como pasar de ir por la calle sin que nadie te mire ni te atienda a encontrarte rodeado de mil personas que te saludan, te sonríen y te muestran su afecto.

Hoy es un día como otro cualquiera, y, pese a que no se puede decir que haya sido algo grandioso, ni que haya sucedido nada como para recordar, el balance final es positivo. Merece la pena que pasen cosas que no te influyan negativamente. Merece la pena mirar a la gente a los ojos, sonreír y que te devuelvan el gesto. La vida es una puta montaña rusa, y lo único que se puede hacer es asegurarse de que los anclajes de seguridad le sujeten bien a uno, por si vienen curvas...

domingo, 23 de enero de 2011

"Realmente, No Valías Nada" 0035

Seguro que tú ni te acuerdas de mí ya. No creo que sepas el daño que me hiciste, ni el tiempo que me costó recuperarme de apenas quince días de compartir tu existencia. Seguro que seguirás tan tranquila, sonriendo, y contando tus patochadas. Sí, esas patochadas con las que conseguiste fascinarme, con las que me jodiste bien la vida, y con las que me dejaste tirado, en una cuneta, porque, según tú, no estaba a tu altura. A tu altura. A tu altura de mierda. Ojalá no te hubiera conocido nunca. Ojalá. Contribuiste a que mi ya de por sí desordenada vida mental acabara siendo un caos de preguntas y lamentos. No me vale que me dijeras aquello de tu novio suicida, ni lo de aquel ex tuyo, drogadicto pero artista brillante. No me vale que todas tus preferencias fueran mejores que las mías. No me vale que tú fueras brillante y yo un mequetrefe, no, ya no me vale. No me vale que desaparecieras, y me dejaras con un poso de culpa por algo que no he sabido nunca, ni ha sido jamás responsabilidad mía. No pienso cargar con tus traumas, ni con tus neuras, ni con tu falsa modernidad absurda. Ya no...

No puedo creer que me volviera loco por ti, ni que hiciéramos cábalas sobre nuestro futuro, ni que me pareciera tan guay que nuestros nombres empezaran por la misma letra, y el que, si intercalábamos nuestras iniciales, saliera una palabra. No sé cómo me dejé engañar por tu aspecto y tu pinta de niña buena, tus ademanes, y tu sonrisa, a la larga tan falsa como los gustos impostados que en todo tenías. No eras una persona, eras un estereotipo, un ejemplo perfecto de todo lo que me ha atraído en la vida, embutido en un ser que asemejaba ser una persona, un ser humano, pero que acabó siendo una sombra, un pelele, un fantasma. Cruzaste por mi vida como si yo te importara, pero al final dejaste bien claro que no te importaba nada salvo tú misma, y en ocasiones ni eso. Llegué a creer que eras una mentira, una broma del destino, un reflejo siniestro de lo que llevo toda mi triste y solitaria existencia buscando, cuando en realidad no eras más que un macabro clon de lo que llevo toda mi puta vida encontrando, gente rota que no tiene arreglo, o que, al menos, yo no soy capaz de arreglar, por mucho que lo intento. Me hiciste creer que el bastardo, que el malo, que el extraño era yo, y eso no te lo puedo permitir. Yo seré como sea, pero no tengo nada que ver con toda la basura que te ha salpicado en la vida.

No me das pena ya. Si acaso, asco. Y rabia. Y no me importa ni dónde estás ahora, ni qué habrá sido de tu puta vida. Suena duro, lo sé. Pero más duro fue el empujón autodestructivo con el que me obsequiaste a la primera de cambio. Yo quise ser en quien te apoyaras para empezar un nuevo camino. Yo quería ser quien compartiera contigo todo aquello que nos prometimos, todas esas cosas que siempre quise hacer pero nunca encontré con quién. Hasta que apareciste tú, como una Lady Halcón cualquiera, mostrándome a la dama que esperaba ver cuando en tu cerebro era de día, y el animal indómito y salvaje que arañaba y mordía si en tu cabeza se hacía la noche. Nunca sabrás el daño que me hiciste, ni lo que lloré por tu culpa. Nunca lo sabrás, porque no te dejaré saberlo nunca. Ahora ya te he superado, al fin. Como a un mal catarro o una gripe estacional persistente. Ya te he olvidado. Y no creo que te vuelva a ver en la vida, aunque nunca se sabe. Ahora, si lo hiciera, si volviésemos a vernos, tan sólo te diría una frase, a ti que tan pagada de ti misma estabas: "Realmente, no valías nada..."

