Powered By Blogger

domingo, 23 de enero de 2011

"Realmente, No Valías Nada" 0035

Seguro que tú ni te acuerdas de mí ya. No creo que sepas el daño que me hiciste, ni el tiempo que me costó recuperarme de apenas quince días de compartir tu existencia. Seguro que seguirás tan tranquila, sonriendo, y contando tus patochadas. Sí, esas patochadas con las que conseguiste fascinarme, con las que me jodiste bien la vida, y con las que me dejaste tirado, en una cuneta, porque, según tú, no estaba a tu altura. A tu altura. A tu altura de mierda. Ojalá no te hubiera conocido nunca. Ojalá. Contribuiste a que mi ya de por sí desordenada vida mental acabara siendo un caos de preguntas y lamentos. No me vale que me dijeras aquello de tu novio suicida, ni lo de aquel ex tuyo, drogadicto pero artista brillante. No me vale que todas tus preferencias fueran mejores que las mías. No me vale que tú fueras brillante y yo un mequetrefe, no, ya no me vale. No me vale que desaparecieras, y me dejaras con un poso de culpa por algo que no he sabido nunca, ni ha sido jamás responsabilidad mía. No pienso cargar con tus traumas, ni con tus neuras, ni con tu falsa modernidad absurda. Ya no...

No puedo creer que me volviera loco por ti, ni que hiciéramos cábalas sobre nuestro futuro, ni que me pareciera tan guay que nuestros nombres empezaran por la misma letra, y el que, si intercalábamos nuestras iniciales, saliera una palabra. No sé cómo me dejé engañar por tu aspecto y tu pinta de niña buena, tus ademanes, y tu sonrisa, a la larga tan falsa como los gustos impostados que en todo tenías. No eras una persona, eras un estereotipo, un ejemplo perfecto de todo lo que me ha atraído en la vida, embutido en un ser que asemejaba ser una persona, un ser humano, pero que acabó siendo una sombra, un pelele, un fantasma. Cruzaste por mi vida como si yo te importara, pero al final dejaste bien claro que no te importaba nada salvo tú misma, y en ocasiones ni eso. Llegué a creer que eras una mentira, una broma del destino, un reflejo siniestro de lo que llevo toda mi triste y solitaria existencia buscando, cuando en realidad no eras más que un macabro clon de lo que llevo toda mi puta vida encontrando, gente rota que no tiene arreglo, o que, al menos, yo no soy capaz de arreglar, por mucho que lo intento. Me hiciste creer que el bastardo, que el malo, que el extraño era yo, y eso no te lo puedo permitir. Yo seré como sea, pero no tengo nada que ver con toda la basura que te ha salpicado en la vida.

No me das pena ya. Si acaso, asco. Y rabia. Y no me importa ni dónde estás ahora, ni qué habrá sido de tu puta vida. Suena duro, lo sé. Pero más duro fue el empujón autodestructivo con el que me obsequiaste a la primera de cambio. Yo quise ser en quien te apoyaras para empezar un nuevo camino. Yo quería ser quien compartiera contigo todo aquello que nos prometimos, todas esas cosas que siempre quise hacer pero nunca encontré con quién. Hasta que apareciste tú, como una Lady Halcón cualquiera, mostrándome a la dama que esperaba ver cuando en tu cerebro era de día, y el animal indómito y salvaje que arañaba y mordía si en tu cabeza se hacía la noche. Nunca sabrás el daño que me hiciste, ni lo que lloré por tu culpa. Nunca lo sabrás, porque no te dejaré saberlo nunca. Ahora ya te he superado, al fin. Como a un mal catarro o una gripe estacional persistente. Ya te he olvidado. Y no creo que te vuelva a ver en la vida, aunque nunca se sabe. Ahora, si lo hiciera, si volviésemos a vernos, tan sólo te diría una frase, a ti que tan pagada de ti misma estabas: "Realmente, no valías nada..."

5 comentarios:

  1. Me gusta mucho cómo escribes, creo que no lo había dicho. Esta historia también me gusta. Y el gustazo que da superar a cierta gente.

    ResponderEliminar
  2. Gracias, Kitty. Aunque esta historia es menos "historia" que otras. Nunca diré qué de lo que escribo es cierto y qué inventado, es una de mis normas. Aunque sí te digo que en esta, en particular, hay más verdad que artificio, lamentablemente. Y gracias por decir que te gusta como escribo. Escribo a golpe de rabia en momentos puntuales.

    ResponderEliminar
  3. Creo que todos mezclamos ficción y realidad, al menos hablo por mí. Y por supuesto tampoco voy a especificar qué es cierto y qué no, sino pierde la gracia. Yo experimento con escribir, simplemente, no lo había hecho demasiado antes. La rabia, la tristeza, lo que sale de dentro, normalmente, es lo que impulsa las historias, creo yo, ciertas o no :)

    ResponderEliminar
  4. A mí siempre me impulsan más los malos ratos que los buenos... Y a la hora de escribir de algo, siempre tienen más chicha, más enjundia, las historias tristes, o en las que a alguien le putean. Si todo es felicidad acabas en plan: "¡Huy, qué felices! ¡Que les den!". Siempre nos tranquiliza leer sobre gente que lo pasa peor que nosotros. Será eso, ¿no?

    ResponderEliminar
  5. Sí, debe ser eso, que funciona como terapia.
    Y es verdad que cuando ves a alguien feliz en una historia, hasta da como rabia, como que no interesa, incluso incomoda. Otro misterio...

    ResponderEliminar