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jueves, 12 de mayo de 2011

"Terraza De Verano" 0050

Me siento siempre en la misma mesa de esta terraza de verano, soleada, cálida, acogedora. Té, café, un refresco, poco importa. Hoy, casualmente, café con hielo. Hay quien dice que el café con leche no se puede beber con hielo, pero me da igual, a mí me gusta. Solo, en esta terraza, paso las tardes viendo pasar la vida y la gente. Veo a gente que, como yo, ocupa sus puestos de observación casi a diario. Hojean la prensa y ojean al personal que, distraído, pasa por nuestro lado sin hacernos caso. A veces, veo a ese tipo tan raro, que siempre va como con un traje de los años 70, sin pretenderlo. Probablemente sea nuevo, no tiene mal aspecto, pero deja bien claro que el hábito no hace al monje. O a esa chica que trabaja en la tienda de fotos, en la que nunca he entrado por miedo a que me hable, sea simpática e inteligente, y me parezca aún más preciosa de lo que ya me parece, y que ya es mucho. En ocasiones, pasa gente mayor, en cuadrilla, y me hacen preguntarme cómo seré yo a su edad. Entonces, me descubro a mí mismo gruñendo, o mirando a los chavales más jóvenes con superioridad y me veo de mayor como un tipo malhumorado y gris, pero si leéis esto a menudo ya sabréis que me encanta el melodrama, y que probablemente nunca sea así...

Me siento siempre en la misma mesa de esta terraza, curioso, pensativo o hablador. Desde aquí se observan las terrazas de otras cafeterías en las que no me siento nunca, aunque no me preguntes por qué. Y veo que, en cada terraza, se da rienda suelta al mismo ritual. Gente que tiene ya su sitio cogido, sus puestos inamovibles, como si fueran los bancos de una iglesia. En una de las terrazas más cercanas te sientas a veces tú, con amigos, con amigas, o en soledad. Te observo, con la inocencia que creía haber perdido de niño, porque me gustas. Quiero captar cada movimiento, cada gesto de tu boca, de tus ojos, de tus manos. Manos finas, delicadas, como toda tú. Ojos vivaces y despiertos, a veces ocultos tras gafas de sol en el más brillante verano. Boca perfecta, dibujada de manera experta y perfectamente adornada con pintalabios rojo. Boca que no deja de sonreír ni un instante, contagiando a todo aquel que te rodea, incluido yo, que te admiro en la distancia.

Me siento siempre en la misma mesa de esta terraza, haya nubes, o brille el sol. Por estas tierras norteñas hay que aprovechar la oportunidad de sentir el aire fresco en tu cara cuando tienes ocasión. Me siento aquí con la idea, cada día, de invitarte a que te sientes en mi pequeño rincón del mundo, conmigo. Cada día lo planeo, cada día lo intento, cada día fracaso en esto. Pero aún así, estoy contento. Sé que cuando pase el otoño, cuando quede atrás el invierno, cuando el sol asome y la primavera deje que sintamos su aliento, volverá la terraza de verano, esa en la que siempre me siento, y con suerte oiré tu risa arrastrada por el viento...

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