lunes, 17 de enero de 2011

"Muñeco Roto" 0034

Hay algo roto en mi interior. El mecanismo que antes hacía que todo funcionara como debiera se ha roto, o se ha estropeado, o se ha quedado sin pilas. No recuerdo si alguna vez funcionó de manera continua, pero sí que sé que ha funcionado alguna vez, esporádicamente. A veces hacía sonreír, a veces emocionaba. Pero sólo a veces, porque, la mayor parte de ellas, no funcionaba. Hace años, conocí gente que estaba sola. Siempre les decía: "Es extraño. No entiendo por qué alguien como tú no tiene a nadie a su alrededor constantemente. Yo lo estaría, si quisieras...". Pero nunca querían. Y a nadie le parecía extraño que yo estuviera solo y sin compañía.

Algo en mí no funciona, mi interior se pone en marcha, pero los engranajes no engranan, los circuitos no funcionan, las poleas se atascan, y, al final, lo que parece que ha de funcionar, calla. En otra vida fui un juguete nuevo y que funcionaba perfectamente, en otra vida. En otra vida, seguro que conseguí encontrar a quien quisiera jugar conmigo, en otra vida. En otra vida, mis funciones y mis trucos atraían y cautivaban, en otra vida... En otra vida, que no recuerdo, todo era distinto y nada se parecía a lo de esta vida. En otra vida.Sin embargo, ahora, en esta existencia mía, lo que antaño fueron risas, hoy se tornan llantos, lo que en días fueron afectos y hoy se mutan en quebrantos. Ni siquiera un buen zurcido conseguirá jamás que mi relleno deje de gotear, y, poco a poco, mi estampa degenera hasta que llegue ese momento en que, solo, me marchite y muera.

Un muñeco roto soy, y no creo que pueda nadie recomponerme. Me faltan piezas, me faltan botones, me faltan armas, me faltan ambiciones... Un muñeco roto, algo sin nombre. Un fraude de ilusión, un espantajo. Doy más miedo que ilusión, y más pena que alegría. Cerraré mis ojos automáticos y esperaré a que acabe el día...

jueves, 13 de enero de 2011

"El Sumidero De Los Recuerdos Perfectamente Inútiles" 0033

A veces la vida te da segundas, terceras y hasta cuartas oportunidades. Para mejorar, para conocer a alguien mejor, para que lo que te salía mal te salga bien, y así. Pero claro, no todo han de ser buenas oportunidades, eso sería como pretender que las rebajas de un gran almacén estén siempre repletas de gangas que merezcan la pena.

Las más de las veces, la vida te da otra oportunidad para conocer a ese idiota que un día conseguirte esquivar en una fiesta mientras hablabas con algún amigo que te salvó de sus redes momentáneamente. Te da otra oportunidad para escuchar esa bobada que no oíste en condiciones y que hace que te salten los nervios. Te da otra, incluso, para recibir la bofetada del desdén de alguien que, en realidad, ni te va ni te viene, pero que está ahí, haciendo gala de un desprecio destinado a ti que no crees siquiera que tenga potestad para usar en su provecho. A veces te pasan cosas absurdas, que no sabes por qué, ni a cuento de qué, pero te afectan. Es uno de esos momentos perfectamente prescindibles, como cuando alguien te ve y te dice que has engordado, que estás muy viejo o muy calvo, y que, por mera educación, no respondes con un sincero "Que te den" o "Vete a tomar por el culo". Porque eres una persona educada. Y la gente educada sabe encajar con estilo ciertas tonterías de la gente inculta y sin educación que presume de su estulticia con dedicada abnegación. Y ya, ya sé que son cosas que hacen mella. Lo sé. A veces, nuestro ánimo es como el suelo terroso y lleno de barro de un pueblo del Oeste Americano. Ese barro se hace de nuestras propias historias, sí, de nuestras mierdas. Y si empezamos a saturar ese barro con las mierdas de los demás, al final se monta un cenagal de fango asqueroso, y acabamos reventando por algún lado. En esas situaciones, se puede reaccionar de dos maneras. La primera, la perfectamente normal, es la de dirigir una explosión de violencia, bien sea física, verbal o, ¿por qué no?, escrita hacia nuestro objetivo, con la clara idea de abrasarlo en el fuego de nuestra ira. El otro es, simplemente, dejar que su existencia desaparezca de nuestras mentes y nuestras existencias, dejando que se deslice y cuele por el sumidero de los recuerdos perfectamente inútiles. Es más civilizado y, a la larga, más provechoso. Además de una conducta pasivo-agresiva bastante elocuente, pero eso es otro tema.

