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jueves, 24 de febrero de 2011

"Jaque Mate" 042

Planear cosas es una de mis aficiones. Puedo planear un movimiento de ajedrez calculando las trescientas jugadas siguientes de mi adversario. O no. Quizás me las invente. Pero sé que, si muevo la torre y desprotejo a la reina, seguramente pierda la partida. Es curioso el ajedrez. Quizás el primer juego feminista del mundo. La reina es todopoderosa, mientras el rey es un calzonazos que sólo puede huir casilla a casilla. Curioso planteamiento, ¿no? Pero, si lo piensas, no muy alejado de la realidad...

Viene todo esto al caso, porque, de entre todos los planes que maquina mi cerebro, al final, sólo uno o dos se llevan a cabo en la realidad. Soy perezoso, y, a la menor señal de fracaso, abandono mis planteamientos, para centrarme en otras cosas. Con esto quiero decir que, si veo la más mínima posibilidad de equivocarme o de que algo no vaya a funcionar como el mecanismo de un reloj suizo, no se lleva a cabo y punto. No es derrotismo, es sentido práctico. Si algo tiene más posibilidades de salir mal que de salir bien, no merece la pena, por muy reconfortante que resultara su ejecución. A veces planeo cosas con maldad, y en esas ocasiones sí que me arriesgo. Esos riesgos se acentúan si pretendo hacer cosas a escondidas, esperando que otros no se enteren, por el mero placer de plantear mis jugadas de ajedrez, pero usando gente en vez de peones, alfiles, caballos o torres. Si planeo una jugada de ese estilo y me sale mal, asumo mi responsabilidad. He de decir, para mi descargo, que las veces que planeo cosas a mala hostia son tan escasas como poco efectivas. Quizás me pasa como a esos chavales que pretenden robar en un supermercado, pero no pueden porque les atenaza el miedo. Por eso, si quiero hacer algo que me importe de verdad,  procuro ir a las claras, o intentando implicar al menor número posible de personas. Creo que es una buena forma de hacer que las cosas funcionen.

Sin embargo, en mi último plan, no conté con que, si no todo depende de ti, la participación de otros implica serios inconvenientes, serias connotaciones que escapan a mi control. Como que, por ejemplo, lo que a mí me parece claro y cristalino, a otro le pueda parecer intrincado, rebuscado y dañino. Cuando no veo venir esas cosas, es, simple y llanamente porque no me he sentado a analizar todos los pros y los contras. Porque no he actuado con la malicia suficiente como para ver venir el problema. Un problema que, a lo mejor, para otros resulta evidente, pero que yo no he podido prever. Una persona que no debía estar en un sitio, diciendo algo que no debía estar diciendo a la persona que no debía, y todo vuela por los aires. Con lo fácil que hubiera resultado todo si hubiera actuado con maldad, en silencio y sin compartir cosas con nadie. Un movimiento rápido, una calculada mentira, y estaría allí, y eso sí que ya no tendría marcha atrás... Pero no. Dicen que la verdad os hará libres, pero eso es una mentira maquiavélica. Saber manejar los tiempos, los silencios y las verdades libera más que cualquier verdad bienintencionada. Toda mi vida ha sido así, y las bofetadas más gordas me las he llevado por ser sincero y dar la cara.

Seguramente, si alguien lee esto, acabará pensando que no se entera de nada, y que no sabe de qué estoy hablando. Es normal. Es la hora de repartir de nuevo las piezas, porque esta partida ya no tiene marcha atrás. Ahora he perdido al rey. Es un jaque mate perfecto...

sábado, 19 de febrero de 2011

"Esta Ya No Es Mi Parada" 0041

Hola, no se si me conoces. Creo que sí, que has sido consciente de mi existencia durante todo este tiempo, pero, hasta ayer, escogiste ignorarla. Soy el chico tímido que se sentaba cerca de ti en clase. Soy ese muchacho taciturno que te veía a veces en esa cafetería mientras estabas con tus amigas. Soy ese tipo lo suficientemente guapo como para resultar agradable, pero no lo suficiente como para que reparases en mi presencia. Soy el que te ha sujetado la puerta mil veces en el cine cuando salías. El que te ha dado los buenos días en el supermercado, ahí, en la sección de frutas y verduras. Soy quien se ocupó de ver que llegaras a casa sana y salva aquella noche que ibas de lado a lado de la acera a las tantas porque tu novio del instante prefirió seguir de fiesta con sus amigotes en vez de acompañarte. Soy quien sonríe cuando me cruzo contigo en la calle, y quien se queda sin voz cada vez que te ve e intenta cruzar una palabra susurrada en el pasillo de novela moderna de la Biblioteca.

