
Las mañanas como esta se dan pocas veces. Nieva y brilla el Sol. Y en el baile de copos, de coreografía difusa, los rayos del astro te hacen entrar en calor. Maderas que crepitan en la chimenea, una bebida caliente y tu voz. Saber dar la vuelta a una primera impresión, o lograrlo sin saber cómo. Juntos bajo una manta, asomados al balcón, viendo el brillo nuevo de la vida y el color. No es más que un sueño, pero es algo que sueño yo. Una vuelta de tuerca definitiva, que te deja en una nueva posición, en la que la vida conocida es diferente, y es vida. Mil personas a las que ver, cientos de gentes a la que saludar. Sólo un ser a quien hablar, aunque te cueste, aunque te duela. No es dolor, sino miedo. No es herida, es temor. Y nada de esto es serio, ni es nada, ni soy yo. Tu sonrisa mientras hablas es lo que quiero siempre a mi alrededor. No dar nada por sentado, saber que no será fácil, pero intuir que no será complicado.
La fiebre y los sentimientos afloran sin compasión, y poco importa en realidad si son oportunos, o si no lo son. Quizá la linea difusa entre lo imaginado y la verdad, entre lo onírico y la realidad, potenciado por los néctares que la noche nos ofrece, haga que confunda el sueño con la auténtica verdad. pero si lo que siento ahora es mentira, prefiero ignorar la verdad. Abrazado a mi brillante sueño, prefiero no saber nada más.
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