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jueves, 18 de noviembre de 2010

"La Invasión De Los Ultracuerpos" 0011


Ya sabía yo que no podía ser así siempre. Ya lo sabía. Y era más que evidente para mí desde hace algún tiempo, aunque todos creían que no. Esa mujer, ya casi cincuentona, que parecía la Madre Teresa de Calcuta, era, en realidad, la Bruja del Norte. Y no es porque no lo hubiera dicho mil veces, no. Todo el mundo me decía: "Es que le tienes manía, es muy maja. Y muy servicial." Ya. Como todas las arpías, escondía su verdadera cara tras la máscara de una adorable madrecita, muy del Opus, y siempre muy guay. Siempre. Pero que te deja la misma sensación que te dejaba ver a tu padre poseído por las vainas mutantes de "La Invasión De Los Ultracuerpos". Desazón.


La típica persona que te pregunta por tu vida, por tus inquietudes, por tus problemas. Al principio tragas, y no crees que sea lo que es. Luego sospechas, aunque crees que quizás es porque eres un malpensado. Y hasta te atormenta el pensar esas cosas, ¿qué clase de paranoico eres? En fin... Luego te das cuenta de que, como por arte de magia, ante ti se presenta sin careta, aunque sigue fingiendo. Tú ves lo que hay, aunque ella se comporta como si no. El resto del mundo sigue ciego, pero tú ya eres inmune a sus encantos, reales o no. Y ella sigue, con su fachada de buena persona, de santurrona de opereta, de beata de metacrilato. Su chusco buenismo acaba rayando al más pintado. Que si "Pobrecito no sé quién", que si "Pobrecito no sé cuántos", y todo ese rollo de buena samaritana. Siempre hablando de su "ñiño", de si tengo o no novia (¿qué cojones le importa a ella?), de si soy más o menos melancólico, triste o agresivo, y chorradas por el estilo. Dura, y dura, como el conejito Duracell. Pero esas pilas no duran para siempre. Al final, también se gastan...

Hoy me ha enseñado su cara real. Delante de gente. De algunos de los que creían que yo exageraba, que me lo tomaba todo demasiado a pecho. Hoy ha salido la maldad, y, para el no iniciado, ha sido como cuando de Gizmo salió Stripe. Hasta la cara la tenía diferente. Y todo porque las cosas deben ser como ella cree que deben ser, no como son en realidad. No con sentido común, no. No con algo de cabeza, no. Ha de ser su voluntad. No me voy a extender en el problema, porque no merece la pena, pero ha venido, me ha culpado, mandíbula desencajada, rostro retraído, como de perro de presa cuando ataca, y se ha ido. Con su Pepito Grillo particular, que de todo habla y de nada entiende, dándole palmas y jaleando sus desvaríos. Vaya dos tristes. Vaya dos. Que hablan en clave delante de los demás para que nadie se entere de sus tejemanejes. Como si le importaran a alguien...

Pero hoy estoy tranquilo. Hoy he ganado. Hoy, soy el vencedor. No sé mañana...

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