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viernes, 15 de abril de 2011

"Cosas Que Me Dicen" 048

Mi vida a veces es como un carrusel de cosas que escapan a mi control. Últimamente empiezo a dudar si el raro soy yo o si me rodeo de gente perfectamente prescindible. Mi psicólogo está francamente encantado con la fauna que me rodea, y no es para menos. Estamos en un momento en el que no ser un perfecto hijo de puta te convierte en un peligroso "antisistema" que ha de ser machacado sin piedad, no sea que cunda el ejemplo. Tengo amigos (pocos), conocidos (bastantes) y allegados (sin duda demasiados) que, con su comportamiento, no hacen nada más que demostrarme que la normalidad hasta ahora entendida como tal es un bien cada vez más preciado por escaso.

Hace pocos días, una conversación trivial, de esas que uno puede tener con cualquiera, una conocida me dijo que me veía algo bajo de moral, meditabundo, apagado. Le comenté que, en realidad, no me encontraba muy bien, aunque no me había dado cuenta hasta ese instante. "No sé", dije. "Últimamente nada sale como planeo... No consigo que mi vida discurra por los cauces que me gustaría. No me malinterpretes, no es que quiera ser millonario, ni una superestrella del rock o el cine, no. No es eso. Sólo busco una existencia enriquecedora, un trabajo que me haga crecer como persona, encontrar a alguien interesante con quien compartir la vida, tener un puñado de buenos amigos, vamos, nada especial, ¿no? Lo que quiere todo el mundo..."


Aquella joven, a la que apenas conocía de haber cruzado algunas palabras en el trabajo, y de un par de celebraciones sociales, dado que compartíamos alguna amistad común, me miró, sonrió, y sin dejar de mostrarme su abierta sonrisa, me respondió: "No es poca cosa la que pides, amigo. Mi experiencia en la vida, que tampoco es que sea como para escribir una enciclopedia, me ha demostrado que es más sencillo ser multimillonario, o una estrella musical, o de cine, que alcanzar una vida plena. Para ser multimillonario, bastaría con que fueras el único acertante de la Loto. Para ser una superestrella, te haría falta tener talento, suerte y estar en el sitio perfecto en el momento adecuado. Pero, para eso otro que pides, tendrías que acertar la combinación ganadora, tener talento, suerte, oportunidad y trabajártelo. Y ni aún así tendrías seguro el conseguirlo, porque hay factores que escaparían a tu control, demasiadas variables. Si quieres conseguir algo que se parezca siquiera sea mínimamente a la felicidad, has de hacer cosas que te acerquen a ti a conseguirla. No cosas que te acerquen a hacer conseguir la de los demás. Esa historia de que si contribuyes a la felicidad ajena te ves recompensado con la propia por el karma es una fantasía new-age. Sé feliz tú, y que los demás, si así les parece, se contagien de ti, y no tú del resto."


Dejé la conversación, apesadumbrado. Aquella mujer tenía razón. No podía seguir así. Se lo comenté a mi psicólogo, y él me dijo que, dentro de lo razonable, ese consejo escondía una gran sabiduría. Debía ser más egoísta, pero no como aquel que quiere todo para sí, sino como aquel que se considera a sí mismo lo suficientemente importante como para gozar de sus propias atenciones. Decidí que esa era una buena idea, y decidí que, a partir de entonces, dedicaría mis esfuerzos a conocerme a mí mismo, me centraría en mí, y procuraría dejar una rendija para los demás, pero sería una rendija estrecha, por la que sólo pasaría la gente que me aportara algo positivo, y por donde nunca, nunca, jamás, dejaría pasar a la gente sin sentimientos, a los vampiros emocionales ni a la gente que quisiera utilizarme en su propio provecho...


Y en eso estoy, aunque de momento no puedo decir que esté triunfando, la verdad. Pero le pongo empeño.

sábado, 9 de abril de 2011

"El Recorrido" 047

Hoy ha hecho un año de tu partida. Un año de camino recorrido desde que nos dijimos adiós. Un año. Sin rencores, ni simpatías. Sin nada. Te fuiste sin decirme nada agradable. Te fuiste, y un día que nos encontramos me miraste como a un extraño. Soy de los que necesitan explicaciones para todo, de los que racionalizan las emociones, de los que no pueden dar un capítulo por cerrado sin saber quién es el malo o por qué ha sucedido lo que sea que haya pasado. Tú me dejaste, así, sin más. Ni siquiera llegamos a celebrar tu cumpleaños en aquel sitio que dijiste...