Utiliza tu fuerza mental para que se deslicen por el sumidero aquellas personas que te adularon falsamente, o porque creían que eras de un estrato social diferente y superior al de ellos, y te despreciaron luego por no serlo. Lanza al sumidero a aquella persona que te hirió cunado le declaraste tu amor. No te duelan prendas en dejar que se viertan por el sumidero aquellas personas que te generaron angustia, tristeza, apatía o temor, pues ese es su sitio, y ahí es donde deben estar. Pululando por las cañerías de nuestro desapego y de nuestra indiferencia. Dedica tu tiempo y tu vida a los que lo merezcan, y a los que hagan por merecerlo. Al resto, a quien te estorbe, a quien te dañe, déjalo desaparecer en el sumidero de los recuerdos perfectamente prescindibles...

domingo, 9 de enero de 2011

"Historia De Lo Nuestro" 0032

Lo nuestro empezó a saltos y terminó de golpe, como lo hacen todas las historias de amor que se precien. Nos conocimos de forma casual, en una terraza de verano, y sin saber por qué, empezamos a hablar. Nos caímos bien, nos parecimos interesantes, y nuestros mutuos envoltorios nos parecieron lo suficientemente atractivos como para prorrogar nuestro encuentro en otras cuatro o cinco ocasiones. Hablábamos de música, de cine clásico y de otras cosas en el fondo banales, porque, en realidad, lo que nos apetecía era vernos, era olernos, era besarnos, era mordernos,  era arañarnos. Lo que queríamos era hacernos el amor de manera salvaje, pero, en cambio, hablábamos de arquitectura, de filosofía o de cualquier otra cosa perfectamente snob e intrascendente. Así pasaron varias tardes al sol del norte, que parece que no quema, pero sí lo hace, y calienta. Y mucho.

La última tarde,  en esa terraza junto a aquella fuente de estilo francés, nos atrevimos a besarnos por primera vez, objetivo único de nuestro acercamiento mental. Nos besamos hasta que nos quitamos el sabor. Nos acariciamos hasta borrar nuestras huellas dactilares, y nos prometimos amarnos y protegernos, aún sabiendo ambos que era mentira, producto de una pasión efímera como un fuego fatuo. Nos perdimos en aquel parque, que era como un bosque artificial dentro de una jungla de asfalto, hormigón y cristal. Paseamos de la mano, sólo porque así nos asegurábamos de que el otro no se nos escaparía. No podía dejar de mirarte, y mis ojos azules se reflejaban en tus gafas ahumadas de montura vintage, creando el trampantaojo de que mis ojos eran tus ojos que me miraban. Nos besamos, y, en un claro apartado de las miradas furtivas, nos amamos. No fue premeditado, o tal vez sí. Aquella tarde nos tuvimos el uno al otro de manera salvaje, sin conocimiento, sin ningún otro tipo de conexión activa, más allá de la puramente irracional, física y sexual. Tras aquello, nos acercamos a una antigua cantina que ahora era de lo más in del momento. Bebimos vino, y hablamos de cosas que a nadie le importaban, ni siquiera a nosotros mismos. Me dijiste que te encantaría enseñarme Francia, y planeamos nuestro próximo viaje relámpago a Londres. Me prometiste explicarme los secretos de "Un Perro Andaluz", y yo juré contaminarte con ese cine pseudo-intelectual tan intelectualmente vacío que tanto me gusta. Nos prometimos no abandonarnos, sin importarnos lo que quisiera pensar el resto del mundo, ajeno a nuestras sensaciones, nuestros sentimientos, nuestras pulsiones. Nos lo prometimos, aún sabiendo que nunca lo cumpliríamos... De madrugada, en tu portal, te despedí como un caballero galante. Me cogiste del corbatín y me invitaste a tomar una última copa de vino en tu casa. Acepté, por supuesto. Esa noche, increíble, llevó hasta el límite más extremo nuestras mutuas percepciones, haciendo que cada mínima extensión de nuestro sistema nervioso llegara al nirvana...