Me pregunto muchas veces si sabes que existo, si en tu universo se refleja el mío, si en un momento dado alzarás tu mirada y me descubrirás cerca, más cerca de lo normal, tan cerca como para tocarte, y besarte, y susurrar mi nombre, y quién sabe, quizás decirme que estabas esperando que te dijera algo en cualquiera de las múltiples ocasiones que el destino ha querido ponernos en la misma secuencia espacio temporal, pero que, al ver que no lo hacía, te has decidido a hacerlo tú. Me cuestiono la justicia de una vida en la que gente que claramente debería estar junta se aleja porque uno de los dos no reúne fuerza, valor o confianza suficiente como para mirar a los ojos del otro y decirle: "Es a ti a quien quiero..."

He sabido desde siempre que tú y yo estamos predestinados. Creo que nací sabiéndolo. Por eso durante años me he puesto en tu campo de visión de manera deliberada, para ver si alguna vez conseguía  acertar a colocarme en tu punto de mira, pero siempre ha sido en vano. Hasta tal punto que, por fin, decidí abandonar la inútil empresa de conquistarte. Y me vino bien. Al poco tiempo, conocí a otra persona, otra muchacha que, como yo, había perseguido su estrella sin conseguir atraparla. Otra que, como yo, había decidido dejar de perseguir sueños que luego no están a la altura de las realidades, y que hacen daño. Nos conocimos en una librería, y todo cambió. Empezamos a salir y todo nos va perfecto. Y seguirá yendo así, aún a pesar de que ayer, en el autobús, ahora que tú estás sola y ya no te rondan tantos pretendientes como antes, te sentaste a mi lado y me dijiste que te sonaba mi cara. A pesar de que me dijiste que ibas a ir a esa cafetería en la que en tantas ocasiones te he observado furtivo. A pesar de que dejaste caer que te parecería buena idea que te acompañara. Todo hubiera sido perfecto meses antes, pero, ahora, tan sólo te puedo responder que lo siento, pero esta ya no es mi parada...

martes, 15 de febrero de 2011

"¿Cómo Están Ustedes? (El Payaso De La Tele)" 0040

Crees que me conoces porque soy famoso. Crees que puedes opinar de mí, porque me ves por la tele. Crees que puedes pedirme un autógrafo, una foto, un beso, lo que sea. Crees que te debo la vida sólo porque me reconoces por la calle y repitas la frasecilla latiguillo que digo a diario en el programa al que estoy encadenado. Crees que siempre he de ser gracioso, simpático y atento. No puedo ser de otra forma, me conoces, porque me sigues en televisión, me enlazas en redes sociales, me escribes cartas de amor o admiración a la redacción. Crees que sin ti no soy nadie, y que por eso tienes patente de corso sobre mí. Crees que estoy a tu servicio, que soy tu bufón. Crees que puedes exigirme ser mi propio personaje en cada ocasión, sin respetar que soy persona y, al menos, tan respetable como tú. Crees que soy el payaso de la tele.

Te crees con derecho a opinar sobre mi trabajo, como si fueras un Dios, sólo porque salgo en televisión. Crees que es tu obligación decirme lo puta mierda que es mi programa, lo poco edificante que te resulta, la poca gracia que te hizo tal o cual chiste. Te crees con poder para censurar mis movimientos, mis salidas, mis opiniones. Para ti sólo soy un pierrot, un payaso tonto que sale por la tele, que está en el mundo sólo para entretenerte, par hacerte reír. Un bufón.

No me conoces de nada, pero me tuteas. No me conoces ni sabes quién soy, pero actúas como si así fuera. No me conoces ni sabes quién soy, nunca me viste cuando era como tú, pero crees que tus enseñanzas sobre la vida, tus vivencias, son mejores que las mías. Que sólo soy un niño mimado, un endiosado. Crees que mis problemas son menores que los tuyos sólo porque mi trabajo es tu ocio, y, dado que tú lo disfrutas, es de necios pensar que yo no. Dices que me debo a ti porque eres mi público, pero sólo buscas una ficticia relación de poder, falsa como todo lo que ves que yo hago en la pantalla. Diez segundos, prevenido. Cinco, luz y sonrisa. Empieza la función. ¿Cómo están ustedes?

lunes, 14 de febrero de 2011

"14 De Febrero" 0039

No esperaba nada de este 14 de Febrero, y menos mal, porque nada saqué. Y menos de ti. Si acaso, lo de siempre. Bueno, lo de siempre no. Conseguí olvidarte, y no es cosa baladí. No sé muy bien por qué te empeñabas en aparecer y desaparecer de mi vida, consiguiendo en mi corazón un efecto parecido al que sienten los desenganchados a la heroína. Los que caen una y otra vez.