No debimos besarnos aquella tarde tan soleada, en la que nos encontramos con todo el mundo, y todos nos miraban como si fuéramos la pareja perfecta. No debimos dejarnos acercar tanto el uno al otro, pues lo nuestro iba a haber sido una relación problemática desde el principio, si bien ten por seguro que me hubiera dejado cortar el cuello por ti desde el primer momento en que te eché la vista encima. Nada de lo que planeamos llegó jamás a realizarse, y hoy por hoy, sólo recuerdo el suave tacto de tu mano en mi mano, el dulce sabor de tu rouge de labios mezclado con el del tabaco rubio, y lo sedoso del tacto te tu cabello, negro como el azabache. El día que decidí no amarte hacía ya mucho que te habías marchado, y las lágrimas que derramé ya se habían evaporado, pero las cicatrices del alma y del corazón aún estaban frescas. Aún hoy, como cuando una lesión ósea crónica da molestias los días que anuncian tormenta, cada vez que se acerca el aniversario de todo lo que pudo ser pero no fue, de las heridas de mi maltrecho músculo cardíaco brotan lágrimas de sangre, llorando la pérdida irreparable de algo que quizá nunca debí haber encontrado. Hoy miro por la ventana, y al calor del sol primaveral, recuerdo tu voz, y las cosas tan profundas que me decías, y las verdades y las mentiras ya no me parecen ni tan verdaderas ni tan falsas.

Siempre que miro a la estantería, y veo el hueco del libro que te regalé, y que me resisto a rellenar con otro por temor a olvidarte, me embarga la melancolía, y la luz, el aire y el tiempo se detienen, me abrazan, y me transportan al mejor de aquellos días, el que nos besamos por primera vez, aquel en el que bajé la guardia, aquel en el que aún podía decirte que hacía años que no me partían el alma y el corazón, como tú hiciste... 

Esta noche, guardaré un recuerdo especial sobre ti, para tratar de olvidarte brindando a medianoche por ser capaz de olvidarte del todo pronto.

lunes, 4 de abril de 2011

"Carta De Despedida De Un Futuro Amor Desconocido" 046

"Aún te recuerdo, allí sentada, bañada por el sol, en la terraza. Aún puedo oler el aroma del champú que usabas, que desprendía aquella inimitable fragancia. Aún hace que mi vello se erice el recuerdo del candor con que te sonrojabas cuando te decía "Guapa". En mi memoria quedará instalado para siempre el escalofrío que recorría todo mi cuerpo cuando nos besábamos, furtivamente, en las primeras citas. La forma en que reías suena en mis añorados recuerdos como música celestial, banda sonora de toda una vida juntos. Tu sedoso cabello se perdía entre mis dedos cuando hacíamos el amor, y el roce de tu piel contra la mía hacía que el resto de mis sentidos desaparecieran para concentrarse tan sólo en ese tacto maravilloso. Tu voz celestial conseguía que abandonara cualquier cosa que estuviera haciendo, sólo para concentrarme en escucharte. Nada de lo que pasara entre nosotros quedaría tan sólo en el recuerdo, nada sería igual a lo que le sucediera al resto. Todo entre nosotros sería perfecto. Esas promesas se las llevó el viento. Fugaces historias al calor del fuego. Cometas radiantes, dolor y anhelo. Aún recuerdo mi vida soñada, mi creación utópica. Aún me pierdo en los laberintos de mi realidad, que es mi derrota. Aún te miro a los ojos, y lloro de emoción. Aún recuerdo mi vida y se me parte el corazón. Hoy es triste y vacía sin ti, sin tu pasión. Escribo renglones vacíos de contenido, pues era tu presencia la que les daba sentido. Aún te recuerdo allí, sonriendo en tu portal, esperando a que llegara a recogerte, como cada tarde. No puedo olvidar los momentos en que nos despedíamos, sin ganas, cuando éramos críos. Llevo grabado a fuego en mi alma cada instante que nos quisimos, y aquí, amor mío, en mi corazón, sabes que siempre tu lugar has tenido. Te echo de menos aún sin haberte conocido, y anhelo el instante en que los hados o el sino decidan por fin cruzar nuestros destinos..."