Lo nuestro empezó a trompicones y terminó en seco, como lo hacen todas las historias de amor que duelen, marcan y hacen llorar. Nuestra mutua adoración, nuestra pasión recíproca, como si de una estrella errante se tratara, sufrió de explosiones y estallidos en su superficie, arrebatos de ira, celos y desprecio que resquebrajaron nuestros sólidos cimientos. O quizá no tan sólidos, después de todo. ¿Sabes? Me caías mejor antes de nuestra primera discusión seria. Antes de que intentaras anularme como persona. Antes de que quisieras colgarme todos tus complejos a mí. No quisiste que te ayudara, y preferiste huir. El tercer acto de nuestra relación fue un adiós tajante, sin réplicas ni derecho a ellas. Hoy hace siete años desde la última vez que te vi, en aquella calle en la que apenas nos dirigimos la palabra, y seis años y medio desde la última vez que intenté ponerme en contacto contigo, el día de tu trigésimo primer cumpleaños, ése que íbamos a celebrar en aquel bar tan anticuado... Hoy es 7 de Enero de 2017, y no sé qué haría si volviera a verte. No sé si iría en tu busca para besarte de nuevo y abrazarte, o si por contra huiría de ti, tan sólo por no verte. Pero si que es cierto que, otra vez, en la misma terraza en que nos encontramos aquella tarde de primavera, mi corazón late con fuerza cada vez que recuerdo tu ausencia...

viernes, 7 de enero de 2011

"El Fin (Otro Don Nadie)" 0031

Cargaré con la culpa, no pediré explicaciones y dejaré todo atrás. Al fin y al cabo, ahí afuera el mundo sigue, y no creo que esto nuestro les importe. Digeriré los malos momentos, levantaré la cabeza y trataré de superarlo. Después de todo, afuera brilla el Sol, y no lo cambiará mi amargura.Creo que esto es el fin, la última escena. Es el final de nuestro amor. Y ya encontrarás a otro Don Nadie que aguante lo mismo que yo. Creo que este es el final. Sé que este es el final...

Trataré de aprender de los errores, intentaré ser menos maleable, y construiré mi vida de nuevo. No en vano, en el parque los niños juegan, y que mi vida se hunda o resurja no hará que lo hagan peor. Buscaré a alguien que no se parezca a ti, que tenga sentimientos distintos, y empezaré de cero. Al final, el resto del mundo gira, y nada de lo que me haya pasado variará su órbita. ¿Ves? El final. Último acto. Así es el fin de nuestro amor. Ojalá encuentres a otro Don Nadie que aguante lo mismo que yo. Creo que este es el final. No, sé que este es el final...

Volveré a ser quien era antes de conocerte, que quizás no fuera gran cosa, pero todo será como ya era. Y afuera, en el ancho mundo, todo seguirá igual, y el que lo nuestro se rompa a nadie importará. Intentaré olvidarte, y tal vez lo consiga, porque es lo que quiero. Aunque me duela después de toda la marea de planes olvidados y noches que nunca se dieron, y encuentros furtivos que acabaron como acabaron. Ha sido el fin. Último canto de cisne. Ahí se acabo lo que era amor. Ojalá encuentres a otro Don Nadie que te haga que sepas lo que es sufrir como he sufrido yo. Creo que eso fue el final. Sé que eso fue el final...