Te perdías durante meses, y era imposible dar contigo. Siempre tenías cosas que hacer, aventuras por vivir, sueños que conquistar, y en ninguno de esos planes cabía yo. Me volvía loco, pensando en qué sería de ti, en dónde estarías, si seguirías viva o si pensarías en mí. de pronto, un día volvías, y yo, como un cachorrillo, corría a tu encuentro. Me prometías el oro y el moro, me decías que todo sería distinto a partir de aquel instante, que estarías a mi lado, que no me podrías olvidar jamás. Y yo caía en la trampa, y te amaba de nuevo como si nada de lo anterior hubiera pasado. Entonces, cuando ya me tenías de nuevo enganchado, tensabas la cuerda, y me hacías rogar y suplicarte para no lograr nada. Cuanto más nos acercábamos, más me separabas de ti, y, nuevamente, desaparecías. Ahí yo me desesperaba, enloquecía de amor, de rabia, de odio y de celos, y prometía al Cielo que te olvidaría para siempre, que nada de lo sucedido volvería a repetirse, que no me importabas y que nunca volvería a querer saber de ti. Pasaba por el duelo como alma en pena, dándole vueltas, y sufriendo como un colegial. El tiempo transcurría, y poco a poco, te iba olvidando. Hasta que, de pronto, ya no te recordaba apenas. Y ahí, en ese instante, como si un resorte en mi cerebro te avisara de manera subconsciente, volvías. Un mensaje en el contestador. Una llamada a horas intempestivas. Una petición de ayuda desde cualquier punto del mundo. Y allí estaba yo de nuevo, olvidando el dolor, las noches de insomnio, las lágrimas y el desprecio. Y así mil millones de veces, y a cada cual más dolorosa la pérdida que la anterior, y más excitante el recuerdo. Pero no este 14 de Febrero, otra vez no. Te di la última oportunidad, te abrí mi corazón, la caja de mis sentimientos, mis verdades y mis miserias. Te ofrecí la posibilidad de explicarte, de decirme por qué me hacías esto a mí, que te amaba. Me dijiste que, simplemente tú eras así, y que, en realidad, yo te caía bien, pero no te importaba. No lo suficiente al menos.

Este 14 de Febrero tus palabras atravesaron mi corazón certeras como una bala, y decidí que en realidad, quizás tú no valías nada. Me convencí de que, por mucho que recorra un camino que no lleva a ningún sitio, no conseguiré que me conduzca a donde deseo. Y desde este 14 de Febrero soy feliz, aunque esté solo, porque ya no te espero. Desde este 14 de Febrero soy feliz porque te he olvidado.

domingo, 6 de febrero de 2011

"La Copia De La Copia De La Copia De Una Copia" 0038

Estaba recordando una escena de "El Club De La Lucha", en la que Ed Norton describe el padecer insomnio como vivir el día a día como si fuera la copia de la copia de la copia de una copia del día anterior. Creo que era algo así, por eso no lo entrecomillo, que soy especialmente tiquismiquis con eso. El caso es que últimamente no duermo muy bien. Hay quien dice que es porque me siento culpable de algo, hay quien me dice que es porque no todo me va bien, pero nadie sabe realmente el por qué. Ni siquiera yo.

Hace tiempo que mi vida parece la copia de la copia de la copia de una copia de una vida normal, y nada de lo que hago por actualizarla da resultado. Me he apuntado a cursos de cocina, he intentado aprender a tocar la guitarra, estuve a punto de sacarme la licencia de conducir camiones, y nada. Me he dedicado a pensar, he intentado escribir, he tratado de poner mi mente en orden, y nada. Todo es reiteración, nada es novedad, la ausencia de estímulos hace que me permita pensar en no avanzar en nada en mi vida, porque nada de lo que intento sale. Voy todos los días al mismo trabajo, me siento en la misma mesa en la cafetería, desayuno lo mismo todos los días, leo el mismo periódico a diario, vuelvo siempre a la misma hora y por el mismo lugar a mi apartamento, en el que nadie me espera, como todos los días. Descongelo un tupper para comer de los que cociné el fin de semana, me siento en el sofá en el mismo hueco de siempre, como viendo la tele, las mismas noticias se repiten, y todo lo que hago, que es nada, es lo mismo una y otra vez.

Hace meses que pienso que mi existencia es la copia de la copia de la copia de una copia de una existencia normal. Nadie está cuando me hace falta, pero yo sí estoy en cuanto me llaman. Voy al gimnasio, hago cursos de relajación, practico yoga. Mi soledad es absoluta. En realidad, mi soledad es la copia de la copia de la copia de una copia de una soledad perfecta. Ni siquiera en esto soy afortunado, pues estoy solo cuando no lo deseo, pero cuando necesito estarlo todo es jaleo. Los fines de semana son la copia de la copia de la copia de una copia del fin de semana anterior. Voy a los mismos sitios, veo a la misma gente, hablo de los mismos temas, y tomo siempre la misma copa, a imagen y semejanza del protagonista de una casposa serie de televisión. Miro a las mismas chicas que me rechazan siempre, hago las mismas tonterías, vuelvo a la misma hora y me despierto a la mañana siguiente con la misma resaca y el mismo sentimiento de vacío. No soy nadie, y sin embargo, pude haberlo sido. Voy a dormir ya. O a intentarlo. Porque mañana me espera la copia de la copia de la copia de una copia de una vida plena.