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domingo, 2 de enero de 2011

"Esperando La Abducción" 0026

Tras el final de la cuenta atrás, y una vez disipado el humo, no sucedió nada. Todos nos miramos, confusos. Esperábamos una gran explosión, pero no llegó. Tras nuestros parapetos, poco a poco, como con miedo, algunos valientes nos fuimos asomando, tímidamente. Todo seguía igual. Nada había cambiado. Tanta tensión, tantos momentos de histeria contenida, para nada. Todo iba a ser exactamente igual que antes. Nada de lo que esperábamos que sucediera iba a suceder, y nada de lo que nos prometimos a nosotros mismo iba a ser cumplido.

Al final, sentado a los pies de una fuente, en una plaza cualquiera de casi cualquier ciudad, allí estábamos. Se mascaba la tragedia, y el ambiente estaba muy enrarecido. Muchos, elegantes como en la vida, nos quedamos huecos, vacíos. Tras tantos preparativos, tantos sueños y tanta parafernalia, este viaje no nos llevaba a ninguna parte. No hubo luces de colores, ni ruido ensordecedor. El suelo no tembló, ni levitamos en medio de un haz de luz extremadamente blanca y brillante. Te cogí de la mano, y te consolé, porque observaba la decepción en tus ojos. "Quería que todo fuera hoy distinto, como habíamos planeado", dijiste. Me soltaste y te fuiste, y allí me quedé, hierático y solo, frente a una muchedumbre que se transformaba en turba sin conciencia, y volvía, ajena a todo, a sus quehaceres cotidianos. Me acerqué a un muro, y me senté, en cuclillas, en el alféizar de una ventana. Para poder observar, mejor la distancia. Así que, entre aturdido y decepcionado, tomé la decisión más importante de mi vida. Decidí que, a partir de ese instante, sería como una hoja mecida por las olas. Sin rumbo fijo, ni objetivos, mi vida discurriría por caminos nunca antes por mí explorados. En vez de esperar la abducción, seré yo quien me lance a sus brazos, pero sólo si las circunstancias me obligan a ello.

Tras el momento filosófico y de profundidad desmedida, tomé el rumbo de los perdedores, la senda de los que no ganan nunca, pero no porque jueguen mal, o sean torpes, no. La senda de quien fracasa en un juego al que ni siquiera ha sido invitado. Recuerda, amigo. Nunca pongas tus esperanzas vanas en que todo cambiará una Nochevieja. No eres Cenicienta, y nada de lo que esperas que cambie tras las doce campanadas lo hará. Es ley de vida, al fin y al cabo el comienzo y fin de un año es algo arbitrario...

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