(Basado libremente en "Another No One", de Suede)

miércoles, 5 de enero de 2011

"Las Musas" 0030

Se despertó por la mañana, casi ya por la tarde, y junto a él ya no yacía nadie. Se desperezó, semi-inconsciente, abrazado aún a sus ensoñaciones y los dispersos recuerdos de la noche anterior, que había sido gloriosa. En su boca se entremezclaban los sabores del Marlboro Light, el Jack Daniel's y el rojo de labios de aquella muchacha tan atractiva a quien conoció hace algún tiempo, y con quien se había reencontrado la tarde anterior. Ella era muy bonita, aunque nunca hacía ostentación de ello. Ojos de agua, preciosas pecas recorrían su cuerpo y un pelo negro y brillante como las tinieblas del espacio exterior. Su conversación era siempre interesante y su timidez resultaba turbadora. Nunca supo por qué le habló por vez primera ni por qué dejaba de hacerlo cuando a ella le venía en gana, aunque no le importó, porque eso es algo que sólo se pueden permitir las mujeres como ella, apariciones etéreas, de esas que te alegran el día con su presencia, o te lo destrozan con su ausencia.

Los antiguos Griegos las llamaban Musas, porque eran las que inspiraban a los artistas. Hoy, un artista, un pretendido artista, ha de tener su Musa. Ha de tener quién le inspire. Ha de tener una sonrisa, una mirada o una voz que le haga recordar el modo en que puede transformar sus ideas en Arte. Pero eso no es fácil. Las Musas son caprichosas, y lo mismo que aparecen desaparecen, huyen, te esquivan o vuelven. Una Musa no es algo que puedas dar por garantizado. Una Musa te puede doler. Puede hacer que desees no haberla conocido nunca, desear que no hubiera despertado en ti el ansia creadora. Una Musa puede ser una bendición, o una pesadilla.

Así pues, mientras se colocaba el cabello, sentado al borde de una cama en la que aún quedaba la silueta de su musa, decidió que debía escribir algo. Algo que no tuviera que ver con él, sino con viajes, con ciudades costeras, con chicas turbadoras y gente que tiene suerte sin saberlo. Decidió que debía escribir la historia de su vida sin que él saliera en ella. Decidió que las Musas no son grata compañía cuando no desean serlo, y que las Musas son libres como el viento, y a veces soplan su inspiración sobre ti, y a veces no. Y que, por si acaso esa Musa decidía no insuflarle su bendición nunca más, a partir de ahora las Musas deberían encontrarle trabajando, escribiendo, creando, porque eso es lo que les gusta a las Musas, casi más que el que te preocupes por ellas, de ellas o por ti sin ellas. Otra noche, quizás ya prefijada, la Musa volverá, te sonreirá y te hará pasar la noche de tu vida. Entretanto, de punta a punta del mundo, los que tienen algo que contar y lo hacen, deciden esperar a su propia Musa, para que baje de su Vía Láctea y les ayude a escribir poemas, novelas, cuentos y canciones de amor...

lunes, 3 de enero de 2011

"Si Hubiera, Si No Hubiera" 0029

...si tan siquiera hubiera mirado atrás un instante, aunque sólo hubiera sido el tiempo justo en que tarda en caer una gota de rocío desde la hoja de un arbusto al suelo, seguramente hubiera podido esquivar aquel coche, y aún estaría vivo. Si la forma de conducir de aquel mequetrefe hubiera sido más llamativa, es probable que la patrulla de la Guardia Civil, que siempre montaba guardia en el mismo sitio, le hubiera parado y detenido, de tal forma que nunca hubiera estampado su flamante automóvil, a más de cien kilómetros por hora, contra la marquesina del autobús. Si no hubieran despedido a aquel imbécil por perder el dinero de la recaudación de la joyería de aquel día en su camino al banco para ingresarla, seguramente no se hubiera emborrachado, dada su falta de costumbre a la hora de consumir alcohol, tras beber copa tras copa de whisky en el bar del amigo de aquel tipo tan gracioso que hablaba en un programa de televisión de prensa rosa que veía todo el mundo, pero del que no recordaba el nombre, ni mucho menos se hubiera caído del taburete del bar, ni se hubiese abierto una brecha en la barbilla al golpearse contra la barra, justo antes de coger el llamativo coche de empresa que debía devolver al día siguiente sin falta en la empresa de renting que trabajaba para la joyería. Si aquel petimetre engreído que trabajaba en la joyería no se hubiera detenido en la floristería, y, más aún, si no se hubiera quedado absorto junto a la mesa de las rosas que quería regalar a su hija, hubiera notado cómo el sobre con la recaudación del día se deslizaba desde el interior de su gabardina, y caía a sus pies, quedando semioculto junto al banco de petunias.Si no hubiera entrado en aquella floristería para mandarle flores a ella por su cumpleaños, jamás me hubiera encontrado, tirado junto a un banco de petunias, el sobre con más de cinco mil euros. Si no me hubiera quedado con aquel dinero no hubiera podido reservar un vuelo a Londres para aquella misma tarde presentarme en Londres y darle a ella la mayor sorpresa de su vida. Si no hubiera hecho tanto sol aquella tarde, no me hubiera resguardado a la sombra de aquella marquesina de autobuses mientras esperaba impaciente la llegada del taxi que me llevaría al aeropuerto, de camino a Londres, para reencontrarme con ella...

