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sábado, 27 de noviembre de 2010

"Valmont (No Puedo Evitarlo)" 0015

Me sucede siempre. No puedo evitarlo. Siempre me acerco (ojalá, en realidad, siempre lo intento) a quien más daño me puede hacer. No hago caso de los designios, ni de los horóscopos, ni de los hados, no. No escucho a la razón, ni a los argumentos lógicos, no. No veo los indicios, ni sospecho, ni indago, ¿por qué iba a hacerlo? Yo voy a mi aire, veo, busco, elijo, y ataco. Soy así. Y no es por nada en particular. Simple y sencillamente, no puedo evitarlo.

Mi vida es gris y triste, y yo no puedo evitarlo. No es que la vuestra sea mejor, no os confundáis con esto. La rutina me aplasta, como a todo el mundo. Nunca logro todo lo que me propongo, como le sucede a casi todos. La vida es hastío, y lo sabéis, y yo no puedo evitarlo. Cada cosa nueva, cada momento de asueto, cada amistad impostada, conduce inexorable y lentamente a la realidad oscura, a la mansedumbre del día a día. No puedo evitarlo.

Me enamoro cuando y de quien no debo, y no puedo evitarlo. Sé que me confundo, que yerro, pero sigo avanzando, como un zapador que quisiera avanzar hasta la posición enemiga, aún sabiendo que lo que va a encontrar allí no es lo que él querría. Me acerco a gente que refleja mi incertidumbre, y con ella me hiere y me hunde, no puedo evitarlo. La soledad me empuja a intentar agarrarme a cada brizna de esperanza, de alegría, de novedad, exponiéndome a los golpes y los cortes que me esperan tras cada esquina, no puedo evitarlo. Sé dónde están mis enemigos, sé cuáles son mis errores, sé cuáles son mis propias artimañas de autoengaño, y aún así, ejecuto cada plan de fracaso con denodada dedicación, con milimétrica exactitud, con sombría elegancia, hasta que encuentro la hostia, que espero con ansia. No puedo evitarlo. Cada vez que me parece que todo va bien, surge en mí la sospecha de que me equivoco. De que algo saldrá mal. De que esa alegría se desvanecerá. De que esa cita no se producirá. Sucede siempre de esta forma, como si una maldición ancestral se cerniera sobre mí, e hiciera en mí presa y no me soltara nunca. Nada de lo que planeo se realiza. No soy nadie, no estoy con nadie, no le intereso a nadie sucede así, y nunca me equivoco, no puedo evitarlo.

A veces, en la soledad oscura de la noche en mi cuarto, aprieto los puños, rechino los dientes y lloro, implorando el perdón de unos dioses que sin razón me han castigado. A veces, en mi soledad cautiva, alzo el puño contra ellos, desafiándolos a acabar con mi precaria existencia. A veces, en la impostura miserable que esconde mi falsa sonrisa, es donde se esconden los rescoldos del fuego de mi ira contra el mundo, y soplo, y lloro y grito, no me gusta hacerlo, pero no puedo evitarlo. Hoy hace seis meses desde que alguien que creí cercano me dijo que no era sino una marioneta, un avatar, un fantasma, que era presa de mis propias inercias, de mis propios sentimientos, de mi idea de lo que mi ser representa... Me dejó atrás, y sé que, cada vez que lo hace, mira hacia atrás con ira, con odio y con desprecio, porque eso es lo que yo le inspiro, no puedo evitarlo. Y estoy al borde de caer otra vez al abismo por abrir otra vez la misma puerta, pero en un sitio distinto. Primero me halagan, luego me desprecian. Esperan que sea un avatar sin alma, pero, tras la imagen, se esconde alguien, agazapado, temeroso de ser visto, pues es cuando alguien llega a verlo cuando se produce el abandono, la tristeza y la soledad. Otros esconden un ser malvado y temible tras la máscara que los viste, yo oculto un ser complejo, tímido, sensible. Alguien que a mí me gustaría conocer, pero que, lamentablemente, no inspira el mismo sentimiento en el resto del mundo. Estoy aburrido, así es la vida, pero yo no puedo evitarlo.

2 comentarios:

  1. Da miedo, mucho (o no), reconocerse en palabras de otra persona. Pero en cierta manera, ver que las sensaciones, sentimientos, etc. son comunes... reconforta, como si así no estuviéramos locos.

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  2. Kitty-Wu, todos estamos locos, tan sólo tengo la absurda esperanza de que los demás lo estén más que yo. Repetir patrones de conducta, sobre todo si son negativos, es algo más habitual de lo que nos pensamos.

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