"Era Un Perdedor" 0028

Eligió ser un perdedor porque esa era la única salida posible para alguien como él. Nunca había sentido contra su cara el rocío fresco de la mañana, ni había olido las rosas en un jardín botánico, ni había sentido su corazón arder de pasión por nadie, ni siquiera en sueños. Su sonrisa, aparentemente franca, ocultaba un mar de mentiras, una insalubre ristra de momentos para olvidar y una colección de traumas que hubieran hecho las delicias de cualquier clínica psiquiátrica durante años. Sin embargo, de cara a la galería, pasaba por ser un tipo perfectamente normal, uno de esos que las madres quieren para sus hijas, pero que ninguna hija en su sano juicio desea jamás para sí misma. Responsable, serio, razonablemente atractivo y con cierto gusto. Pero siempre rodeado por un aura gris que nadie sabía de dónde procedía exactamente, pero que hacía que todo a su alrededor se secara, se pudriera o muriera.

Eligió ser un perdedor, sí, porque a la gente como él no le queda más remedio. La soledad era su marca de fábrica, una soledad impenetrable como la noche más oscura. Nadie recordaba nunca quién era, qué hacía, o su nombre. Nadie le enviaba flores en una fecha señalada, ni una tarjeta cuando era su cumpleaños. Se  sentaba cada tarde al pie de su cama, al salir del trabajo, y esperaba las horas muertas hasta que la dueña de la pensión en que vivía le avisaba de que la cena estaba hecha, o de que empezaba aquel programa que había visto con ella una vez, pero que en realidad odiaba. En silencio, absorto en sus pensamientos, apenas si conversaba con nadie, porque sabía que, aunque lo hiciera, nadie le escucharía al final. Sus historias y sus vivencias desaparecieron enterradas en el tiempo, al no ser rememoradas, ni jamás contadas.

Era un perdedor, sí. Pero no lo eligió él. Lo era porque no tuvo más opción. En su vida nunca brilló el Sol una tarde feliz en un parque, ni cogió la cálida mano de nadie para pasear por la arena de la playa. Nadie acarició su espalda ni le dijo una palabra de amor al oído. Por eso, el día que apareció su cuerpo, ahorcado, colgado de la lámpara de su despacho con su propio cinturón, a nadie le sorprendió que, en los quince días que llevaba allí puesto, nadie lo echara de menos...

"Me Borro (Declaración de Principios)" 0027

Por la presente, yo, "Hombre Sin Nombre", declaro que, a partir del día de la fecha, me borro de muchas cosas que he hecho hasta ahora. Declaro que no tropezaré dos veces en la misma piedra, ni dejaré que lo que me rodea me haga girar a su alrededor, sino al contrario. No seré el Sol de los antiguos, ni la Tierra actual. No orbitaré alrededor de nadie, seré un astro que no señale a ningún punto cardinal concreto más allá del que me resulte atractivo.

Por la presente, yo, "Hombre Sin Nombre", postulo que nadie que no requiera mi compañía la tendrá garantizada. Nadie disfrutará de pensamiento alguno dedicado a sí, de mi parte, salvo que me demuestre que piensa en mí, aunque sea esporádicamente. Nadie que no se ocupe de mí merecerá mi atención, lo mismo que todo aquel que no me saluda por la calle no es por mí saludado. Mi vida se despegará del resto, aunque cueste tiempo. Los esfuerzos sólo merecen la pena si la merecen.

Por la presente, yo, "Hombre Sin Nombre", reivindico el egocentrismo absoluto. Reivindico el saber dónde está mi sitio. Y reivindico que en mi sitio esté sólo yo, aunque esté yo solo. Nadie usurpará mi vida, ni conseguirá que me preocupe por la suya, salvo que sea merecedor de ello. La mayor libertad es la que nos libera de las esclavitudes autoimpuestas. Reivindico el derecho a ser yo mismo, sin tener que dar explicaciones ni pensar en las reacciones de los demás.

Por la presente, yo, "Hombre Sin Nombre", doy por cerradas muchas presuntas amistades, muchos presuntos romances, muchas presuntas historias, todas ellas que no llevan a lugar alguno, que no son constructivas sino destructivas, y que pueden hacer ver al resto que no sólo sea un hombre sin nombre, sino también sin corazón, ni alma, ni sentimientos.

Por la presente, yo, "Hombre Sin Nombre", me autorizo a mí mismo a vivir mi vida. Sin imposturas, sin disfraz. Sin nombres falsos, ni hechos más falaces que verdaderos.

Por la presente, yo, "Hombre Sin Nombre", me borro del mundo. O borro el mundo que me rodea y empezaré a pintar uno nuevo...

domingo, 2 de enero de 2011

"Esperando La Abducción" 0026

Tras el final de la cuenta atrás, y una vez disipado el humo, no sucedió nada. Todos nos miramos, confusos. Esperábamos una gran explosión, pero no llegó. Tras nuestros parapetos, poco a poco, como con miedo, algunos valientes nos fuimos asomando, tímidamente. Todo seguía igual. Nada había cambiado. Tanta tensión, tantos momentos de histeria contenida, para nada. Todo iba a ser exactamente igual que antes. Nada de lo que esperábamos que sucediera iba a suceder, y nada de lo que nos prometimos a nosotros mismo iba a ser cumplido.

Al final, sentado a los pies de una fuente, en una plaza cualquiera de casi cualquier ciudad, allí estábamos. Se mascaba la tragedia, y el ambiente estaba muy enrarecido. Muchos, elegantes como en la vida, nos quedamos huecos, vacíos. Tras tantos preparativos, tantos sueños y tanta parafernalia, este viaje no nos llevaba a ninguna parte. No hubo luces de colores, ni ruido ensordecedor. El suelo no tembló, ni levitamos en medio de un haz de luz extremadamente blanca y brillante. Te cogí de la mano, y te consolé, porque observaba la decepción en tus ojos. "Quería que todo fuera hoy distinto, como habíamos planeado", dijiste. Me soltaste y te fuiste, y allí me quedé, hierático y solo, frente a una muchedumbre que se transformaba en turba sin conciencia, y volvía, ajena a todo, a sus quehaceres cotidianos. Me acerqué a un muro, y me senté, en cuclillas, en el alféizar de una ventana. Para poder observar, mejor la distancia. Así que, entre aturdido y decepcionado, tomé la decisión más importante de mi vida. Decidí que, a partir de ese instante, sería como una hoja mecida por las olas. Sin rumbo fijo, ni objetivos, mi vida discurriría por caminos nunca antes por mí explorados. En vez de esperar la abducción, seré yo quien me lance a sus brazos, pero sólo si las circunstancias me obligan a ello.

Tras el momento filosófico y de profundidad desmedida, tomé el rumbo de los perdedores, la senda de los que no ganan nunca, pero no porque jueguen mal, o sean torpes, no. La senda de quien fracasa en un juego al que ni siquiera ha sido invitado. Recuerda, amigo. Nunca pongas tus esperanzas vanas en que todo cambiará una Nochevieja. No eres Cenicienta, y nada de lo que esperas que cambie tras las doce campanadas lo hará. Es ley de vida, al fin y al cabo el comienzo y fin de un año es algo arbitrario...